Editorial:

Segundo 'no'

Tres días después del rechazo francés, el todavía más rotundo no de los holandeses a la Constitución europea certifica el estado terminal de este proyecto larga y duramente gestado. Es de esperar que cuando los jefes de Estado y de Gobierno de los Veinticinco se reúnan el 16 de junio en Bruselas marquen claramente hacia dónde debe dirigirse la reflexión que sugiere Chirac sobre las causas de lo ocurrido en estos dos países fundadores de la UE y la dirección a tomar. Ni Francia ni los Países Bajos están dispuestos, de momento, a contemplar la eventualidad de repetir sus referendos en el ...

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Tres días después del rechazo francés, el todavía más rotundo no de los holandeses a la Constitución europea certifica el estado terminal de este proyecto larga y duramente gestado. Es de esperar que cuando los jefes de Estado y de Gobierno de los Veinticinco se reúnan el 16 de junio en Bruselas marquen claramente hacia dónde debe dirigirse la reflexión que sugiere Chirac sobre las causas de lo ocurrido en estos dos países fundadores de la UE y la dirección a tomar. Ni Francia ni los Países Bajos están dispuestos, de momento, a contemplar la eventualidad de repetir sus referendos en el caso, por lo demás improbable, de que los demás socios comunitarios completen sus procesos de ratificación. Nueve países lo han hecho ya, pero ni siquiera es seguro que los que tienen difíciles plebiscitos por delante, como el Reino Unido o Polonia, mantengan sus compromisos. Los checos fueron ayer los primeros en sugerir que el plazo previsto para la ratificación se prolongue más allá de 2006, algo que constituye toda una señal.

Tanto en Francia como en Holanda ha habido un claro voto de castigo al Gobierno de turno. En Holanda también ha contado el rechazo al incremento de la inmigración que abanderó el asesinado Pym Fortuyn. Y si los franceses tienen miedo a una Europa que no controlan, los holandeses temen que esta Constitución les reste peso político e influencia, algo que ya ocurre. Además, la consideran insuficientemente democrática. Y para colmo, han tenido que apretar el cinturón de sus cuentas públicas, mientras a Francia y a Alemania se les ha dispensado de cumplir las reglas de la Unión Monetaria. En la protesta ha tenido también influencia la carestía de la vida, que se ha vinculado a la entrada en vigor de la moneda única. Para completar el cuadro se ha sumado un hartazgo manifiesto por la elevada contribución holandesa al presupuesto comunitario.

El de ayer fue el primer referéndum en la historia de Holanda, con una participación (62%) muy superior a la esperada. De haberse votado en el Parlamento holandés, la Constitución europea hubiera contado con un apoyo masivo, igual que hubiera ocurrido en la Asamblea francesa. El resultado de ambos referendos plasma un preocupante divorcio entre los ciudadanos y sus representantes. Las consultas populares son un sistema discutible de decisión porque obligan a pronunciarse de forma tajante sobre cuestiones muy complejas. Pero habrán servido para sopesar ese brecha, y lo primero que deberá hacer el próximo Consejo Europeo es asumir este hecho para empezar a pensar a continuación en cómo remediarlo.

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