Crítica:

El cuento del fútbol

En la reciente Real, la película, se contaba la historia, al parecer verídica, de un crío de una aldea senegalesa que, sin haber visto en su vida un partido de fútbol profesional, estaba absolutamente obsesionado con el juego de Zidane. A semejante estado había llegado gracias a las historias relatadas por su padre, que, cada vez que viajaba a la ciudad, tenía la oportunidad de ver en la televisión un partido del Real Madrid. El fútbol es espectáculo y negocio, pero también una sensación quizá sólo explicable a través del lenguaje del cuento. Como el coco, el ogro, la bella durmiente o ...

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En la reciente Real, la película, se contaba la historia, al parecer verídica, de un crío de una aldea senegalesa que, sin haber visto en su vida un partido de fútbol profesional, estaba absolutamente obsesionado con el juego de Zidane. A semejante estado había llegado gracias a las historias relatadas por su padre, que, cada vez que viajaba a la ciudad, tenía la oportunidad de ver en la televisión un partido del Real Madrid. El fútbol es espectáculo y negocio, pero también una sensación quizá sólo explicable a través del lenguaje del cuento. Como el coco, el ogro, la bella durmiente o los siete enanitos, Ronaldo y Ronaldinho pueden ser hoy en día personajes mágicos e intocables para ciertos habitantes de los lugares más recónditos del planeta. Bajo un prisma semejante, el español Gerardo Olivares ha construido la película de ficción La gran final, puzzle de historias alrededor de unos personajes que, en las condiciones más extremas, andan empeñados en disfrutar por la tele de la final del Mundial de Corea y Japón (2002) entre Brasil y Alemania.

LA GRAN FINAL

Dirección: Gerardo Olivares. Intérpretes: Jenesco Kaapor, Ahmed Alansar, Khoshibai Edil Khan, Kenshleg Alen Khan. Género: comedia. España-Alemania, 2006. Duración: 88 minutos.

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Con espíritu de fábula cómica, Olivares, hasta ahora documentalista televisivo de viajes, sin experiencia en largometrajes para cine, compone una película sorprendente, original y colorista que, sin embargo, no siempre encuentra el tono más adecuado. Por momentos, incluso desternillante; a ratos, demasiado ingenua; pero, casi siempre, simpática, La gran final presenta a un grupo de tuaregs en pleno desierto del Teneré, a unos cazadores mongoles y a unos indios de la selva brasileña que, como el niño obsesionado con Zidane, comparten el sueño del fútbol. Olivares huye del realismo para adentrarse en el territorio de la magia y su apuesta, a pesar de algunos chistes tendentes al lugar común (la vieja comentando el extendido tópico de los 22 hombres en calzoncillos tras una pelota), termina contagiando, sobre todo a los futboleros informados que sepan captar los momentos más brillantes y sutiles, como ese diálogo que distingue entre el gris oficio a machamartillo de Baiano y la clase deslumbrante de Ronaldo.

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