Tribuna:LOS PAPELES DE SALAMANCA

Moviliza, que algo queda...

El autor critica el uso emocional del Archivo de la Guerra Civil como un trofeo de guerra por parte de la derecha con sus manifestaciones

El Archivo Histórico de la Guerra Civil se instaló -naturalmente- en la castellanísima Plaza Mayor de Salamanca, por decisión del general victorioso, cuando la ciudad fue capital del bando insurgente. Y allí seguirá ese motivo de orgullo salmantino mal que le falte algún que otro original reclamado por sus dueños.

"¿Pero por qué no se conforman ellos con sus buenas copias digitalizadas? ¡Se las dejaremos sacar!".

La información que contienen los papeles -originales y copias- es idéntica, pero las emociones que despiertan los documentos originales en expoliadores y expoliados son ...

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El Archivo Histórico de la Guerra Civil se instaló -naturalmente- en la castellanísima Plaza Mayor de Salamanca, por decisión del general victorioso, cuando la ciudad fue capital del bando insurgente. Y allí seguirá ese motivo de orgullo salmantino mal que le falte algún que otro original reclamado por sus dueños.

"¿Pero por qué no se conforman ellos con sus buenas copias digitalizadas? ¡Se las dejaremos sacar!".

La información que contienen los papeles -originales y copias- es idéntica, pero las emociones que despiertan los documentos originales en expoliadores y expoliados son trágicamente opuestas: por una parte, la rabia de verse obligados a devolver un trofeo; por otra, la dulzura de recuperar una prenda de nuestra memoria.

La movilización de hace dos sábados fue como un remake de cine rancio grabado en exteriores maravillosos de la vieja "zona nacional", destinado a la televisión del fin de semana dentro de la campaña del PP para las elecciones gallegas: una muchedumbre protesta contra la devolución de un botín de guerra conquistado en Cataluña por las tropas triunfantes en la última guerra civil.

El argumento más elaborado y, por ende, más retorcido, esgrimido por la derecha y asociados para acompañar este último episodio de farisaico rasgado de vestiduras, puede resumirse en un editorial del diario El Mundo: "El valor histórico de un Archivo consiste precisamente en mantenerlo tal y como fue constituido, con sus originales: tan fatal es fraccionarlo como añadirle postizamente papeles de otra índole; incluso su propia singularidad organizativa ha de perdurar".

Lo que importa en un archivo, pues, es el continente; no el contenido ¡Curioso macluhanismo!: ¡Lo histórico es el Archivo! Comparable a "el medio es el mensaje". Cuando visito un archivo histórico es porque me propongo averiguar algo que hay en sus contenidos archivísticos; no me planteo la historicidad del propio Archivo.

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Repugna pensar que exista un archivo histórico donde se acuda a buscar emociones diferentes de las que suscita la investigación. Emociones encontradas de orgullo y de dolor, respectivamente, como las que experimentan "vencedores" y "vencidos" ante los trofeos exhibidos en un museo de guerra.

Lo que los grandes partidos han convertido, por turnos, en un casus belli, no hubiera pasado de ser una tranquila devolución de documentos arrebatados al pueblo catalán hace cerca de setenta años, que fueron llevados en triunfo a la que fue capital de los vencedores. No hubiera pasado de ser la pequeña noticia de unos documentos históricos que regresan al lugar de los hechos que relatan y que fueron su origen.

La emoción que despierta el legajo original vuelve a su fuente. En la dorada y entrañable Salamanca, las "piezas" históricas conquistadas a Catalunya serán sustituidas por copias perfectas, de modo que los futuros usuarios del Archivo castellano sólo podrán sentirse privados de la emoción de hallarse ante documentos originales. Esa emoción ya debería haber vuelto a su pueblo. Aunque otros se vean privados de la emoción que inspiran los trofeos de guerra.

¡Puede que el propio Franco ya los hubiera devuelto!

Eduardo Sancho es periodista.

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