Crítica:

Identidades

Lee Miller (Nueva York, 1907- Sussex, 1977) es uno de esos casos en los que la biografía del artista tiende a confundirse con su propia obra. Perteneciente a ese escaso pero muy interesante grupo de mujeres fotógrafas que emergieron en el periodo de entreguerras su figura aparece asociada habitualmente al movimiento surrealista y en especial a la figura de Man Ray, con quien se inició en la fotografía. Fue una destacada modelo que posó para autores como Steichen y Horst; fue asistente en París de Man Ray y modelo en muchas de sus obras; en 1932 abrió su propio estudio en Nueva York dedicado al...

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Lee Miller (Nueva York, 1907- Sussex, 1977) es uno de esos casos en los que la biografía del artista tiende a confundirse con su propia obra. Perteneciente a ese escaso pero muy interesante grupo de mujeres fotógrafas que emergieron en el periodo de entreguerras su figura aparece asociada habitualmente al movimiento surrealista y en especial a la figura de Man Ray, con quien se inició en la fotografía. Fue una destacada modelo que posó para autores como Steichen y Horst; fue asistente en París de Man Ray y modelo en muchas de sus obras; en 1932 abrió su propio estudio en Nueva York dedicado al retrato y la fotografía de moda y comercial; en 1935, tras casarse con un empresario egipcio, se estableció en El Cairo como fotógrafa independiente, y en los años cuarenta se trasladó a Inglaterra donde comenzó su colaboración con la revista Vogue, para la que realizó el que sería su trabajo más importante: corresponsal de guerra en los años 1944-1945.

LEE MILLER

Bilbao Bizkaia Kutxa

Gran Vía, 32. Bilbao

Hasta el 5 de octubre

La selección de imágenes

para esta exposición se ha estructurado a partir de dos elementos: la mirada surrealista como hilo conductor del conjunto de su obra fotográfica y la revisión de las diferentes etapas que definieron su trayectoria. Las 53 piezas reunidas, comprendidas entre 1930 y 1945, repasan equilibradamente sus años en París, Nueva York, Egipto y durante la guerra; pero, sobre todo, definen un estilo basado en la construcción de atmósferas oscuras y cerradas, de fuertes contrastes y planos forzados, de extrañamiento de la realidad, entre fragilidad y fuerza, distancia y empatía. De hecho, junto a imágenes cuyas influencias y modelos son patentes (como ese retrato solarizado de Dorothy Hill, prácticamente similar al que realizó Man Ray a la propia Miller tres años antes), se ven otras en las que una estética absolutamente singular va definiéndose: la mano que estalla sobre el picaporte, el rostro encerrado en una urna de cristal, la cabeza flotando en el vacío. Un estilo que alcanza su máxima expresión cuando se enfrenta a la guerra. Una experiencia extrema y devastadora que hace cristalizar la identidad artística de Lee Miller de manera definitiva: primero fotografiando el efecto de los bombardeos sobre Inglaterra (en esta serie hay una muestra de la madurez artística de Miller, en esa imagen de la máquina de escribir Remington, destrozada, que dialoga magistralmente, de igual a igual, con la hermosa y reluciente Remington que fotografió Man Ray en 1925) y después registrando la desolación y la muerte en los campos de exterminio. En este trabajo es destacable un tema que define con insistencia su posición ante la tragedia: las imágenes de nazis muertos, suicidados o golpeados, de las que hay dos rotundas muestras en esta exposición, y que son una extraordinaria y metafórica respuesta al espectáculo del dolor mediante la representación de la muerte del verdugo.

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