Análisis:BAM | Mercé 2006

Alegría mojada

Cuando la alegría campa no hay tormenta que la escampe. La segunda noche de fiesta en el Fórum ofreció imágenes para abonar esta idea, ya que mientras The Pinker Tones actuaban a eso de las cuatro de la madrugada, una furiosa y breve tormenta azotó al público, que, lejos de amilanarse, decidió que los paraguas también debían bailar. Con las gradas en movimiento y el público mojándose por espacio de casi un cuarto de hora, el grupo barcelonés pudo decir orgulloso que se había impuesto a los elementos. Al menos aquella noche no había lluvia suficiente en el cielo para apagar las ganas de baile d...

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Cuando la alegría campa no hay tormenta que la escampe. La segunda noche de fiesta en el Fórum ofreció imágenes para abonar esta idea, ya que mientras The Pinker Tones actuaban a eso de las cuatro de la madrugada, una furiosa y breve tormenta azotó al público, que, lejos de amilanarse, decidió que los paraguas también debían bailar. Con las gradas en movimiento y el público mojándose por espacio de casi un cuarto de hora, el grupo barcelonés pudo decir orgulloso que se había impuesto a los elementos. Al menos aquella noche no había lluvia suficiente en el cielo para apagar las ganas de baile de los barceloneses que se concentraron allí, en el que es el espacio más concurrido de las fiestas.

La gratuidad convoca en el Fórum un gentío que recuerda el tiempo de la recta del estadio

Lo es tanto que los más viejos ya pueden rememorar imágenes que recuerdan aquellas noches de los ochenta en la recta del estadio previas al BAM, con los gentíos convocados por la gratuidad. Porque sin desmerecer ni a Nawja ni a The Pinker Tones, los dos grupos principales del sábado, parecía la gratuidad, más que los nombres, lo que había convocado allí a las masas. Era tanto el público, que Nawja, toda inocencia, toda sinceridad, no pudo por menos que afirmar: "Resulta impresionante, no creáis que estoy acostumbrada", refiriéndose a la multitud que seguía su actuación. A pesar de todo, estuvo algo fría. Nawja nunca se ha distinguido por su dinamismo en escena y su pop electrónico no mostró bases lo suficientemente bailables como para prender en la multitud, que, eso sí, asistió respetuosa a la frágil actuación de la actriz y cantante.

Lo que no recuerda en absoluto a la recta del estadio son las atracciones que ahora se estilan en las fiestas. Hay norias y tómbolas, por supuesto, pero también puestos de "chorizos a la brasa del pueblo" donde por extensión se han especializado en franckfourt (sic) y en los que la mayor parte de los camareros hablan árabe entre sí. También hay una nueva atracción vertiginosa en la que los usuarios son introducidos en una bola que se lanza al vacío proyectada por un inmenso tirachinas que la mantiene prendida por dos tirantes elásticos. Sólo verla ya revolvía en el estómago el chorizo del pueblo.

Y para la memoria, la expresión de payaso triste del responsable de un puesto de caballitos que a las 3.30 horas esperaba en vano algún crío para justificar allí su presencia a tales horas. Sí, los tiempos cambian, pero no tanto como para conseguir clientela infantil casi de madrugada.

Tampoco en los tiempos de la recta del estadio hubiese habido un set en directo como el de Uusitalo, el finés que hace del house y del micro house sus señas de identidad. A base de capas de sonido, bases gélidas y reiteración digital, Uusitalo cerró con brillantez la programación electrónica en el Espacio Movistar.

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Allí, al igual que en todos los espacios de la fiesta, sólo hay disponible bebidas de baja graduación, lo que hace pensar que las autoridades han perdido la confianza en el comportamiento del público y ponen tiritas antes de ver heridas. Deben de considerar que es precisa más tutela, dado que la población tiene un comportamiento menos fiable que hace 20 años. Las cosas cambian, y no siempre a mejor, como recordaba un padre de familia que, aún con ganas de música en directo, se encontró con que sólo podía beber refrescos y cerveza.

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