Cartas al director

Agur, Aniceto

El pasado 1 de diciembre murió Aniceto Moreno. Había sido concejal socialista del Ayuntamiento de Mallabia durante todas las legislaturas desde que se instaurara la democracia hasta esta última en la que ya no se presentó a las elecciones, porque al estar amenazado tuvo que irse de Euskadi.

Aniceto era un hombre sencillo que vino muy joven a Eibar y que a finales de los sesenta se quedó en Mallabia, y se hizo de Mallabia, y allí sacó adelante a su familia, era un trabajador del metal con profundas ideas políticas y con una gran ilusión por defenderlas y por trabajar por su pueblo, al qu...

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El pasado 1 de diciembre murió Aniceto Moreno. Había sido concejal socialista del Ayuntamiento de Mallabia durante todas las legislaturas desde que se instaurara la democracia hasta esta última en la que ya no se presentó a las elecciones, porque al estar amenazado tuvo que irse de Euskadi.

Aniceto era un hombre sencillo que vino muy joven a Eibar y que a finales de los sesenta se quedó en Mallabia, y se hizo de Mallabia, y allí sacó adelante a su familia, era un trabajador del metal con profundas ideas políticas y con una gran ilusión por defenderlas y por trabajar por su pueblo, al que tanto quería. Hace unos años, él y su mujer se enfrentaron a la terrible injusticia de tener que escoger entre irse de Euskadi o quedarse, y si se quedaban sabían que tenían que aceptar la compañía forzosa de un escolta que hubiera protegido a un trabajador jubilado, cuya vida iba a consistir en hacer las pequeñas compras del día a día, tomarse unos cafés en los bares del pueblo mientras leía el periódico, charlar con los vecinos, echar la partida e ir semanalmente a los plenos del Ayuntamiento de un municipio de algo más de mil habitantes.

Ésa era la vida de Aniceto y así era feliz, en su pueblo, en su salsa. Al final se fueron, y pudimos comprobar de primera mano la profunda tristeza que el exilio y el desarraigo habían provocado en ellos. Quizá en vida no arropamos lo suficiente a Aniceto, pero estas palabras quieren ser un recuerdo cariñoso y un reconocimiento a su persona, y un fuerte abrazo a su

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viuda, Araceli, y a todas las personas que han sufrido y siguen sufriendo la violencia de persecución.

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