Reportaje:

Dinamita para Marbella

La gestora municipal ha paralizado 200 obras desde la Operación Malaya y está dispuesta a derribar edificios ilegales

Comenta alguna de sus secretarias que Juan Antonio Roca tenía pensado abandonar. Lo dijo en su despacho, donde todavía sigue en servicio una curiosa puerta que tenía acceso directo a la calle: por allí entraban o salían quienes deseaban no ser vistos. Roca puso hasta una fecha, pero la policía llegó una semana antes de ese plazo. Se había entretenido demasiado tiempo en tratar de enderezar un municipio ingobernable protagonizado por unos personajes secundarios.

Marbella anunciaba ya desde el tempestuoso verano de 2003 la caída inevitable del régimen. Los síntomas de la descomposición er...

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Comenta alguna de sus secretarias que Juan Antonio Roca tenía pensado abandonar. Lo dijo en su despacho, donde todavía sigue en servicio una curiosa puerta que tenía acceso directo a la calle: por allí entraban o salían quienes deseaban no ser vistos. Roca puso hasta una fecha, pero la policía llegó una semana antes de ese plazo. Se había entretenido demasiado tiempo en tratar de enderezar un municipio ingobernable protagonizado por unos personajes secundarios.

Marbella anunciaba ya desde el tempestuoso verano de 2003 la caída inevitable del régimen. Los síntomas de la descomposición eran evidentes: la justicia asediaba a un Gil inhabilitado y el consistorio era ocupado por gente con demasiadas ganas de tomar el dinero lo más rápidamente posible, desasistida de su líder natural. Gente como Julián Muñoz y su esposa, Maite Zaldívar. Todavía recuerdan una cena oficial donde ella, sobrada de alcohol, le dijo a uno de los presentes: "¿No te has dado cuenta de que no llevo bragas?". Así era en público la aspirante a primera dama de Marbella.

En esas, llegó por Marbella la Pantoja y sucedió lo que toda España sabe: el municipio se convirtió en el mejor protagonista de la prensa basura. La Zaldívar dejó de ir por el Ayuntamiento y se dedicó a dejar deudas por todos los comercios. Él puso dos fotos en su mesa consistorial: una de su nieto y otra de Isabel Pantoja.

Algunos empresarios aliados se dieron cuenta entonces de que nada bueno cabía esperar de los nuevos responsables y le pidieron a Roca que actuara por el bien de ciertos negocios. Roca lo hizo a su modo, tras una turbia moción de censura, pero no pudo controlar el efecto mediático de los personajes. Y ese fue el principio del fin.

El sainete formado por el alcalde mujeriego, la tonadillera y la esposa despechada que contrata falsos noviazgos para tener cuenta abierta en los programas de televisión ha llegado hasta nuestros días como un inagotable filón capaz de desviar a un segundo plano cualquier otra circunstancia que afecte a esta ciudad. De hecho, la detención de Maite Zaldívar, la estancia en la cárcel de Julián Muñoz y la soledad de la Pantoja, casi pareja a una segunda viudedad, parecen ser las consecuencias más sobresalientes de la Operación Malaya, si se atiende al número de horas de emisión televisiva que han ocupado. Al lado de ellos, Roca parece un discreto empleado sorprendido en una corruptela.

Visto en perspectiva, Marbella parece una ciudad secuestrada por la prensa basura. Así que hay dos realidades, una marginal que sirve de carnaza, y la que ha llevado a la ciudad al mayor escándalo urbanístico de Europa.

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Porque la Operación Malaya no es un proceso a los 15 años del régimen de Gil en Marbella y es en este punto donde pueden surgir algunos equívocos. La Operación Malaya es una investigación policial sobre hechos sucedidos entre el verano de 2003 y la primavera de 2006. A ese periodo se limita la instrucción del juez Miguel Ángel Torres. Y a pesar de ello, el proceso suma ya casi 80 detenciones. Quienes aspiran a ver a más gente en la comisaría pueden sentirse frustrados porque el sumario probablemente se cierre a finales de enero, dado que una investigación más profunda podría convertir el caso en un asunto inmanejable, según los expertos consultados.

En ese periodo, los arreglos de Roca no fueron eficaces. Cambió a Julián Muñoz por Marisol Yagüe, a un ex camarero por una ex componente de un conjunto rociero. La Yagüe era dócil con Roca, pero su comportamiento en público también dejaba bastante que desear. En una fiesta privada organizada por unos residentes suecos, con presencia de miembros de la familia real, la Yagüe se negó a servirse en el bufé, donde hacían la espera los altos dignatarios. "Soy la alcaldesa de Marbella y yo no espero en la cola", dijo ante la sorpresa de los presentes. Así estaban las cosas cuando la policía tenía ya algunos teléfonos intervenidos. Como demuestra el sumario, los concejales andaban a la greña para ver quién recaudaba más. Era evidente que los excesos de estos personajes ponían en riesgo el negocio. Roca se daba cuenta de ello: cada dos por tres les recordaba que "ciertos asuntos" no debían hablarse por teléfono.

