Editorial:

China pesa más

Que la economía china era, por tamaño, una de las más importantes del mundo, no precisaba de confirmación estadística. La abultada revisión al alza, en un 16,8%, que han hecho las autoridades del gigante asiático de la estimación de su PIB en 2004, gracias a la mayor presencia del sector servicios, la sitúa -si se engloba en ella a Hong Kong- en el cuarto lugar mundial, desplazando al Reino Unido, Francia e Italia y sólo por detrás de Estados Unidos, Japón y Alemania.

Al ritmo de un 9% de crecimiento en los últimos 10 años, China puede situarse en poco más de una década en segundo lugar...

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Que la economía china era, por tamaño, una de las más importantes del mundo, no precisaba de confirmación estadística. La abultada revisión al alza, en un 16,8%, que han hecho las autoridades del gigante asiático de la estimación de su PIB en 2004, gracias a la mayor presencia del sector servicios, la sitúa -si se engloba en ella a Hong Kong- en el cuarto lugar mundial, desplazando al Reino Unido, Francia e Italia y sólo por detrás de Estados Unidos, Japón y Alemania.

Al ritmo de un 9% de crecimiento en los últimos 10 años, China puede situarse en poco más de una década en segundo lugar e incluso desbancar a EE UU antes de 2050. Sin embargo, persisten graves desequilibrios de todo tipo y diferencias de riqueza entre regiones que deben ser corregidos a fin de evitar convulsiones sociales. Cien millones de sus 1.300 millones de habitantes viven en la pobreza, lo que le coloca en el lugar 107 del ranking mundial en PIB por habitante. Los numerosos accidentes medioambientales que se producen, el más reciente el vertido de cadmio al río Beijiang, revelan un modelo de crecimiento lleno de riesgos. En cualquier caso, es innegable su creciente protagonismo económico, no sólo como vendedora, sino también como gran importadora. Su contribución a la demanda mundial, no sólo de petróleo y otras materias primas, la ha convertido en la segunda gran locomotora de la economía mundial, junto a EE UU.

La intensificación de la competencia mundial es la otra manifestación visible de su peso específico. Su economía es muy competitiva en manufacturas tradicionales, pero en modo alguno limita su eficacia a ese sector. Esta misma semana se ha conocido que en 2004 superó a EE UU como principal exportador mundial de bienes de tecnologías de la información y de la comunicación. De su competitividad internacional, así como de la política cambiaria practicada hasta el momento, deja constancia el espectacular crecimiento de sus reservas internacionales, que a finales de 2006 superarán muy probablemente el billón de dólares. Su mayoritaria materialización en títulos del Tesoro estadounidense ha convertido a su economía en una de las principales financiadoras del déficit presupuestario de EE UU, a la vez que en importante factor de estabilización financiera global.

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Este poderío no tiene por qué constituir una perturbación ni una amenaza para el resto del mundo, si China asume sus responsabilidades, incluidas las asociadas al desmantelamiento de cualquier tipo de protección económica. Al resto del mundo le corresponde facilitar el ejercicio de esa responsabilidad, no tanto con amenazas o represalias por los superávit comerciales que exhibe frente a algunas economías avanzadas, EE UU de forma particular, como propiciando una mayor y más activa implicación en las instancias multilaterales destinadas a gobernar el proceso de globalización, el G-7 incluido.

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