La revolución de Curitiba

En 1971, en plena dictadura militar en Brasil, Jaime Lerner fue designado como alcalde de Curitiba, una ciudad del sur de unos 600.000 habitantes. Según el Nobel de literatura Darío Fo, fue elegido porque era "un inofensivo experto en arquitectura". Y se aplicó. En contra de la mayoría de sus vecinos, Lerner decidió convertir Curitiba en la primera isla peatonal del mundo.

La primera intervención fue la principal vía comercial de la ciudad, la avenida 25 de Novembro. En un fin de semana la transformó y los vecinos se sorprendieron tanto por la gran cantidad de plantas, árboles y bancos ...

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En 1971, en plena dictadura militar en Brasil, Jaime Lerner fue designado como alcalde de Curitiba, una ciudad del sur de unos 600.000 habitantes. Según el Nobel de literatura Darío Fo, fue elegido porque era "un inofensivo experto en arquitectura". Y se aplicó. En contra de la mayoría de sus vecinos, Lerner decidió convertir Curitiba en la primera isla peatonal del mundo.

La primera intervención fue la principal vía comercial de la ciudad, la avenida 25 de Novembro. En un fin de semana la transformó y los vecinos se sorprendieron tanto por la gran cantidad de plantas, árboles y bancos como por la imposibilidad de acceder en coche. El planteamiento de Lerner era que cuanta menos importancia se le da a los coches, más habitable se vuelve una ciudad. Y su súplica a los comerciantes, que le dieran 30 días al plan. El recelo desapareció cuando la peatonalización disparó las ventas.

Poco a poco fue extendiendo el modelo al resto de la ciudad. Dictó normas estrictas contra la contaminación, promulgó un estatuto que para obligar a los urbanizadores a dejar sin construir un tercio de la superficie de cualquier urbanización, a cambio de concesiones de zonificación en otras partes, y con incentivos fiscales, persuadió a los urbanizadores para que dejaran intactos los terrenos adyacentes a zonas verdes. En 1971 Curitiba tenía medio metro cuadrado de verde por habitante. Hoy, 51,50.

Para estimular la débil economía, proyectó una ciudad industrial de 43 kilómetros cuadrados, a diez del centro, y en su entorno se construyeron viviendas rodeadas de grandes zonas verdes. Para la implantación de empresas en este complejo restringió la admisión a firmas que protegieran el medio ambiente. Hoy existe una lista de espera de empresas que quieren establecerse en Curitiba porque su nombre se ha convertido en una garantía medioambiental.

Lerner también impulsó un revolucionario sistema de transporte público para resolver el problema del tránsito. Desechó la idea del metro y en su lugar sus colaboradores diseñaron un plan de carriles de circulación rápida para autobuses que ocupan la parte central de las cinco principales avenidas, cuyo trazo discurre en círculos concéntricos cada vez más anchos alrededor del centro. Asimismo, trazó 160 kilómetros de carril bici.

Transporte colectivo

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Tras varios años alejado de la alcaldía, en 1988, Lerner ganó las elecciones municipales de Curitiba y actualizó una solución para el transporte con autobuses articulados para 270 pasajeros y estaciones tubulares aerodinámicas de cristal a la misma altura del pescante del vehículo para optimizar el acceso y las bajadas. El autobús ligeirinho es cien veces más barato que el metro, y con una frecuencia entre uno y tres minutos, recorre una red de 250 kilómetros y resulta tan eficiente que lo usa el 75% de la población. Esta Red Integrada de Transporte, utilizada por dos millones de pasajeros al día, es una referencia mundial.

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