Análisis:AGENDA GLOBAL | ECONOMÍA

Cautelas

LOS MERCADOS HABLAN. El lenguaje de los que cotizan instrumentos financieros no es siempre el de más fácil interpretación, pero es el más intensamente escrutado. En este comienzo de curso, los de bonos y acciones parecen exhibir algunas de las cautelas que el verano ha diferido. La existente sobre la de continuidad del crecimiento es la más importante. Y la inquietud se ha acentuado en las dos últimas semanas de agosto de la mano de significativos incrementos en los precios de la energía. Los tipos de interés de los mercados de bonos, en mayor medida que las cotizaciones de las acciones, sigue...

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LOS MERCADOS HABLAN. El lenguaje de los que cotizan instrumentos financieros no es siempre el de más fácil interpretación, pero es el más intensamente escrutado. En este comienzo de curso, los de bonos y acciones parecen exhibir algunas de las cautelas que el verano ha diferido. La existente sobre la de continuidad del crecimiento es la más importante. Y la inquietud se ha acentuado en las dos últimas semanas de agosto de la mano de significativos incrementos en los precios de la energía. Los tipos de interés de los mercados de bonos, en mayor medida que las cotizaciones de las acciones, siguen siendo los más elocuentes transmisores de ese panorama menos propicio al crecimiento económico.

El ritmo de crecimiento de EE UU sigue por encima del 3%; Japón afianza la recuperación de su actividad, y China apenas acusa los efectos de la moderada revaluación en el tipo de cambio de su moneda

A juzgar por los indicadores (históricos, lamentablemente), las economías no presentan peor salud hoy que hace un par de meses. El ritmo de crecimiento de la economía estadounidense sigue significativamente por encima del 3%, la japonesa afianza claramente la recuperación de su actividad de la mano de una no menos esperanzadora en la confianza de las empresas; China apenas acusa los efectos de la moderada revaluación en el tipo de cambio de su moneda frente a la estadounidense, manteniendo ritmos de crecimiento sorprendentes y el mismo atractivo a la inversión extranjera directa. Incluso en la economía alemana emergen señales menos adversas que las que exhibía antes del verano; el paro y la confianza de las familias son las más destacadas en una economía con la demanda interna congelada desde hace mucho tiempo.

Favorables son también las aportadas por las recientes entradas de capitales exteriores, a través de compras de bonos y acciones, en el conjunto de la eurozona. Son muestras de confianza que se refuerzan con el crecimiento de la actividad hipotecaria en el conjunto del área monetaria. Ya no sólo en España, cuyo crecimiento económico sigue diferenciándose muy favorablemente del de sus vecinas, al tiempo que su composición avanza, aunque más lentamente de lo que sería deseable, hacia un mayor equilibrio entre los distintos componentes de la demanda interna y entre ésta y la de naturaleza externa.

Todo lo anterior ha coexistido con una inflación bajo control en el conjunto de los bloques económicos. En consecuencia, los principales bancos centrales mantienen políticas monetarias de tono moderado, compatibles en principio con la continuidad del crecimiento. De los mercados de capitales, de los de bonos en concreto, no cabe deducir amenaza alguna a la estabilidad macroeconómica. Todo lo contrario, a juzgar por la avidez con que se compran títulos de deuda pública con rendimientos históricamente reducidos. En realidad, es esa ausencia de repunte en los tipos de interés a largo plazo, cuando no su caída por debajo de los de algunos plazos menores, lo que genera cierta inquietud, no sólo entre los analistas más supersticiosos.

Lo que los registros estadísticos no acusan, y quizá los mercados de bonos insinúan, es el impacto que sobre la actividad real y los estados de ánimo de los agentes económicos tendrá la elevación del precio del petróleo durante las últimas semanas y las expectativas hoy existentes al respecto, particularmente ensombrecidas tras los muy severos efectos del huracán Katrina. De los distintos ámbitos en que puede traducirse el impacto económico de ese desastre se debe contar con el ocasionado sobre la capacidad de extracción de crudo y, muy especialmente de refino, de las plataformas existentes en el golfo de México. El resultado no es otro que un nuevo factor de tensión alcista en los precios de esa materia prima y de sus derivados, que avala las previsiones de quienes consideran los precios medios de este verano (un 30% superiores a los existentes hace tres meses) poco menos que definitivos.

Razonables cautelas, en definitiva, las de quienes en el inicio del nuevo curso traducen el lenguaje de los mercados como expresión de menores posibilidades de crecimiento económico global que el que se anticipaba antes del verano.

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