A pesar del ruido mediático, medio año después de las primeras detenciones Marbella es una ciudad en apariencia tranquila. Quizás demasiado tranquila para el gusto de algunos: hay unas 200 obras paradas por orden de la gestora con miles de viviendas por concluir. Este hecho no tiene repercusión sobre el empleo local porque la inmensa mayoría de los trabajadores de la construcción vienen de otras localidades. Al menos, la afluencia turística es buena.

La gestora está dispuesta a derribar algún edificio ilegal. La dinamita actuará en Marbella a no mucho tardar. Algún avispado, caso de un empresario ucranio, decidió fletar un avión desde Ucrania y ocupar el inmueble con nacionales de su país, bajo la presunción de que un edificio habitado no sería derribado. No hay tensión social en Marbella por este motivo. La explicación es muy simple: al menos 15.000 de las 30.000 viviendas ilegales están desocupadas y pertenecen a cientos de sociedades de dudoso origen.

La fecha y la localización del primer derribo están por decidir entre 26 edificaciones, nueve de ellas con sentencias firmes. No se discute que algún edificio caerá. Será el último acto de una gestora que ha sorteado muchas dificultades, algunas sin éxito. Se propuso despedir al llamado top manta, es decir, a 40 empleados municipales contratados a dedo en su momento con sueldos superiores a los 12.000 euros mensuales. De esos 40 han caído unos pocos. Todos son conscientes de que sobran más de la mitad de los 3.532 empleados municipales, pero esa decisión ha quedado aplazada. A unos meses de las elecciones, ninguno de los dos grandes partidos, PSOE y PP, han aceptado ese riesgo: uno de cada 40 votantes de Marbella trabaja para el Ayuntamiento.

Marbella vive ya en pleno ambiente preelectoral. El PP trabaja en silencio y ha abierto 11 sedes por la ciudad, tratando de ganarse el voto barrio por barrio. El PSOE anda desmadejado a la espera del aterrizaje definitivo del consejero de Turismo, Paulino Plata. Se habla también de candidaturas independientes en ciernes, alguna de ellas financiada por empresarios del sector inmobiliario. Según algunas encuestas, hay un 30% de votantes supervivientes del gilismo, así que no es extraño observar cómo antiguos afiliados del GIL trabajan últimamente para los dos grandes partidos.

Ésa es la realidad de Marbella, una ciudad en libertad provisional. Empresarios añorantes de los primeros años del GIL reprochan a Roca su equivocación en la elección de personajes. De hecho, le pidieron también la cabeza de Marisol Yagüe, pero a Roca le faltó tiempo: la policía llamaba a la puerta de su casa la mañana del 29 de marzo. Es evidente que le falló el casting de secundarios: una cosa era el populismo de Gil y otra muy distinta la casposa popularidad de sus herederos. Efectivamente, éstos terminaron por arruinar el negocio. La basura llegó demasiado lejos. Habrá limpieza con dinamita.

Bajo los focos

El matrimonio Muñoz-Zaldívar no anunciaba una transición pacífica. Se comportaba con una ligereza grosera incluso en un lugar de moralidad frágil como es Marbella. Durante unos meses, Maite Zaldívar tuvo cierto poder en el consistorio: se la recuerda como una mujer déspota que trataba de sacarle dinero a los empresarios por cualquier motivo. A nadie le extrañó demasiado: en el bar que tuvieron años antes de entrar en política, él hacia de camarero y ella no perdía de vista la caja registradora. Una vez entró en escena la Pantoja, la pareja se separó, pero sin llegar al divorcio. No es casualidad: no era muy práctico disolver la sociedad conyugal.

La cuestión es que ahora toda España parece pendiente de la detención de Isabel Pantoja, noticia que seguramente no se producirá dada la dirección de la investigación policial: la Pantoja no perteneció a la red de corrupción urbanística ni firmó contrato alguno con el Ayuntamiento.

UNA CIUDAD BAJO SOSPECHA

- La Operación Malaya se cerrará probablemente a finales de enero con la sensación de que se habrá quedado gente importante por detener

- Marbella vive un ambiente preelectoral. Según algunas encuestas, hay un 30% de votantes supervivientes del GIL

- Hay 15.000 viviendas ilegales propiedad de cientos de sociedades

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