Crítica:COMER

Gran puesta en escena

AZABARA, altos y bajos en un nuevo local madrileño

Con un derroche de recursos inusual ha abierto sus puertas en Madrid un restaurante de los que dejan perplejo. A sus dos ampulosos comedores se suman una discoteca y una marisquería que, junto con la terraza, conforman el multiespacio Nueva Fontana, lugar sorprendente, con abundantes detalles retro y elementos decorativos excesivos. Se trata de un establecimiento raro, de precios elevados, donde casi todo está bien salvo parte de la propia comida. El ambiente es bueno; el servicio, que se pasea uniformado con esmóquines y fraques, es más profesional de lo que aparenta; la puesta en esce...

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Con un derroche de recursos inusual ha abierto sus puertas en Madrid un restaurante de los que dejan perplejo. A sus dos ampulosos comedores se suman una discoteca y una marisquería que, junto con la terraza, conforman el multiespacio Nueva Fontana, lugar sorprendente, con abundantes detalles retro y elementos decorativos excesivos. Se trata de un establecimiento raro, de precios elevados, donde casi todo está bien salvo parte de la propia comida. El ambiente es bueno; el servicio, que se pasea uniformado con esmóquines y fraques, es más profesional de lo que aparenta; la puesta en escena es notable, y la bodega, que dirige José Miguel Fernández, de una envergadura apreciable. Al frente de todos los servicios, Juan Carlos Varela, profesional con sólida experiencia. Y en la cocina, una brigada numerosa que se esfuerza por poner a punto recetas convencionales, de escaso carácter, que parecen copiadas de otros lugares y en determinadas ocasiones no conceden atención a la temporada. Fórmulas en las que alternan los aciertos con estrepitosos desencantos.

AZABARA

6. Hernani, 75. Madrid. Teléfono 914 17 59 79. Cierra los domingos. Entre 70 y 100 euros por persona. 'Foie gras' asado y frío, 27. Mero con callos de bacalao, 24. Solomillo y calabacín con papada de cerdo, 24. Tartita de pasta brisa con chocolate, 9 euros.

Pan ... 5,5

Café ... 8

Bodega ... 7,5

Ambiente ... 7,5

Aseos ... 8

Servicio ... 9

No es lógico preparar una crema de guisantes primaverales (congelados) en otoño y ahogarla con tanta nata que el sabor de las legumbres quede desfigurado. Ni presentar un soberbio taco de bacalao nadando en una triste vichyssoise, anulada por la abundancia de lácteos. Tampoco convence la ensalada hortelana, con chips de verduras y berberechos, demasiado engrasada. Con los pescados la casa sube peldaños. El rape con salsa romesco y almendras es sabroso, y el mero con callos de bacalao descubre calidad en el producto y acierto en el manejo del horno. Es una pena que con las carnes vuelvan los sobresaltos. Si la pechuga de pularda no admite reparos, las carrilleras de ternera desconciertan. No tiene sentido que las presas de carne estofada se monten sobre pimientos del piquillo y se adornen con un innecesario picadillo de morros y queso. Peor aún, que a modo de guarnición el plato se sirva con una ensalada de rúcola con cecina. Carnes guisadas y curadas en un mismo plato son un dúo que revela serios problemas de concepto.

Comedor del restaurante Azabara, que abrió sus puertas este verano en la calle de Hernani de Madrid.SANTI BURGOS

MARISCO Y PUROS HABANOS

EN LA MARISQUERÍA La Naveta, dentro del mismo complejo, el ambiente es más desenfadado que en el restaurante. Nada de platos sofisticados ni de recetas forzadas. Sólo buenos productos que se sirven en raciones generosas y se tratan de manera sencilla. A pie de barra o en las mesitas se degustan entrantes tan reconfortantes como el pulpo a feira, las anchoas en salazón, berberechos al vapor, verduras fritas con gambas y raciones de jamón ibérico. La carta, que concede un hueco a las frituras (boquerones, calamares, gambas a la gabardina), incluye los falsos chanquetes con huevos fritos, pececillos inmaduros que, incomprensiblemente, siguen campando a sus anchas en algunos lugares a pesar de las campañas del FROM y de las prohibiciones. Abundan los mariscos, y se ofrecen algunos pescados espectaculares, como las rodajas de merluza y de rodaballo a la gallega. Fracasan con los arroces, como lo demuestra el de bogavante, con intenso gusto a extracto.Los postres, de enunciados ampulosos, no merecen grandes elogios. Se salvan los helados y sorbetes, y no están mal la leche frita y el timbal de hojaldre. Es vulgar el pan; magnífico el surtido de cafés y tés; bien pertrechada la bodega, y apabullante la lista de habanos.

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