Reportaje:Incendios en Galicia

Revista a las tropas en el monte

Vecinos de un pueblo de Pontevedra increpan al ministro Alonso y al presidente de la Xunta en una visita al bosque

Los bosques cercanos a Xustans (Pontevedra) comienzan a acostumbrarse a las visitas fugaces de las autoridades. Si el pasado jueves fue el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, el que se acercó a saludar a los militares que allí trabajan, ayer le tocó el turno al ministro de Defensa, José Antonio Alonso, también acompañado por el presidente de la Xunta de Galicia, Emilio Pérez Touriño. Una comitiva de al menos veinte vehículos militares de la Brigada de Infantería Ligera Aerotransportada (Brilat) y decenas de fotógrafos y cámaras de televisión acompañaron a ambos desde la base...

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Los bosques cercanos a Xustans (Pontevedra) comienzan a acostumbrarse a las visitas fugaces de las autoridades. Si el pasado jueves fue el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, el que se acercó a saludar a los militares que allí trabajan, ayer le tocó el turno al ministro de Defensa, José Antonio Alonso, también acompañado por el presidente de la Xunta de Galicia, Emilio Pérez Touriño. Una comitiva de al menos veinte vehículos militares de la Brigada de Infantería Ligera Aerotransportada (Brilat) y decenas de fotógrafos y cámaras de televisión acompañaron a ambos desde la base militar de Figueirido.

Ya en el monte, Alonso y Touriño charlaron durante varios minutos con los soldados, a los que agradecieron su esfuerzo. El ministro se interesó por los ánimos de las tropas y preguntó por los trabajos que se realizan sobre el terreno. "Hacemos turnos de 48 horas; los aguantamos bien", le dijo uno de los soldados, satisfecho, a Alonso. Decenas de militares controlaban que el monte, todavía incandescente, no se reavivara. Muchos más acompañaban a las autoridades en su excursión por el bosque.

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Dos excavadoras se esforzaban en la construcción de un cortafuegos y levantaban una gran polvareda. Los conductores de ambas máquinas interrumpieron sus trabajos para que las autoridades pudieran saludarles. "Estas mismas excavadoras estuvieron en Pakistán durante 23 días", explicó un militar. "¿Qué tal allí?", preguntó el ministro. "Bien, bien, ayudando a la población civil".

El ministro se acercó a un soldado muy joven. "Llevo dos años en el Ejército, ¡señor!", apuntó orgulloso el militar. Otro explicó a Alonso el cometido de las Fuerzas Armadas en los montes de Xustans: "Estos días hemos estado a la espera, patrullando y vigilando el viento; ya no hay fuego, pero sí conatos que se encienden y hay que estar atentos". Esta semana, un militar comentaba que "un soldado siempre va armado". Pero las armas de los militares que patrullan estos días por el bosque son, fundamentalmente, las palas. Con ellas asfixian las llamas que brotan entre las cenizas. Hay que estar atentos. En ciertas laderas, el fuego aparece al menor descuido. Como si fuera un volcán, el monte desprende humo. La lluvia sería el mejor bálsamo. El olor característico al que ya nadie es ajeno impregna las fosas nasales y ya no se marcha en todo el día. El bosque es un gran cenicero. Imposible no mancharse. Se pise por donde se pise el suelo cruje. Millones de ramas calcinadas, secas, están esparcidas. No se escucha el sonido de animales. Sólo las sirenas de la Policía Militar, que anuncian que un ministro y un presidente autonómico están cerca. "¡Descansen!", grita un alto mando a sus subordinados.

A cien metros de allí, una veintena de vecinos chillaban a la procesión de vehículos. "El domingo es cuando había que venir", gritaban. "Los militares llegaron tarde", se quejaba Eugenio Soto. "No es su culpa, vinieron cuando les mandaron", defendía Marisol Vidal. Su sobrina, María Vidal, estaba enfadadísima: "Es una vergüenza, no sabíamos que venían Alonso y Touriño; Zapatero estuvo el otro día, saludó y se marchó". Avelino Souto, presidente de la comunidad de montes de Chan do Casal, ofrecía una explicación a la indignación vecinal. "Son del PP", reveló.

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Una vez más, la disputa política surgió en el monte gallego, donde muy pocos echan la culpa de los incendios simplemente a los pirómanos. Las horas de sueño perdidas, la desesperación por el terreno quemado y el peligro de que los incendios se lleven por delante las viviendas e incluso la vida de las personas provocan las protestas contra los políticos. Intuir a qué partido son afines los gallegos es relativamente sencillo. Basta con escuchar a quién dirigen sus iras.

Al tiempo que unos visitan y otros protestan, hay vecinos que simplemente continúan trabajando. Desde las carreteras comarcales que unen Xustans con Pontevedra, se observa a un ejército de campesinos empeñado en ganarle la guerra a los pirómanos. Una batalla que cumple hoy su noveno día.

José Antonio Alonso, en el centro, y Emilio Pérez Touriño (con pantalón claro) visitan a las tropas en Xustans.JESÚS URIARTE

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