Editorial:

De Madrid a Bagdad

La detención en varias ciudades españolas de 16 personas vinculadas al terrorismo islamista, 11 directamente a la red de Al Zarqaui en Irak y otras cinco a los atentados del 11-M, es un éxito policial, fruto de los esfuerzos y de la cooperación internacional. Pone de relieve además la peligrosidad de unas redes terroristas estrecha y preocupantemente vinculadas. España en este caso, junto a otros países europeos y algunos árabes, se ha convertido no sólo en objetivo de este terrorismo, sino en lugar de reclutamiento de muyahidin suicidas que luego se desplazan a Irak para entrar en acci...

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La detención en varias ciudades españolas de 16 personas vinculadas al terrorismo islamista, 11 directamente a la red de Al Zarqaui en Irak y otras cinco a los atentados del 11-M, es un éxito policial, fruto de los esfuerzos y de la cooperación internacional. Pone de relieve además la peligrosidad de unas redes terroristas estrecha y preocupantemente vinculadas. España en este caso, junto a otros países europeos y algunos árabes, se ha convertido no sólo en objetivo de este terrorismo, sino en lugar de reclutamiento de muyahidin suicidas que luego se desplazan a Irak para entrar en acción.

La lucha contra una lacra sin límites geográficos como es este tipo de terrorismo también desborda las fronteras. Estas detenciones ponen de manifiesto que garantizar la seguridad de cada país es contribuir a la seguridad global, incluida la de Irak, donde precisamente la seguridad interior no sólo no mejora sino que empeora. Lo demostró ayer, casi como cada día, el terrible atentado suicida contra un restaurante de una base militar iraquí en la ciudad de Al Jalis, cercana a Bagdad, que segó la vida de 23 personas.

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La doble operación policial en nuestro territorio revela también un cambio en la estrategia de estos grupos, que ya se había puesto de manifiesto el 11-M de 2004. Los suicidas potenciales no son agentes exteriores que penetran en el país donde se hallan los objetivos, como ocurrió con los ataques del 11-S de 2001 contra EE UU. El reclutamiento se realiza sobre el terreno para su utilización posterior en misiones suicidas donde les haga falta. Ahora es en Irak, convertido en polo de atracción para este tipo de fanáticos.

El rastro de Mohamed Afalah permite establecer un vínculo entre el terrorismo del 11-M y el de los ataques suicidas iraquíes. Afalah es uno de los terroristas que, gracias a algunos de los detenidos ayer, logró huir del piso de Leganés. Se salvó entonces del suicidio y de la detención y, gracias a redes de apoyo vinculadas a Al Qaeda, llegó a Siria -desde donde se coordinan estas redes- y de ahí a Irak, donde las autoridades americanas sospechan que cometió un atentado suicida entre el 12 y el 19 de mayo.

La lucha contra estas redes cuenta con la dificultad adicional de su financiación autónoma, derivada de delitos comunes que no producen grandes movimientos de dinero, y su enorme capacidad de adaptación al terreno. De ahí que sea esencial la cooperación internacional, como la que realizan los cinco grandes de la UE y EE UU para seguir las pistas.

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