Columna

Multas y más multas

"Dinero, dinero y más dinero: ése es el tema", se ha dicho Juan Urbano al salir, hace apenas unos minutos, de la tienda en la que acaba de elegir sus últimos regalos de Reyes. Ahí lo tienen, intentando abrirse camino, calle del Arenal arriba, entre una multitud llena de cajas y bolsas, pálido y con su tarjeta de crédito más caliente que la plancha de una tintorería. "Ay que ver, todo sea por hacer feliz a la familia", se dice, mientras intenta calcular mentalmente por cuánto le va a salir la broma y, con la cabeza llena de números rojos, se deja arrastrar por la marea humana hacia quién sabe d...

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"Dinero, dinero y más dinero: ése es el tema", se ha dicho Juan Urbano al salir, hace apenas unos minutos, de la tienda en la que acaba de elegir sus últimos regalos de Reyes. Ahí lo tienen, intentando abrirse camino, calle del Arenal arriba, entre una multitud llena de cajas y bolsas, pálido y con su tarjeta de crédito más caliente que la plancha de una tintorería. "Ay que ver, todo sea por hacer feliz a la familia", se dice, mientras intenta calcular mentalmente por cuánto le va a salir la broma y, con la cabeza llena de números rojos, se deja arrastrar por la marea humana hacia quién sabe dónde, más despistado que ese espectador al que, al volver del cine, le preguntaron qué le había parecido la nueva versión de King Kong y dijo: "Pues mira, Tarzán no sale, ¡pero no veas el estirón que ha dado la mona Chita!".

Por el camino hacia da igual dónde, Juan se ha fijado en los vigilantes de los parquímetros, que multaban en varias calles a los coches, seis o siete, que habían agotado su tiempo de estacionamiento. Después, sentado en un bar para tomar un café, ha visto a una pareja de municipales dejar sus denuncias en los parabrisas de dos furgonetas que estaban mal aparcadas, una de ellas en doble fila y la otra en la zona reservada para el autobús. "Me alegro", se dice, "así aprenderán. Que hagan como yo, que siempre me muevo en transporte público por la ciudad". Pero justo después de decir eso, se ha puesto a meditar y, en este mismo instante, ya no está muy seguro de si realmente está de acuerdo consigo mismo. ¿Son las multas la solución?

Juan sabe que la tarifa de las multas de tráfico ha subido, con el nuevo año, una media del 52%, aunque en algunos casos el incremento es, ni más ni menos, que del 900%. En esas condiciones, haciendo un cálculo a ojo, deduce que el Ayuntamiento habrá recaudado, sólo durante la última media hora y en la calle en la que él está, alrededor de novecientos euros. "La verdad es que si las multas son tan buen negocio", se dice, "¿realmente le interesa a las autoridades municipales solucionar el problema del tráfico? Porque eso supondría dejar de ingresar un montón de millones al año...". Así es como funciona la mente de Juan Urbano, que es una persona lógica y, como saben, aficionada a la filosofía.

Lo cierto es que Madrid es una ciudad enredada como nunca en la tela de araña de la circulación. El caos es absoluto, los atascos son interminables y nuestro cielo está tan contaminado que algunos días asomarse a la ventana es como meter la cabeza en una olla de puré. Ante ese panorama, parece que las tres únicas soluciones que se les ocurren a las autoridades municipales son multar, multar y multar. Y advertir de que, dentro de poco, se cobrará un peaje por entrar con un vehículo privado al centro de Madrid. Y, de entrada, fomentar el uso del transporte público volviendo a subir, como cada año, el precio del billete, esta vez un 6,3%. "O sea, que en el fondo lo que hacen es castigarnos por no saber cómo salir de la trampa que ellos han cavado", se dijo Juan. "Pues mira tú qué bien".

Las multas castigan a los malos conductores, pero no solucionan el problema del tráfico. "¿Y no sería más útil, por ejemplo?", se preguntó Juan, "¿abaratar el transporte público que encarecer el privado?". Claro, que eso supondría invertir, en lugar de recaudar... Mientras caminaba de vuelta hacia su casa, vio muchos edificios en construcción y se fijó en que casi ninguno de ellos tenía garaje. Más coches para el centro de la ciudad. Y pensó en los miles de pisos que estaba previsto que se levantasen en la sierra de Guadarrama, supo que esos pisos llevarían allí a miles de personas que, por lo general, tendrían que ir y venir a Madrid con sus coches, carretera de La Coruña arriba y abajo, e intentó imaginar el dinero que iban a gastarse en multas esas personas, pero la cifra era tan grande que no pudo con ella, de modo que se limitó a lanzar un silbido.

La última vez que lo vi, Juan Urbano subía por la calle de Relatores e iba moviendo una mano como quien piensa: "Qué barbaridad. Con los millones que va a sacar el Ayuntamiento gracias a las multas igual puede construir otro par de carreteras radiales. Naturalmente, de peaje".

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