Columna

Desacato real

Para conmemorar el 30 aniversario de la Marcha Verde, Mohamed VI ha manifestado que autonomía, tal vez se la conceda, pero que nada del referéndum de autodeterminación para el Sáhara Occidental, parte del cual se anexionó Marruecos, por la fuerza de las armas, tras la traición del Pacto Tripartito firmado en Madrid, en noviembre de 1975, por el gobierno Arias, y por el cual se dejaba la colonia en manos de Marruecos y Mauritania. Hace unos días, moría, en El Aaiún, Hamdi Lambarki, a consecuencia de las torturas policiales sufridas, después de su detención. Lambarki no hacía más que apelar al r...

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Para conmemorar el 30 aniversario de la Marcha Verde, Mohamed VI ha manifestado que autonomía, tal vez se la conceda, pero que nada del referéndum de autodeterminación para el Sáhara Occidental, parte del cual se anexionó Marruecos, por la fuerza de las armas, tras la traición del Pacto Tripartito firmado en Madrid, en noviembre de 1975, por el gobierno Arias, y por el cual se dejaba la colonia en manos de Marruecos y Mauritania. Hace unos días, moría, en El Aaiún, Hamdi Lambarki, a consecuencia de las torturas policiales sufridas, después de su detención. Lambarki no hacía más que apelar al respeto de las resoluciones de las Naciones Unidas. Dos escenarios pedagógicos y dramáticamente repetidos: en el primero, un rey marroquí declama, en público, su desprecio por los derechos humanos y las leyes internacionales; en el segundo, un joven saharaui apela a la independencia de su país, confiado en la responsabilidad y el amparo de la ONU. En el primer escenario, se comete un flagrante desacato, y un insulto, a los gobiernos supuestamente amigos, al Parlamento Europeo, al español y a muchos autonómicos, como el valenciano; en el segundo escenario, se comete un crimen por los gendarmes, por los verdugos, que han ocupado ilegalmente un territorio, y torturan, asesinan, encarcelan y "desaparecen" a sus gentes. Y no sólo a sus gentes, sino a los testigos de tanta atrocidad: recientemente detuvieron a tres periodistas españoles; y a muchos otros periodistas, diputados y representantes de organizaciones atentas al cumplimiento de los derechos humanos ni siquiera les permiten salir de sus aviones. ¿Y qué efecto producen ambos escenarios, socialmente hablando? Miren en torno, y tras una pizca de incredulidad, crece la indignación ante la barbarie. Y por la de los gobiernos supuestamente amigos -como el nuestro y como todos los nuestros, desde la traición- un silencio cómplice de un rey que no tiene empacho en pitorrearse de la comunidad internacional, y mientras habla de modernizar su país, se encastilla en el medievo, con las manos ensangrentadas. Las naciones civilizadas no pueden tolerar este lento genocidio de 30 años. ¿Van a seguir mirando a otro lado? Qué vergüenza.

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