Reportaje:

La vuelta de tuerca de las bodas gays

Dos malagueñas se casarán con arreglo a la ley de matrimonios homosexuales para ser marido y mujer: Antonio y Mari

Antonio García..., bueno, si empezamos por el principio habría que decir, María Remedios García. Pues eso, María Remedios, Meme para los amigos, estaba asomada a la ventana de su casa, en un bloque de pisos de Torre del Mar (Málaga), con su madre, "que en paz descanse", cuando apareció Mari, María Fernández. Bueno, primero llegó la barriga de Mari con un embarazo de ocho meses. Y fue un flechazo. "Esa mujer es para mí", le dijo María Remedios a su madre. "¡Calla ya! No seas loca. Que te vas a buscar la ruina", respondió ella.

Por aquel entonces, hace 11 años, María Remedios tenía 29 año...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Antonio García..., bueno, si empezamos por el principio habría que decir, María Remedios García. Pues eso, María Remedios, Meme para los amigos, estaba asomada a la ventana de su casa, en un bloque de pisos de Torre del Mar (Málaga), con su madre, "que en paz descanse", cuando apareció Mari, María Fernández. Bueno, primero llegó la barriga de Mari con un embarazo de ocho meses. Y fue un flechazo. "Esa mujer es para mí", le dijo María Remedios a su madre. "¡Calla ya! No seas loca. Que te vas a buscar la ruina", respondió ella.

Por aquel entonces, hace 11 años, María Remedios tenía 29 años y vivía con su madre, con su marido y con su hija en aquel piso humilde. Tenían lo justo. Su marido trabajaba como albañil en la obra y ella en el campo "o en lo que salía", y su madre cuidaba y criaba a su criatura. Llevaba 11 años casada y otros tantos entregada a la bebida. "Me casé por mi madre, por el qué dirán. Tres veces me acosté con él. Ni una más. Y en una de ésas, mira por donde, me quedé embarazada. Para mí aquella vida era una tortura y bebía cuanto podía", cuenta sin recato, con un inconfundible acento malagueño. Y muestra su foto de boda, a la que le falta la mitad: el consorte. Vestida de blanco, con su melena larga morena, con su velo, su ramo de rosas entre las manos y una cara de amargura... "¡Mira qué cara de pena! Si es que da cosa verme. Fue horrible", se lamenta.

Su andadura conjunta, no exenta de problemas, ya cuenta 11 años
María Remedios se casará por segunda vez, ahora "con corbata, como un hombre"

Mari, criada en un orfanato de monjas, a escasos kilómetros del pueblo, llegaba con 22 años, tres hijos y uno en camino y con su compañero (nunca se casó) a mudarse a la zona. Justo al bloque de enfrente. Desde los 17 años, que fue madre por primera vez, aguantaba las palizas del padre de sus hijos. Sola en el mundo, con una mano delante y otra atrás, había formado una familia y no tenían dónde caerse muertos. "Su trabajo en la mar no daba para nada. Éramos muy pobres", recuerda.

Al día siguiente de aquel fugaz encuentro, Meme hizo una de sus barbacoas. Sabía que Mari pasaba hambre y que si la invitaba vendría. Y así fue. Se juntaron unos cuantos del vecindario, pero las atenciones de Meme se concentraban en Mari. "No había nadie más en el mundo", asegura. Después vinieron las ayudas, los regalos y las visitas y, poco a poco, Meme se fue introduciendo en la vida de María.

"A mí en el bloque ya me habían comentado que era rarita, incluso ya había tenido algún roce conmigo que me había obligado a mandarla a la mierda, pero el caso es que se portaba muy bien conmigo y con los niños", cuenta Mari, con risa nerviosa. Ella, abandonada por sus padres en el orfanato con cinco años, que se había pasado meses en el hospital en coma tras alguna de las palizas de su pareja poco antes de dar a luz a su tercer hijo... Aquellas atenciones y cuidados que Meme le daba no los había conocido antes. La sedujeron. "Me costó un poco porque yo no estaba acostumbrada. Era la primera vez que me encontraba algo así. Pero me dejé llevar y me enamoré", cuenta y hace referencia a los momentos más íntimos entre risas.

Fue justamente en una de esas tundas cuando Meme intervino. "Vi que él la cogía y que empezaba a pegarla y no me pude resistir. Le agarré y le abofeteé hasta que pude. Él, que hoy me respeta, salió corriendo y al día siguiente nosotras nos mudamos a vivir juntas", dice Meme, que dejó a su marido y a su hija con su madre.

