Análisis:VOCES DE LA OTRA ORILLA | Alfred Tovias, catedrático de la Universidad Hebrea de Jerusalén | ORIENTE PRÓXIMO

La visión desde Israel: mucho hablar y pocas nueces

El Proceso de Barcelona, en lo que se refiere a su vertiente económica, no puede alcanzar de manera visible sus objetivos declarados: la estabilización y crecimiento de las economías árabes mediterráneas por medio de una integración económica (que no política) con la Europa comunitaria. La razón principal es que la iniciativa de la UE no ha llevado, ni puede llevar, a una verdadera integración económica de estos países en el club europeo, es decir, a una nueva división internacional del trabajo en el área euromediterránea. (Y en lo que sigue excluyo deliberadamente el caso sui géneris ...

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El Proceso de Barcelona, en lo que se refiere a su vertiente económica, no puede alcanzar de manera visible sus objetivos declarados: la estabilización y crecimiento de las economías árabes mediterráneas por medio de una integración económica (que no política) con la Europa comunitaria. La razón principal es que la iniciativa de la UE no ha llevado, ni puede llevar, a una verdadera integración económica de estos países en el club europeo, es decir, a una nueva división internacional del trabajo en el área euromediterránea. (Y en lo que sigue excluyo deliberadamente el caso sui géneris de Israel).

Primero, los sacrificios realizados por la UE para lograr dichos objetivos han sido financieros (ayuda MEDA), no "reales". No ha habido "efecto demostración", es decir, no ha habido en la UE nadie que haya declarado que, "puesto que estamos en el mismo barco, el ejemplo os lo vamos a dar nosotros primero, desmantelando aranceles sobre frutas y legumbres".

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España en particular, a la que tanto gusta que los países árabes sigan en algunas cosas su ejemplo, no lo ha dado para nada en lo que era fundamental, puesto que desde el principio se las ingenió para que no se hable en el contexto del Partenariado de concesiones agrícolas. Incluso ahora, con la casa metafóricamente ardiendo al sur de Gibraltar (y a veces menos metafóricamente al norte de Gibraltar; véase el 14-M), no da su brazo a torcer y sigue produciendo tomates industriales bajo plástico utilizando mano de obra marroquí.

En este sentido, la continuación del Partenariado en su nueva versión de Política de Vecindad no merece mucho mejor juicio, puesto que ofrecer a los países árabes participar en algunos aspectos del mercado interior es poner el carro delante de los bueyes, puesto que no tiene sentido promover, por ejemplo, la igualación de las normas fitosanitarias de los países árabes con las europeas, cuando el obstáculo principal al comercio, es decir los aranceles o las subvenciones a las exportaciones comunitarias, aún no se han tocado.

En segundo lugar, los incentivos financieros ofrecidos por la Unión Europea no han sido lo suficientemente atractivos para que, a cambio, los regímenes autoritarios de los países del Magreb y del Mashrek estén dispuestos a atarse las manos haciendo reformas económicas y políticas impopulares como la UE pensaba y quería.

En tercer lugar, el valor de los incentivos comerciales que ya se habían dado mucho antes de 1995 ha ido disminuyendo con el tiempo.

En cuarto lugar, algunos proyectos están tardando tanto tiempo en aprobarse que ya no tienen mucho sentido hoy en día. ¿Para qué sirve la ventaja de origen mediterráneo si los aranceles industriales de la UE son ya tan bajos y lo van a ser aún más después de la Ronda de Doha? En quinto lugar, los compromisos que se ha autoimpuesto la UE han sido virtuales (por ejemplo, examinar demandas de países mediterráneos no miembros sin mojarse formalmente como no sea en la importación temporal de mano de obra) y reversibles (por ejemplo, la UE se ha reservado la posibilidad de aplicar derechos antidumping sobre las importaciones de los países mediterráneos).

Es verosímil que el Partenariado, tal y como fue concebido por Bruselas, tuviese como objetivos otros que los oficialmente declarados. Si no es así, la conclusión es que no estaba bien concebido. Si, por contra, la UE tenía otras razones en favor del establecimiento de zonas de librecambio industrial, entonces la cuestión es saber si todavía son válidas una década después. Si ese es el caso, tiene sentido continuar, analizando fríamente las cosas desde la perspectiva comunitaria. Pero de no ser así, se debería proceder a una revisión total del proyecto.

La presente situación del Partenariado me recuerda la historia del individuo que por despiste cae del piso 122 de un rascacielos y que a la altura del 35 piensa que "hasta ahora todo va bien".

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