Crítica:

Un derrumbe que duró 60 años

Es una obviedad, pero se olvida a menudo que se necesita una literatura contemporánea que enfrente las cuestiones esenciales de nuestra época: los cambios de valores, las transformaciones sociales y políticas y las relaciones que establece cada generación con la historia. El austriaco Arno Geiger (Bregenz, 1968), aparentemente, ha acometido su cuarta novela con este honorable e infrecuente propósito. En Todo nos va bien cuenta cómo un escritor vienés, ya no tan joven, instalado cómodamente en la inercia de un sólido bienestar heredado, se ve obligado a reflexionar sobre 60 años de histo...

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Es una obviedad, pero se olvida a menudo que se necesita una literatura contemporánea que enfrente las cuestiones esenciales de nuestra época: los cambios de valores, las transformaciones sociales y políticas y las relaciones que establece cada generación con la historia. El austriaco Arno Geiger (Bregenz, 1968), aparentemente, ha acometido su cuarta novela con este honorable e infrecuente propósito. En Todo nos va bien cuenta cómo un escritor vienés, ya no tan joven, instalado cómodamente en la inercia de un sólido bienestar heredado, se ve obligado a reflexionar sobre 60 años de historia familiar a través de los recuerdos acumulados en la villa que le ha dejado su abuela.

Philipp es un hombre muy

TODO NOS VA BIEN

Arno Geiger

Traducción de Pablo Álvarez

El Aleph Editores

Barcelona, 2006

363 páginas. 19,50 euros

de nuestro tiempo que ha conseguido llegar hasta los 35 años sin comprometerse con nada ni nadie: su trabajo apenas le impone obligaciones; su amante, Johanna, es una mujer casada; no se ha interesado por su familia, fuera de las navidades y cumpleaños. Poseer una casa, de repente, le coloca en una situación sumamente desagradable, le enfrenta, por un lado, con su soledad -nadie viene a echarle una mano, ni a celebrar la habilitación del espacioso edificio- y, por otro, con un pasado ignorado, que también es el suyo. Parece que la casa exuda las vivencias de sus habitantes que coagulan en días clave de sus biografías, desde aquel 6 de agosto de 1938, en el que sus abuelos recién casados reciben la amenazadora visita de un cargo de los nazis austriacos, hasta el 9 de octubre de 1989, en que la octogenaria Alma refiere a su marido senil la apertura de fronteras en Hungría, pasando por el 12 de mayo de 1955, cuando el abuelo Richard, debido a un dolor de muelas, no asiste al contrato de independencia del Estado austriaco, que él ayudó a negociar con los ocupantes soviéticos.

Todo esto es sumamente interesante. Y la destreza con la que entrelaza Geiger relatos familiares con fechas históricas, alrededor de una meditación acertada sobre la desintegración de la familia, levanta las más altas expectativas. Pero, aunque parece predestinada a dilucidar algunos puntos de inflexión de la historia de Austria, la novela se mantiene en una superficie nebulosa de alusiones y omisiones. ¿Qué pasó con los vecinos judíos después del Anschluss? ¿Qué país se forjó tras la independencia de los aliados? ¿Qué valores reivindicaba la madre antes de casarse con el hombre equivocado? Ni un comentario crítico del abuelo ministro, de la madre luchadora y rebelde, o del padre hippy; en su lugar, mucha paja narrativa de gente bañándose o fumando. Únicamente se pone en boca de la abuela Alma, el personaje más ricamente perfilado, un análisis, y éste resulta a todas luces insatisfactorio: "Yo creo (...) que nos ha pasado como en un juego de tablero, cuando una ficha salta sobre otra y la anula de repente, Hitler era algo que había ocurrido mucho antes que Francisco José, y con eso se allanó el camino durante los años cincuenta, gracias a eso Austria es hoy lo que es". En este sentido, Todo nos va bien no cumple las expectativas que despierta y queda en una muy legible y entretenida novela con agudas observaciones sobre el auge y la quiebra de una familia.

Imagen de Viena alrededor de 1950.GETTY IMAGES

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