Editorial:

Ejercicio de paralelas

Los discursos de Zapatero y Rajoy circulan en paralelo: sólo se unen en el infinito. Ambos se ofrecen acuerdos, pero se abstienen de responder a las propuestas del otro. Y ello pese a que sobre los principales asuntos en discusión, terrorismo y reformas territoriales, coinciden entre sí más que cualquiera de ellos con no importa qué otro dirigente de los demás partidos. Seguramente hay razones de política práctica -relacionadas con las alianzas- que lo explican; pero no deja de ser difícil de entender.

Rajoy volvió a reprochar a su interlocutor haber roto el Pacto Antiterrorista, que ve...

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Los discursos de Zapatero y Rajoy circulan en paralelo: sólo se unen en el infinito. Ambos se ofrecen acuerdos, pero se abstienen de responder a las propuestas del otro. Y ello pese a que sobre los principales asuntos en discusión, terrorismo y reformas territoriales, coinciden entre sí más que cualquiera de ellos con no importa qué otro dirigente de los demás partidos. Seguramente hay razones de política práctica -relacionadas con las alianzas- que lo explican; pero no deja de ser difícil de entender.

Rajoy volvió a reprochar a su interlocutor haber roto el Pacto Antiterrorista, que venía dando buenos resultados. Sin embargo, son esos buenos resultados los que, según Zapatero, han creado las condiciones que permiten acelerar el fin de ETA desde la política. Es absurdo negar que ha habido un cambio en la estrategia antiterrorista: abrir expectativas de negociación con ETA y Batasuna es un cambio. Lo lógico sería discutir si está justificado o no en función de los nuevos datos: 27 meses sin muertos, rebrote de la kale borroka, pretensión de Batasuna de imponer una relegalización de hecho. Mientras no se lo planteen en esos términos, su diálogo antiterrorista será de sordos. A diferencia del mecanismo propuesto para buscar acuerdos en otras cuestiones, Zapatero ofreció a Rajoy un "diálogo bilateral, personal y directo" sobre este asunto, lo que parece querer subrayar el carácter reservado de las informaciones que está dispuesto a compartir con el líder de la oposición.

Es cierto que hay divisiones en el PSOE sobre las reformas territoriales, pero también en el PP: entre quienes desearían su rechazo frontal, como Aznar, y quienes consideran más inteligente participar en ellas a fin de condicionarlas y evitar desbordamientos. Los que defienden lo primero confían en un descarrilamiento de los procesos de reforma en curso que conduzca a elecciones anticipadas, en Cataluña y en toda España. Rajoy negó ayer guiarse por esa expectativa. Acusó al PSOE de carecer de ideas claras y propuestas concretas sobre las reformas, pero no avanzó las suyas ni objetó las condiciones de Zapatero: consenso, dentro de la Constitución, que corresponda a necesidades reales. Si Rajoy piensa que son insuficientes, ayer era el día para decirlo.

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Las paralelas sólo se rozaron en relación a la reforma educativa. Habrá un marco de diálogo estable para consensuar su alcance y evitar que cada cambio de Gobierno provoque planes nuevos. Pero con más razón sería lógico consensuar la continuidad de las políticas de Estado, al margen de alianzas coyunturales.

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