Columna

La voz de los árboles

Siento que muchos lectores estén tan hartos de la polémica sobre los árboles de Recoletos como del guirigay de los estatutos de autonomía, pero vaya por delante mi satisfacción porque los árboles hayan conseguido quien hable por ellos, lo cual es indudable mérito de Carmen Cervera. A la baronesa debe pasarle con el reconocimiento público de defensora de los árboles lo mismo que a la duquesa de Alba con la Medalla de Oro de Andalucía que le dieron los socialistas de la Junta. Dijo Cayetana, cuando la recibió con el clamor de los obreros en contra, que prefería aquella medalla a sus títulos; que...

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Siento que muchos lectores estén tan hartos de la polémica sobre los árboles de Recoletos como del guirigay de los estatutos de autonomía, pero vaya por delante mi satisfacción porque los árboles hayan conseguido quien hable por ellos, lo cual es indudable mérito de Carmen Cervera. A la baronesa debe pasarle con el reconocimiento público de defensora de los árboles lo mismo que a la duquesa de Alba con la Medalla de Oro de Andalucía que le dieron los socialistas de la Junta. Dijo Cayetana, cuando la recibió con el clamor de los obreros en contra, que prefería aquella medalla a sus títulos; que la medalla se la había ganado ella, mientras las de su nobleza eran pura herencia. El orgullo de Cervera es parecido: ganar esta batalla contra el que gobierna y con el obrerío a su favor, a diferencia de la duquesa, sí que es trabajito suyo. Sin embargo, en Sevilla, donde un alcalde socialista se ha puesto a talar árboles para que pase un tranvía, echan de menos los ciudadanos a una aristócrata que los apoye y miran al Palacio de Dueñas con desconsuelo. Yo creo que la pasión sevillana contra esa tala es un contagio de la pasión madrileña de la baronesa, de modo que es probable que todos los árboles del mundo acaben beneficiándose de la polémica de Madrid. Debe admitir el alcalde, pues, la eficacia de los títulos nobiliarios para la convocatoria popular, aunque haya dicho él, no sin razón, que es más importante la inteligencia que la aristocracia. Pero no creo que pretendiera negar inteligencia al aristócrata, por mucho que los más ilustres árboles genealógicos estén llenos de frutos tontos, sino defender en justicia el talento y la sensibilidad de Álvaro Siza, junto al que prometió ayer cumplir los plazos del diálogo.

Y tampoco creo que dirigiera su reflexión a Esperanza Aguirre, porque pensara que la presidenta prefirió sumarse al clamor de la baronesa en su condición de condesa consorte de Murillo. A Aguirre, cuyo gobierno ha talado más árboles que el Ayuntamiento de Sevilla, le ocurrió lo mismo que al alcalde hispalense, que paseaba por Sevilla cuando vio que unos jóvenes pedían firmas contra algo y se lanzó y estampó la suya. Firmó contra sí mismo y a favor de los árboles y, para cachondeo de los sevillanos, su rúbrica apareció en los periódicos. Aguirre, uniéndose a la baronesa, ha hecho algo parecido, pero el cachondeo madrileño es más débil que el sevillano y ella tampoco contaba con que el griterío popular ignorara que Cervera no milita en el PP para reclamarla como alcaldesa. O quién sabe si pensaba en eso y buscaba otra candidatura para la alcaldía. En cualquier caso, aunque no sea por baronesa por lo que esta mujer de tantos méritos ha conseguido dirigir una protesta, es indudable que el título ha llevado su clamor hasta los programas del corazón donde su glamour es tenido en cuenta. Si este clamor hubiera sido cosa exclusiva de unos anónimos ecologistas bien informados, es probable que se les tildara de demagogos y Gallardón seguiría sin explicarse. Pero como la demagogia es cosa de pobres, o de los que se valen de la ignorancia de los pobres, y no parece el caso, pues el alcalde no da crédito a que la aristocracia se le eche a la calle y menos con rojos del brazo. Los progres, calificados con desdén por los correligionarios del alcalde de "pancarteros" o "perros ladradores", tendrán que renovar sus manifestaciones en estos tiempos en el que los que salen a la calle son los obispos del brazo de la derecha, o ésta con mesas petitorias.

Pero lo que a mí me preocupa, además, es qué va a ser de las palmeras que hay en el contorno de las caballerizas proyectadas por el arquitecto Villanueva, descubiertas ahora en la M-30. Ojalá corran la misma suerte que los árboles de Recoletos, si la suerte es buena. No ya por la alcurnia que le da a esas palmeras haber nacido en espacio palaciego, sino porque no distingo entre árboles periféricos y céntricos. Pero eso, como digo, es lo que me preocupa a mí. A Gallardón le preocupa la medalla de la Virgen de Guadalupe que Tita llevaba al cuello el sábado: "La llevo hoy porque una vez me hizo un milagro muy importante en mi vida". Y este fin de semana la Virgen de Guadalupe no la desatendió: Gallardón volvió ayer al principio y, a saber ahora, cómo vamos a llegar al final. Lo mismo acabamos en una procesión con la Virgen de Guadalupe. O en el rosario de la aurora.

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