Reportaje:

Huérfanos de padres vivos

Grupos de menores carteristas retan a la policía en las calles turísticas del centro

"Pickpockets abound here!" (¡Aquí abundan los carteristas!), advierte la guía que llevan en la mano un soleado domingo por la mañana los neoyorquinos Judy Hsiung y Bryan Holtigen. Pasean por la plaza Mayor, abarrotada de turistas, con su libro de 300 páginas que les ha puesto en aviso sobre el entorno del Rastro, Sol y la plaza Mayor. "Hay que tener los ojos abiertos y aplicar el sentido común para que no te roben", cuentan los neoyorquinos. El problema, según denuncian vecinos y comerciantes, se centra desde hace tres o cuatro años en grupos de menores rumanos que roban al descuido a los turi...

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"Pickpockets abound here!" (¡Aquí abundan los carteristas!), advierte la guía que llevan en la mano un soleado domingo por la mañana los neoyorquinos Judy Hsiung y Bryan Holtigen. Pasean por la plaza Mayor, abarrotada de turistas, con su libro de 300 páginas que les ha puesto en aviso sobre el entorno del Rastro, Sol y la plaza Mayor. "Hay que tener los ojos abiertos y aplicar el sentido común para que no te roben", cuentan los neoyorquinos. El problema, según denuncian vecinos y comerciantes, se centra desde hace tres o cuatro años en grupos de menores rumanos que roban al descuido a los turistas y salen corriendo con lo que pillan a mano, sobre todo teléfonos móviles.

"Son muy pequeños, corren que se las pelan. Hay turistas que dejan encima de la mesa el móvil y la cámara de fotos y cuando se quieren dar cuenta las cosas han volado", explica un camarero de la plaza Mayor. "Eso es lo que no se puede hacer, ¿ves?", dice mientras señala con gesto de fastidio una mesa donde varias chicas irlandesas toman el sol y exprimen limón sobre un plato de calamares. A menos de 50 metros merodea un chiquillo que no las pierde de vista. Ellas tienen todas sus pertenencias sobre la mesa y están tan tranquilas. "Somos cuidadosas, no problema", chapurrean.

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María García, del bar El Soportal, asegura que los pequeños se conocen "al dedillo" la zona y se esconden en cualquier callejuela en cuanto tienen su botín. Esta hostelera también alerta sobre los robos hechos por mayores rumanos. "Las mujeres van con la guía en la mano y con la otra están hurgando en el bolso".

Para mejorar la seguridad en la zona, 13 locales de la plaza Mayor se asociaron hace un año. Su presidente, José Aparicio, señala que los niños no son peligrosos ni roban con intimidación. "Ellos son las primeras víctimas. Es muy llamativo porque son muy pequeños, no tendrán ni 10 años", explica. "Actúan en grupos de tres o cuatro, y luego salen corriendo a las calles aledañas. Después quedan con los mayores en Sol, y les dan la mercancía. Cuando la policía les quiere pillar ya no tienen nada entre manos", agrega.

Sin castigo legal

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Hay otro problema añadido, según cuentan fuentes policiales: "Los niños que roban tienen menos de 14 años y son inimputables, no se les puede aplicar la Ley del Menor. Además, los robos que hacen son de tipo menor". Un policía que patrulla la zona señala que los padres conocen esa impunidad y la aprovechan: "Estamos hartos de llevar a los críos a comisaría, y que al poco rato queden en libertad sólo porque han venido sus padres a buscarlos".

En la plaza Mayor, los pequeños no se atreven a meterse entre las mesas y actúan en las que están situadas en los bordes de las terrazas, para poder huir en caso de que alguien trate de sujetarlos. También roban en otras zonas, como Santa Ana, el Rastro o el entorno de Conde Duque. En un restaurante de esta zona, hace una semana, los clientes se quedaron estupefactos al ver entrar una noche a dos niños de no más de seis años con un hueso de jamón, largo y roído, colgando de una cuerda. "Nos quedamos todos como hipnotizados, mirando el hueso, y ellos aprovecharon entonces para pillar un bolso y salir pitando", explica, aún impactado, el dueño del restaurante.

Pedro Núñez Morgades, defensor del Menor hasta la semana pasada, alerta sobre el hecho de que estos niños están robando a horas en las que tendrían que estar en el colegio. "Estoy harto de predicar en el desierto con este tema y de que no se tomen medidas. Creo que son huérfanos de padres vivos; la Comunidad de Madrid o familias de acogida, en algunos casos, tendrían que hacerse con la tutela de estos menores ante la irresponsabilidad de sus padres", dice. Y concluye: "A esos pequeños les estamos perpetuando en el delito; no reciben educación salvo la de la picaresca".

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