Crítica:Feria de San Fermín

Los pegapases

Tarde anodina por culpa de unos toros sin fuerza, sin clase, carentes de peligro. Los toreros se convirtieron en tres pegapases sin cuento. Sus faenas estuvieron fabricadas en torno a meras pompas de jabón. Por mucho que adoptaran posturas pintureras, el público intuía que le estaban dando gato por liebre. Lo que tenían delante era eso que los falsos taurinos -esos destructores de la verdad de la fiesta- llaman toros y lo que los auténticos aficionados llaman pura bazofia con cuernos.

Serafín Marín dejó patente en su primero una faena vulgar, con enganchones continuos en los remates. En...

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Tarde anodina por culpa de unos toros sin fuerza, sin clase, carentes de peligro. Los toreros se convirtieron en tres pegapases sin cuento. Sus faenas estuvieron fabricadas en torno a meras pompas de jabón. Por mucho que adoptaran posturas pintureras, el público intuía que le estaban dando gato por liebre. Lo que tenían delante era eso que los falsos taurinos -esos destructores de la verdad de la fiesta- llaman toros y lo que los auténticos aficionados llaman pura bazofia con cuernos.

Serafín Marín dejó patente en su primero una faena vulgar, con enganchones continuos en los remates. En su segundo, todo lo hizo precipitado. Se convirtió en un pegapases. Lo único aceptable fue un trincherazo con buen son.

Domecq / Marín, Manzanares, Gallo

Toros del Marqués de Domecq: sin fuerza, sin clase ni peligro alguno. Serafín Marín: estocada (aplausos); estocada caída (silencio). José María Manzanares: estocada desprendida (silencio); estocada tendida (silencio). Eduardo Gallo: estocada (oreja); pinchazo hondo y bajonazo (silencio). Plaza de Pamplona, 7 de julio. 1ª corrida de lidia ordinaria. Lleno.

José María Manzanares se pasó la tarde para componer una bella estampa. Algo así como si fuera a encargar un vestido de torear. También se apuntó al papel de pegapases.

A Eduardo Gallo le dieron una oreja de regalo. Instrumentó algún derechazo con cierto temple mas sin exagerar. En los pases por alto la muleta se iba por las nubes, a la altura de las palomas. En su segundo estuvo peor. Volvió a creer que la tauromaquia del siglo XXI está regida por la ley de los pegapases.

Parecían los tres alejados de aquella expresión de Bernard Shaw: "Dichoso el que tiene una buena profesión que coincide con su afición". Los tres toreros demostraron que ni tienen afición ni saben cuál es su profesión. Claro que si la veleta pudiese hablar diría que ella dirige el viento.

Si bien la tarde no fue afortunada en lo taurino, sí la mañana estuvo nimbada de gratos recuerdos. En la iglesia del colegio de los Escolapios se celebró una misa por los amigos de la peña La Madera, entre los cuales figuraba nuestro entrañable e inolvidable amigo Joaquín Vidal. Fue una misa hermosísima porque junto a lo religioso estuvo anexionado lo festero.

En el altar, junto a la esfinge de San Fermín, estaba desplegado un capote. Durante la liturgia los asistentes fueron cantando desde jotas hasta las cosas más típicas del folclor navarro. Hubo emotivo recuerdo para aquellos ausentes, fueran de la peña o de sus afines compañeros.

Jamás habíamos asistido a un espectáculo tan emocionante a la vez que profundamente religioso, por mor de unas personas que rezaban como si estuvieran acariciando los propios rezos. Ha sido una de esas maneras formidables de empezar a vivir una fiesta tan profunda y expresiva como todo aquello que pasa durante las fiestas pamplonesas.

Ahora hace falta que salgan los toros de verdad y los toreros se acerquen, se ingenien para construir faenas hondas. Queremos creer que los muletazos clásicos que podamos ver durante la feria no lleguen a envejecer nunca. Porque el toreo clásico es exactamente a las flores intemporales del tiempo.

Después de la misa he encontrado al fotógrafo Cano (toda una leyenda del mundo del toro) quitándose la visera y saludando a la estatua de Hemingway. Me ha dicho que cumplía 94 años y que va a Pamplona desde hace 65 años. Me ha comentado que pasó junto al escritor norteamericano momentos muy lúdicos junto a buena mesa y rociados los manjares con buenos jarros de vino. Se le puede creer porque Cano es un hombre formal y serio y porque al estadounidense le gustaba la buena vida y todo aquello que saliera de Pamplona era motivo de orgullo para él. Muchos de sus compatriotas vienen a Pamplona siguiendo la estela literaria que dejó el gigantón de Illinois en páginas dedicadas a las fiestas de San Fermín.

Eduardo Gallo, que cortó una oreja a su segundo toro, durante su primera lidia.LUIS AZANZA
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