Cartas al director

Ciutadans de Catalunya

En determinados sectores de Cataluña es patente la antipatía hacia España y sus símbolos. Y cualquiera que viaje por otras regiones españolas podrá comprobar que existe un sentimiento anticatalanista cada vez más acentuado. Pienso que en ese distanciamiento absurdo entre Cataluña y el resto de España tienen tanta culpa los nacionalismos exacerbados de una parte, como las actitudes visceralmente antinacionalistas de la otra.

Por ello me ha alegrado que el recién nacido partido Ciutadans de Catalunya pretenda, como ha afirmado Arcadi Espada, uno de sus promotores, superar esa división y r...

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En determinados sectores de Cataluña es patente la antipatía hacia España y sus símbolos. Y cualquiera que viaje por otras regiones españolas podrá comprobar que existe un sentimiento anticatalanista cada vez más acentuado. Pienso que en ese distanciamiento absurdo entre Cataluña y el resto de España tienen tanta culpa los nacionalismos exacerbados de una parte, como las actitudes visceralmente antinacionalistas de la otra.

Por ello me ha alegrado que el recién nacido partido Ciutadans de Catalunya pretenda, como ha afirmado Arcadi Espada, uno de sus promotores, superar esa división y restañar las heridas que se hayan podido producir. También encuentro positivo que dé más importancia a los ciudadanos que a la tierra o los símbolos, así como su pretensión de llegar a una equiparación real entre los dos idiomas oficiales de Cataluña, y de que nadie pueda sentirse discriminado por utilizar uno u otro.

Pienso que en Cataluña hay espacio electoral y es bueno que exista un partido catalán de izquierdas y no nacionalista, aunque personalmente no coincida ideológicamente con esta formación, especialmente por su manifestada profesión de laicismo. Además me ha gustado su talante divertido, encarnado por Boadella durante el acto de presentación; buena falta nos hace dada la crispación creciente que vive la política española. Por todo ello, bienvenido sea el nuevo partido.- Joan M. Saavedra García. Girona.

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En su artículo del día 6 marzo Sóc qui sóc que no sóc jo el señor Ovejero recogía el argumento básico del españolismo catalán: los ciudadanos de Cataluña se dividen en dos grupos según cual sea su lengua materna y, además, son mayoría aquellos para los cuales tal idioma es el castellano. Tal planteamiento, de hecho, no tiene nada de nuevo. Es el viejo lema franquista "Como somos mayoría, lo queremos de Almería" pero puesto al día. Sin embargo es falso.

En Cataluña existe, ciertamente, una minoría de personas que sólo hablan castellano pero la inmensa mayoría de hombres y mujeres somos perfectamente bilingües, indistintamente de la lengua -o lenguas- que hayamos aprendido en nuestras casas. El señor Ovejero afirma que el 53,5% de los catalanes tenemos el castellano como lengua materna y yo me lo creo. Pero no es menos cierto que yo conozco a muchas, muchísimas personas que forman parte de este 53,5% y que siempre me han hablado en catalán, sin que yo les amenace, sin que se les caiga la lengua a pedazos y, sobre todo, sin que nada impida que sigan utilizando el castellano siempre que quieren. Es más, algunos de ellos incluso hablan catalán a sus hijos y son votantes de opciones catalanistas.

Es evidente que al señor Ovejero le desagrada esta realidad tan permeable. Tampoco es una reacción nueva: a Federico Jiménez Losantos ya le sublevó, hace años, oír hablar en catalán al dirigente comunista Gregorio López Raimundo, nacido en Aragón. Pero, señor Ovejero, las parejas, las amistades y todo tipo de relaciones "lingüísticamente mixtas", como diría usted, tienen estas consecuencias. Para terminar, le propongo un sencillo juego: diríjase usted en catalán a gente con quien siempre haya hablado en castellano y, asombrado, verá con qué facilidad le siguen la conversación en la lengua del Papa Alejandro VI. Eso sí, también puesta al día.

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