Editorial:

Castro y Europa

La expulsión por parte de las autoridades cubanas de un grupo de eurodiputados, parlamentarios nacionales -dos ex senadoras del PP y un diputado de CiU, al que posteriormente se le ha permitido permanecer en la isla- y periodistas de Polonia, Alemania, República Checa, Italia y España, que pretendían asistir este fin de semana en La Habana a un encuentro de opositores, es una bofetada para el Gobierno español y un torpedo a la estrategia de diálogo político impulsada por Madrid y refrendada el pasado febrero por la UE. Si lo que buscaba el régimen castrista era irritar a Bruselas, y que arreci...

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La expulsión por parte de las autoridades cubanas de un grupo de eurodiputados, parlamentarios nacionales -dos ex senadoras del PP y un diputado de CiU, al que posteriormente se le ha permitido permanecer en la isla- y periodistas de Polonia, Alemania, República Checa, Italia y España, que pretendían asistir este fin de semana en La Habana a un encuentro de opositores, es una bofetada para el Gobierno español y un torpedo a la estrategia de diálogo político impulsada por Madrid y refrendada el pasado febrero por la UE. Si lo que buscaba el régimen castrista era irritar a Bruselas, y que arreciaran las dudas sobre la conveniencia de tal política, lo ha conseguido justo a pocas semanas de que los Veinticinco decidan si quieren reconfirmarla.

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La Comisión Europea ha calificado el gesto de inaceptable y cree, en alusión a España, que "incluso los mejores amigos de Cuba van a tener dificultades" para mantener su posición cuando se discuta el mes próximo. El incidente tiene al menos un lado positivo: la autorización por vez primera de una reunión de esta clase, que contó con un mensaje de Bush. A ella no se sumaron otros líderes destacados de la resistencia. De ahí quizás el permiso oficial, con el objetivo de exacerbar las divisiones dentro de la disidencia. España ha comunicado su queja a la Embajada cubana en Madrid. La Habana sostiene que se ha tratado de una provocación de esas personas por entrar en la isla con visado de turista. Es decir, estaríamos, según los cubanos, ante una repetición del caso del diputado popular español Moragas. Sin embargo, no es exacto, pues esta vez se trataba de asistir a un mitin legal, mientras que la visita el año pasado de Moragas, que viajó también como turista, pretendía contactos con la disidencia y escondía un deseo de reventar la estrategia de acercamiento diseñada por el Gobierno de Zapatero.

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La firme posición europea decretada en 2003 a raíz de la ola de detenciones no reportó frutos; la actual, aunque parece más pragmática, tampoco los está dando. Las primeras señales fueron alentadoras: la excarcelación del poeta Rivero y de otros presos. Pero desde entonces, ha abundado más la decepción y algún desaire, incluida la acusación de La Habana a Bruselas de seguidismo a la política de EE UU sobre derechos humanos. Castro nunca ha dado pruebas de querer mejorar las relaciones con la UE (ni antes ni ahora) por las contrapartidas democráticas que comporta. Le interesa más mantener dividida a la oposición interna. Por eso no sería desacertado del lado europeo dejar en sordina la nueva política a la espera de más liberaciones.

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