Horror en el valle de la belleza

Decenas de miles de personas abandonan sus aldeas destruidas por el terremoto en la región montañosa del norte de Pakistán

¿Cómo entender el horror en la belleza? Es doblemente doloroso contemplar la destrucción más absoluta en medio de un escenario idílico. Hasta en las montañas que rodean el valle de Balakot, 300 kilómetros al norte de Islamabad, se ven las brutales huellas dejadas por el terremoto del pasado día 8. Son como llagas abiertas, arañazos por los que descendieron toneladas de piedras que sepultaron cientos de aldeas, mientras en el lecho del valle, por el que corre el río Kunhar, la ciudad entera se derrumbaba sin dejar una sola casa en pie.

Muchos de sus muertos siguen bajo planchas de cement...

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¿Cómo entender el horror en la belleza? Es doblemente doloroso contemplar la destrucción más absoluta en medio de un escenario idílico. Hasta en las montañas que rodean el valle de Balakot, 300 kilómetros al norte de Islamabad, se ven las brutales huellas dejadas por el terremoto del pasado día 8. Son como llagas abiertas, arañazos por los que descendieron toneladas de piedras que sepultaron cientos de aldeas, mientras en el lecho del valle, por el que corre el río Kunhar, la ciudad entera se derrumbaba sin dejar una sola casa en pie.

Muchos de sus muertos siguen bajo planchas de cemento que servían de suelo al segundo piso de la vivienda. El primero está literalmente desaparecido, en algunos edificios parece un simple escalón que conduce a la destrucción que se ve por encima.

El terremoto causó una destrucción absoluta en medio de un escenario idílico
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La tragedia se presiente en el pequeño puerto que se abre al valle. La carretera, que abrieron el jueves pasado echando al río las piedras que la bloqueaban, es la viva imagen del éxodo del miedo. Familias harapientas han atado a cabras, bueyes o burros sus pocas pertenencias y han emprendido el camino hacia una tierra que tiemble menos. Otros van en coches, camiones o autobuses abarrotados. Otros, a pie.

A los lados, en los escasos sitios llanos, se han instalado ya las primeras tiendas. Como la de la familia de Yaba Ibrar, de 14 años, que asegura que desde entonces el pánico no le deja dormir y que cada dos por tres salta de donde está, creyendo que es otro terremoto de igual intensidad que el que mató a muchos de sus compañeros cuando, como él, estaban en la escuela.

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Según el Instituto de Sismología, en estos días se han producido más de 600 temblores de tierra y la actividad sísmica no cesará hasta dentro de una semana o dos. La mayoría son imperceptibles, aunque al menos seis superaron los cinco grados en la escala Richter y provocaron más de una carrera. La actual tragedia, en la que, según las últimas cifras oficiales, han muerto 39.422 personas, la desató un terremoto de 7,6.

Decenas de miles de personas deambulan por la ciudad de Balakot. La mayoría son aldeanos que cuando el hambre empezaba a apretar en sus casas reducidas a escombros decidieron bajar al valle en busca de ayuda. "Yo estaba trabajando en el campo y de pronto la tierra comenzó a saltar de abajo a arriba, al tiempo que un ruido ensordecedor y una enorme polvareda envolvían todo. Eran las piedras cayendo de las montañas. Cuando se despejó, pude ver la aldea aplastada", señala Nías Mohamed, de 35 años.

Mohamed y su familia son de los afortunados que han logrado hacerse con una tienda de campaña. La han colocado al lado del río, junto a tres de otros vecinos. No piensan volver a Hungrai, de donde salieron el martes. Situada en lo alto de una colina, "allí ya no queda nada", dice.

Balikok tiene tres cinturones a cada cual más elevado y de un color distinto. En el primero domina el verde claro, son colinas cultivadas. El segundo es verde oscuro, son montañas cubiertas de árboles. Y el tercero es la cordillera del Karakorum, que se alza imponente y negruzca, menos sus cumbres bañadas en el blanco brillante de la nieve caída la noche anterior.

Situado en la Provincia Fronteriza del Noroeste (NWFP), es una de las regiones más pobres de Pakistán, con un 60% de sus 200.000 habitantes por debajo de la línea de pobreza, es decir, que viven con menos de un euro diario por persona.

La ONG española Plan, que trabaja en Pakistán desde 1997 y ha establecido proyectos integrales de educación, sanidad, pozos de agua potable, alcantarillado y mejora del nivel de vida en 136 aldeas, la mayoría en NWFP, se dispone ahora a emprender proyectos de rehabilitación a largo plazo en este valle y en el vecino de Mansera, que también ha sufrido los efectos del terremoto, aunque con mucha menor intensidad.

La ONU indicó que se necesitarán entre cinco años y más de 10.000 millones de euros para reconstruir el desastre y devolver la esperanza a la población.

Las labores de ayuda se desarrollan en situación difícil, y ayer un helicóptero se estrelló muriendo seis militares paquistaníes. En contraste, cuatro niños, uno de ellos de meses, fueron ayer restados vivos de entre los escombros una semana después del seísmo.

Una víctima del terremoto busca plásticos con los que construir un refugio para sus hijos en Balakot.REUTERS

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