Cartas al director

El horror, en segundo plano

Es curioso, o por lo menos inusual, para un marroquí ver a un civil "normal" denunciando en un medio de comunicación la actuación de un órgano gubernamental, tal como se vio en el análisis de EL PAÍS titulado Testigo de una cárcel secreta (22-5-2006). El órgano gubernamental en cuestión es la DST marroquí, y el denunciante, Mohamed Haddad, torturado por presunta implicación en el 11-M.

En dicho artículo me ha llamado la atención la réplica de un interrogador a Haddad: "¿Tú crees que quiero acabar contigo? ¡Ojalá no hubiera ningún marroquí metido en esto!". Esta frase resume, muy ...

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Es curioso, o por lo menos inusual, para un marroquí ver a un civil "normal" denunciando en un medio de comunicación la actuación de un órgano gubernamental, tal como se vio en el análisis de EL PAÍS titulado Testigo de una cárcel secreta (22-5-2006). El órgano gubernamental en cuestión es la DST marroquí, y el denunciante, Mohamed Haddad, torturado por presunta implicación en el 11-M.

En dicho artículo me ha llamado la atención la réplica de un interrogador a Haddad: "¿Tú crees que quiero acabar contigo? ¡Ojalá no hubiera ningún marroquí metido en esto!". Esta frase resume, muy lamentablemente, el pensamiento de buena parte de la sociedad marroquí; es decir, cuando ocurre un atentado terrorista, lo primero que piensan en Marruecos (no confundir piensan con pensamos) es "¡que los responsables no sean marroquíes!", dejando el horror por la tragedia en segundo plano. Por esto, se dice que en los atentados del 16 de mayo en Casablanca (perpetrados y sufridos por marroquíes) no éramos "víctimas", sino "culpables" de terrorismo. Seguramente quedamos como unos desalmados por esto; nada más lejos de la realidad, es sólo el obsesivo narcisismo marroquí por nuestra imagen internacional, que eclipsa nuestro profundo dolor por los atentados.

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