A la espera de un futuro

Malviviendo escondidos en bosques cercanos a Tánger y Ceuta, y en condiciones denunciadas por ONG de derechos humanos, centenares de subsaharianos esperan su oportunidad para entrar clandestinamente en España.

El nuevo drama ocurrido el lunes en el estrecho de Gibraltar, donde seis mujeres y seis niños de corta edad perecieron ahogados al zozobrar una patera que trataba de alcanzar las costas españolas con 91 inmigrantes clandestinos a bordo, no parece hacer mella en estos subsaharianos que buscan en Europa un futuro mejor.

En los arcenes de la carretera que enlaza Tánger con Ceu...

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Malviviendo escondidos en bosques cercanos a Tánger y Ceuta, y en condiciones denunciadas por ONG de derechos humanos, centenares de subsaharianos esperan su oportunidad para entrar clandestinamente en España.

El nuevo drama ocurrido el lunes en el estrecho de Gibraltar, donde seis mujeres y seis niños de corta edad perecieron ahogados al zozobrar una patera que trataba de alcanzar las costas españolas con 91 inmigrantes clandestinos a bordo, no parece hacer mella en estos subsaharianos que buscan en Europa un futuro mejor.

En los arcenes de la carretera que enlaza Tánger con Ceuta, de poco más de 60 kilómetros, algunos de estos subsaharianos hacen gestos ostensibles a los automovilistas para pedirles algo de comer, ropa o dinero.

Y es que muchos de ellos viven desde hace meses en chozas rudimentarias levantadas en medio del bosque, alejados de los núcleos urbanos para tratar de zafarse del acoso al que les someten las fuerzas de seguridad marroquíes.

Bel Younech es un pequeño pueblo mediterráneo marroquí pegado a la valla de alambre que delimita Ceuta. En el interior de un bosque de pinos situado a la salida de esta población marroquí, inmigrantes clandestinos procedentes de varios países del África subsahariana abandonan momentáneamente el campamento improvisado en el que viven en busca de agua y alimentos.

Algunos de ellos acceden a hablar con los periodistas para contar sus deplorables condiciones de vida y sus deseos de llegar a España, bien en patera atravesando el estrecho de Gibraltar o bien tratando de franquear la valla de Ceuta.

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Molo, un senegalés de 32 años, explica que vive en el bosque desde hace tres meses y que no conocía a la gente que viajaba en la patera porque no estaban "en el mismo campamento".

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