Reportaje:EXTRANJEROS EN LA COSTA | Verano 2005

El paisaje en la retina

El Parque Cabo de Gata-Níjar inspira la obra de la fotógrafa suiza Jeanne Chevalier desde su primera visita en 1963

"Para mí fue un encuentro, una emoción increíble. La atracción fue tan fuerte que la primera vez que vine sabía que iba a volver, aunque no sabía cómo". Así describe la fotógrafa suiza Jeanne Chevalier su primer coqueteo con el Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar, allá por 1963. Fue en Los Escullos, cuando visitó a unos amigos. Desde aquel momento los viajes a Almería fueron una constante en su vida. Venía de vacaciones cuando podía y siempre tuvo en su mente volver.

Contó con la paciencia suficiente para esperar a que sus hijos, que eran pequeños, crecieran y cuando se vio con algo de...

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"Para mí fue un encuentro, una emoción increíble. La atracción fue tan fuerte que la primera vez que vine sabía que iba a volver, aunque no sabía cómo". Así describe la fotógrafa suiza Jeanne Chevalier su primer coqueteo con el Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar, allá por 1963. Fue en Los Escullos, cuando visitó a unos amigos. Desde aquel momento los viajes a Almería fueron una constante en su vida. Venía de vacaciones cuando podía y siempre tuvo en su mente volver.

Contó con la paciencia suficiente para esperar a que sus hijos, que eran pequeños, crecieran y cuando se vio con algo de dinero compró una casa en Las Presillas en 1987. Fue su estrategia para visitar Almería con frecuencia, sin dejar de ejercer su profesión de fotógrafa. Lo que Jeanne Chevalier siente por el Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar quedó imponentemente representado en su libro de fotografías Calas (1989), en el que también colaboró con sus poemas José Ángel Valente.

Aquel trabajo constituyó un auténtico tributo al parque y su orografía, la fuerza del paisaje volcánico que se rinde ante el mar con imágenes líricas que presentan una naturaleza en estado puro. "Conocí a Valente a través de Hermelindo Castro. Nos puso en contacto. Sus poemas estaban traducidos al francés y pude leerlos. Cada uno eligió poemas y fotografías. Curiosamente, coincidimos en un altísimo porcentaje", rememora la artista.

Después, y también relacionado con Cabo de Gata-Níjar, vino Campo (1994), otro libro en el que Chevalier homenajeaba a los campos de Níjar y a sus gentes, su paisaje y sus contrastes.

En 1990 la artista fijó definitivamente su residencia en el parque natural y cinco años después se mudó desde Las Presillas a La Fuentecilla, un lugar aún más solitario y aislado donde el abismo del paisaje empequeñece al visitante.

"Me dio igual todo porque me sentía llena", sentencia. Chevalier ve ahora la fotografía "diferente". De los gigantescos acantilados, las infinitas dunas y el inconmensurable mar que la suiza supo reflejar en sus trabajos anteriores surge una nueva propuesta: instantáneas más íntimas, pequeñas y también divertidas.

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De eso trata Paso a paso: el tiempo pasa, su próxima obra en la que quiere narrar, con imágenes, su historia personal con el parque. En este nuevo trabajo describe las visitas que ha recibido a lo largo de los años de sus familiares y amigos. "La gente crece y envejece. Pero el paisaje queda. Esa es la idea", explica.

Chevalier augura un futuro dudoso para esta comarca y sus gentes merced a la expansión desenfrenada de la agricultura intensiva bajo plástico y a los intereses urbanísticos que invaden el levante almeriense. "Los políticos no educan a la gente y eso no me parece normal. Ahora veo que el parque pierde su alma y no estoy tan a gusto como antes", se lamenta.

Aún con todo, Chevalier seguirá afincada en Níjar y, con su cámara, ofrecerá el testimonio de la naturaleza virgen que reivindica un rincón del planeta. Como ella misma reconoce, fue el parque quien la eligió: "yo fui mi mejor cliente", remacha.

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