Columna

Historia

Termina la celebración del Centenario del Sevilla Club de Fútbol con más resonancia y popularidad que el del V Centenario de la Universidad de Sevilla; un resultado coherente con la cantidad de aficionados al deporte y al conocimiento que hay aquí y en otros muchos lugares. Sin embargo, la Universidad también se ha esforzado en buscar un resquicio por el que presentar sus méritos a la sociedad organizando conferencias, exposiciones y editando un libro, coordinado por Ramón María Serrera y Rafael Sánchez Mantero, extraordinario en su edición, en sus imágenes y en su contenido.

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Termina la celebración del Centenario del Sevilla Club de Fútbol con más resonancia y popularidad que el del V Centenario de la Universidad de Sevilla; un resultado coherente con la cantidad de aficionados al deporte y al conocimiento que hay aquí y en otros muchos lugares. Sin embargo, la Universidad también se ha esforzado en buscar un resquicio por el que presentar sus méritos a la sociedad organizando conferencias, exposiciones y editando un libro, coordinado por Ramón María Serrera y Rafael Sánchez Mantero, extraordinario en su edición, en sus imágenes y en su contenido.

Entre los 19 capítulos dedicados a diferentes temas y escritos por personalidades de la cultura, por eso de estar estos días Sevilla engalanada con motivos navideños y sus calles y sus tiendas abarrotadas de clientes y público, me voy a referir al capítulo sexto que se titula Sevilla, puerto y puerta de las Indias en el que Antonio García-Baquero y Ramón María Serrera tratan un tema conocido: el orto y el ocaso de la Sevilla americana. Merece la pena leerlo porque entre sus estudios y citas, describen hechos importantes que con facilidad olvidamos los que no somos eruditos.

El comienzo está dedicado a los motivos existentes para que Sevilla fuese elegida como Puerto y Puerta de las Indias y como sede de la Casa de la Contratación. Después escriben sobre los productos de intercambio agropecuarios, de manufactura, libros y arte nuestro, por ejemplo, por los suyos que repercutieron en la economía, agricultura, industria, farmacopea -divulgada por el médico sevillano Nicolás Monardes- y hábitos sociales de aquí y de Europa. Otro tema es la transformación de la morfología urbana sevillana así como la nueva economía que la provoca; y, por último, tras el traslado de la Casa de la Contratación a Cádiz, es de gran interés leer el declinar de la ciudad con las primeras quiebras comerciales, la peste del 49, una temporada de malas cosechas, hambrunas, alteraciones de la moneda de vellón y la revuelta del barrio de la Feria. Mi conclusión es que lo nuestro era lo que teníamos cuando nos concedieron el monopolio del comercio con las Indias. Eso sería nuestra historia propia, porque todo lo demás, tal como se fue, nos había llegado de fuera.

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