Crítica:

Doma y subyugación

Hay dos figuras de mujeres en las novelas de Marlen Haushofer: una sensual, desengañada, pragmática; otra sufriente, quebradiza, introspectiva. Las de la primera categoría se adaptan dócilmente a las circunstancias; las aparentemente frágiles, y esto es lo desconcertante, mantienen su independencia interior, escapan de la cárcel de sus acomodadas existencias vacías, y las salidas que encuentran suelen ser drásticas. En El muro (Siruela), su famosa utopía ecologista, una misteriosa catástrofe nuclear libera a la protagonista de las ataduras del hogar burgués; en La puerta secreta ...

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Hay dos figuras de mujeres en las novelas de Marlen Haushofer: una sensual, desengañada, pragmática; otra sufriente, quebradiza, introspectiva. Las de la primera categoría se adaptan dócilmente a las circunstancias; las aparentemente frágiles, y esto es lo desconcertante, mantienen su independencia interior, escapan de la cárcel de sus acomodadas existencias vacías, y las salidas que encuentran suelen ser drásticas. En El muro (Siruela), su famosa utopía ecologista, una misteriosa catástrofe nuclear libera a la protagonista de las ataduras del hogar burgués; en La puerta secreta (Siruela) y La buhardilla (Trea) las heroínas díscolas se fugan por medio de la imaginación. En Un puñado de vida, una joven esposa y madre, Elisabeth Pfluger, que por tedio se precipita a una destructiva relación extramarital, escenifica su suicidio y consigue así una segunda oportunidad.

UN PUÑADO DE VIDA

Marlen Haushofer

Traducción de María Esperanza Romero y Richard Gross

Siruela. Madrid, 2005

160 páginas. 16,90 euros

La primera novela de Mar-

len Haushofer (Frauenstein, Austria, 1920-Viena, 1970) contiene ya todos los ingredientes de la inquietante narrativa de la malograda escritora austriaca, Premio Nacional de Literatura en Austria en 1968 y (re)descubierta en los años ochenta: ambiente doméstico, conflictos existenciales, máxima contención emocional y un mínimo de despliegue verbal. Las historias de Haushofer, de señoras modositas, envueltas en matrimonios funcionales, se presentan con una superficie de engañosa sencillez, resquebrajada por la insumisión de la mujer frente a la sociedad patriarcal: "Sentía a su alrededor la cálida succión del cobijo hogareño. Sentada a la mesa con la cabeza apoyada sobre los brazos, creía percibir un líquido viscoso lamiéndole los pies, lenta pero imparablemente, y sentía que sólo tenía que dejarse caer para fundirse por completo en el cobijo, el calor y el silencio del hogar. Era una sensación indescriptiblemente abominable y seductora a la vez".

Elisabeth Pfluger reme

mora esta tentación contemplando una caja de postales y fotos. Veinte años después, muerto el marido, ha vuelto como Betty Russel, una rica americana, para comprar la casa de tan infortunado recuerdo, en la que ahora habita su mejor amiga, la vital Käthe, con su adorado hijo Toni. El repaso de las estaciones de su vida, de hecho, se revela como memoria de un proceso de doma y subyugación, primero por la educación paterna y el colegio de monjas, después por el marido y el amante.

A pesar de que las tragedias

de Marlen Haushofer tienen lugar en un espacio absolutamente apolítico y ahistórico, entre el tresillo de terciopelo y la alacena de roble, reflejan a la perfección el desvío de los conflictos sociales a la vida privada, tan característico en la Austria de los años cincuenta y sesenta. Contra esta connivencia hipócrita Thomas Bernhard dirigiría sus mortales ataques de rabia. Las discretas heroínas de Haushofer no protestan ni luchan contra el corsé de convenciones que las ahogan: se niegan a encajar y desaparecen silenciosamente.

La escritora austriaca Marlen Haushofer.

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