Reportaje:

Ahmadineyad, un presidente en guerra verbal

El mandatario iraní vuelve al discurso de Jomeini para intentar resucitar una revolución en estado de coma

Después de decir que el Holocausto es un mito y que el Estado judío debería de establecerse en Europa, Estados Unidos, Canadá o Alaska, la última soflama del presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, ha sido el mensaje de felicitación de la Navidad a los cristianos de todo el mundo, en el que arremete contra la violencia, el consumo y el libertinaje y asegura que Jesucristo "sigue estando oprimido". El discurso de Ahmadineyad es una vuelta a los principios defendidos por el imán Jomeini, pero el nuevo presidente parece no darse cuenta de que, casi 27 años después de la instauración de la república...

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Después de decir que el Holocausto es un mito y que el Estado judío debería de establecerse en Europa, Estados Unidos, Canadá o Alaska, la última soflama del presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, ha sido el mensaje de felicitación de la Navidad a los cristianos de todo el mundo, en el que arremete contra la violencia, el consumo y el libertinaje y asegura que Jesucristo "sigue estando oprimido". El discurso de Ahmadineyad es una vuelta a los principios defendidos por el imán Jomeini, pero el nuevo presidente parece no darse cuenta de que, casi 27 años después de la instauración de la república islámica, lo único que ofrece a los 70 millones de iraníes son palabras para tapar el fracaso de la revolución jomeinista.

El presidente ha dicho que el Holocausto es un mito y que los judíos deben irse a Europa o Norteamérica

Ahmadineyad ha entrado en la cúpula del poder de los ayatolás igual que un elefante en una cacharrería. "Se puede y podemos" fue la consigna de su campaña electoral en la segunda vuelta de las presidenciales. Con ella, efectivamente, infligió al régimen su más estrepitosa derrota al vencer al hombre que gobierna en la sombra, Alí Akbar Hachemi Rafsanyani.

Roto por la fuerza de los votos el círculo con el que se protegían los ayatolás, bastaron a Ahmadineyad un par de meses para borrar también cualquier vestigio del acercamiento a Occidente labrado, con gran empeño y diplomacia, por su predecesor Mohamed Jatamí. "Ésta es nuestra propuesta", dijo el pasado octubre ante miles de jóvenes en la ciudad de Zahedan, cercana a la frontera con Afganistán. "Entregad una parte de vuestra propia tierra en Europa, en Estados Unidos, Canadá o Alaska, donde los judíos puedan establecer su país".

"Ellos crearon un mito en nombre del Holocausto y lo consideran por encima de Dios, la religión y los profetas", añadió el mandatario, que un par de semanas antes había parafraseado a Jomeini en su descripción de Israel como "un tumor canceroso que debe ser erradicado". Y añadió: "Si vosotros perpetrasteis ese gran crimen , entonces ¿por qué obligáis a los oprimidos palestinos a pagar el precio? Debéis ser vosotros los que asumáis la responsabilidad",

Ahmadineyad emprendía con esta espectacular salida de tono su yihad contra el mundo, pero a sus 49 años, este antiguo pasdaran (guardián de la revolución), no ha tenido en cuenta que, para la mayoría de los ayatolás, es un simple civil y que a la élite clerical no le gusta que un intruso se atribuya el discurso del imán Jomeini.

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Si Ahmadineyad ha logrado algo en estos casi cinco meses de presidencia iraní ha sido poner de acuerdo a Occidente y al régimen de los clérigos en que su populismo representa una amenaza para todos.

"Desgraciadamente, en el violento y materialista mundo del capitalismo, que no piensa en otra cosa que en la violencia, en el belicismo, en el consumo y en el libertinaje, el profeta de la paz y de la justicia sigue estando oprimido y siendo víctima" de los poderosos, reza, según la agencia France Presse, el mensaje navideño del mandatario.

Su lectura tiene de nuevo una clave interna y otra externa, que entronca directamente con los millones de iraníes que le votaron para que pusiera freno a la corrupción rampante del régimen.

"Jesús es el profeta del ascetismo y del amor así como el líder de un gran movimiento unitario y religioso para la lucha contra la asociación de Dios a la tiranía y la arrogancia... No iba en pos de una religión formal, convenida y al servicio de los amos del oro, del poder y del engaño, sino que había izado el estandarte de la unidad, de la justicia, de la moral y de la liberación del hombre", añade el dirigente iraní en un intento de ganar para su causa a las masas de desfavorecidos cristianos.

Muchos de los votantes de Ahmadineyad durante las elecciones del pasado mes de junio, sin embargo, no están dispuestos a pagar por el renacimiento del régimen con la escasa libertad ganada con el ex presidente Jatamí. "Fuera la música occidental y decadente", afirmó el presidente hace dos semanas al anunciar la prohibición de que las televisiones y radios oficiales iraníes emitan esa música. El pasado lunes, dos días antes de que comenzara a emitir vía satélite desde Dubai, declaraba también ilegal la cadena de televisión fundada por el hoyatoleslam reformista Mehdi Karrubi.

Entre incontinencias verbales y quijotescas luchas, como repartir acciones entre los desheredados para que se beneficien de la riqueza petrolera de país, Ahmadineyad se ha quedado solo nada más comenzar su presidencia.

La ebullición de Irán es tal y la presión exterior tan asfixiante que el escandaloso discurso presidencial puede ser el revulsivo que haga saltar por los aires el régimen. Además, al llevar su guerra verbal al terreno ultra sensible de las armas de destrucción masiva -a principios de diciembre defendió públicamente los "derechos legítimos de Irán en materia nuclear"-, Ahmadineyad ha situado definitivamente el país en el punto de mira de los halcones de EE UU e Israel, favorables a acabar con las pretensiones atómicas iraníes por medio de acciones militares aéreas selectivas.

El presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, en una foto de junio pasado.REUTERS

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