Y ahí empezó su andadura conjunta, no exenta de problemas, que ya cuenta 11 años y que terminará pronto en boda. Pese a que Meme ya es Antonio para todo el mundo, incluso para sus propios hijos, se casará con Mari con arreglo a la reciente ley que permite el matrimonio entre homosexuales como María Remedios García. Así es como figura en su carné de identidad, en el de conducir y en todos los registros y documentos legales. Todos ellos con la foto de un hombre.

Porque el aspecto de María Remedios, su voz y sus ademanes, son los de un varón. "Siempre, desde chica, me he sentido un niño y ahora un hombre. De hecho, no me gustan las lesbianas, me gustan las mujeres a las que le gustan los hombres. Estuve a punto de cambiarme el sexo pero tengo el corazón delicado y ella me quiere como soy", dice mirando a Mari con ternura y en presencia de dos de sus hijos, que ríen con complicidad. Uno es Joaquín (12 años), hijo de Mari, de su anterior matrimonio, y le llama Antonio. La otra es Tania, hija de ambas y la parió Mari por inseminación artificial hace siete años. Le llama papá. "Estaba loquita por tener una niña. Todo eran hombres", dice Mari riéndose.

Han tenido que pasar 11 años para que su familia pueda ser reconocida legalmente como tal. Ha sido más de una década plagada de problemas, rechazos y discriminaciones. Sobre todo para Meme, que ha desempeñado siempre trabajos de hombres, "hasta que se daban cuenta de que era una mujer y empezaban los líos". Once años, la mayor parte de ellos, vividos en Roquetas de Mar (Almería), donde encontraron trabajo ambas y pudieron reconducir sus vidas.

Ahora han regresado a su pueblo, Torre del Mar, mucho más turístico que antes, y donde su teniente de alcalde, Manuel Rincón (del Grupo Independiente pro Municipio de Torre del Mar, un partido independentista que pelea para separarse de Vélez y conseguir la municipalidad y su propio Ayuntamiento), hizo una campaña de apoyo a las bodas homosexuales en cuanto se puso en marcha el texto legal, apoyado por varios de los empresarios de la zona que hacían ofertas. "Una de las pocas competencias que tenemos es la de casar. Y yo la he querido potenciar al máximo, a pesar de muchos de los vecinos", dice Rincón, que hace "bodas a la carta" hace años y que ha casado a gente hasta debajo del agua, literalmente.

Los papeles ya están en el juzgado y la fecha de la boda está por llegar. Se casarán en la tenencia de alcaldía de Torre del Mar y las casará Manuel Rincón. Será una boda más de las que están por llegar, de las que visibilizarán una más de las otras familias españolas no convencionales y que hasta ahora permanecían ocultas o marginadas. Mari cumplirá su sueño de casarse de blanco (o de marfil, todavía no lo tiene claro) y Meme, Antonio García, aunque se casará por segunda vez como María Remedios, esta vez lo hará "con traje y corbata, como un hombre", feliz.

Antonio y Mari, con el teniente de alcalde de Torre del Mar, Manuel Rincón.JULIÁN ROJAS

El teniente de alcalde, un promotor de los enlaces

La idea de potenciar las bodas gays en Torre del Mar (Málaga) por parte de su teniente de alcalde, Manuel Rincón, ha sido secundada por varios empresarios de la zona que ya hacen ofertas para estos matrimonios. "No se trata de ofrecerles más que al resto de las parejas. No queremos discriminar ni a unos ni a otros. Se trata de particularizar la oferta. Nosotros, por ejemplo, si celebran aquí el banquete les regalamos una noche en la suite nupcial, que cuenta con una espléndida terraza con vistas al mar y una cama de dos por dos. Y la decoramos y la adaptamos a su gusto y a sus necesidades, además de regalarles una cesta de frutas y unas botellas de champagne", explica Elena Sanchís, directora del hotel Torre del Mar, uno de los referentes en la zona.

Del mismo modo, una floristería de la zona se ha ofrecido para regalarles el ramo de flores; un bar, alguna botella de vino; un restaurante les ofrece una comida; y el cámping, la primera noche en un bonito bungaló a orillas del mar.

"Yo quiero que aquí venga gente. Cuanta más, mejor. Me da exactamente igual cuál sea su tendencia sexual, mientras sea gente educada. Por eso, y porque también hay que apoyar moralmente estos matrimonios, es por lo que resaltamos nuestra oferta. Pero es la misma para todo el mundo", explica Adolfo Porras, propietario del cámping y en cuya mesa de despacho destaca la foto de un Cristo porque, pese a todo, él es cofrade y presidente de una cofradía.

Sobre la firma

Archivado En