Crónica:LA CRÓNICA

El turista virtual

En la ciudad suiza de Basilea, ahí por donde Heidi sacaba a ramonear a su abuelito, se ha echado a andar una iniciativa turística que revolucionará los viajes y probablemente la vida entera, que es también por cierto y en rigor un viaje. A orillas del río Rin, en el barrio Sant Alban, que es un enclave medieval de esta ciudad, puede disfrutarse hoy de un tour a caballo entre lo real y lo virtual, donde todo empieza con el turista caminando a tientas por la ribera, con los lomos cargados (como, efectivamente, un caballo) por el peso de un complicado hardware que se transporta en u...

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En la ciudad suiza de Basilea, ahí por donde Heidi sacaba a ramonear a su abuelito, se ha echado a andar una iniciativa turística que revolucionará los viajes y probablemente la vida entera, que es también por cierto y en rigor un viaje. A orillas del río Rin, en el barrio Sant Alban, que es un enclave medieval de esta ciudad, puede disfrutarse hoy de un tour a caballo entre lo real y lo virtual, donde todo empieza con el turista caminando a tientas por la ribera, con los lomos cargados (como, efectivamente, un caballo) por el peso de un complicado hardware que se transporta en una suerte de mochila colgada a la espalda. Por si esto fuera poco, el turista lleva en la cabeza un mamotreto tecnológico compuesto de cascos, cables, filamentos fúlgidos que bajan cuerpo abajo hasta los pies, y un visor curioso. Curioso porque viene aderezado con una camarita de televisión, que es una lente turgente que sale de la mitad derecha de la cara, y un micrófono que sobresale como cuerno del hueso parietal del turista. Este equipo que, de entrada, hace del turista un caballo, tiene el nombre de Life Clipper y fue inventado por Jan Torpus, un suizo que estudió los fundamentos de este aparato en Barcelona, y por Nickolas Neecke, un experto alemán en nuevas tecnologías. Las notas periodísticas que han consignado el nacimiento y la puesta en uso del Life Clipper, advierten que una vez que al turista le han cargado el lomo, necesita de un lazarillo que lo vaya guiando y cuidando mientras se acostumbra a desplazarse viendo el mundo a través de su visor curioso, no sea que en un traspiés turístico se vaya al fondo del Rin jalado por su hardware de alquiler.

Dos propuestas de turismo virtual: seguir a Einstein en su visita a Barcelona en 1923 y a 'Copito de Nieve' tras escapar de su jaula

"Una vez situado en la orilla del río, el visitante comienza su paseo acompañado por ruidos de agua y chapoteos provocados por los sensores en sus pies", escribió un enviado de este periódico después de su experiencia con el Life Clipper. A partir de ese momento, el turista virtual va recorriendo el barrio de Sant Alban, caminando con sus propios pies y además viviendo la época medieval con sus ojos y sus oídos, que van conectados al equipo y le permiten ver soldados, príncipes, carruajes de la época, todos virtuales. Este proyecto fantástico debe tener una contraparte divertida para la gente que anda por esas calles haciendo turismo a la antigua y que a simple vista puede ver a los turistas virtuales entusiasmándose con una escaramuza que nada más ven ellos; o asustándose con un espadachín que tira tajos al aire con su espada y que existe exclusivamente en su visor; o rendidos de amor por esa dama que baila y se retuerce seductoramente y que existe exclusivamente en los circuitos del Life Clipper.

Esta manera de hacer turismo que ya se aplica con éxito en Basilea, puede trasladarse a cualquier lugar del mundo, por ejemplo a Barcelona, donde el turista virtual, debidamente equipado, podría ir paseando por la ciudad y enterándose en directo de su historia antigua o reciente. Por ejemplo, un tour que se iniciara en el zoo, en el momento justo en que, hace unos años, un grupo de gamberros abrió la jaula de Copito de Nieve para que escapara. Este tour virtual consistiría en ir siguiendo los pasos del gorila en aquella noche de libertad, primero por el paseo de Picasso, luego por la ronda de Sant Pere, después de aquella copiosa micción que perpetró en una pared del Arco del Triunfo, y el gran final en la plaza de Catalunya, donde el turista virtual vería cómo Copito es aprehendido por dos policías mientras mira los productos que se exhiben en las vitrinas de El Corte Inglés.

O podría haber otro donde el turista, con su Life Clipper debidamente programado, caminara por las calles siguiendo a Albert Einstein, en febrero de 1923, durante la etapa barcelonesa de su gira de premio Nobel. En este veríamos al científico entrando al hotel Ritz, acompañado por su esposa y una generosa comitiva, cargando una maleta pequeña y un estuche de violín. Luego subiríamos con él y su esposa a su habitación y ahí atestiguaríamos como los dos, después de comprobar por la ventana que la comitiva ha abandonado el edificio, escapan por un montacargas y salen discretamente por la puerta trasera del hotel, en busca de un alojamiento más modesto. Después el tour continuaría por las calles del Ensanche rumbo a La Rambla, y a simple vista sería un extravagante grupo de turistas con la cabeza conectada a una mochila, persiguiendo y jaleando a un Einstein virtual que nada más verían ellos. El paseo terminaría en un hotel de la plaza Real, dentro de una habitación donde la señora Einstein saca ropa de la maleta, mientras el científico toca su violín y dice, entre una pieza y otra, esta desconcertante frase: "Soy un ciudadano modesto y he alquilado la habitación que corresponde a mi categoría".

El de Copito de Nieve y el de Einstein son dos tours que pueden hacerse cualquier día del año; pero el turismo virtual da también para ajustarse a una fecha concreta; por ejemplo, un Sant Jordi con una mesa donde comparezcan, para la gente que carga con su Life Clipper, William Shakespeare, Fernando Pessoa y Salvador Dalí; y si no, un día de San Juan en el que el mismísimo Juan, el santo, celebre su noche tirando cohetes en la Rambla del Raval.

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