VIAJE AL MAYOR HIPERMERCADO DE LA DROGA

'Boteros', 'aguadores' y 'machacas'

Si algo caracteriza al poblado marginal de venta de drogas de Las Barranquillas, es la profusión de oficios vinculados con la venta y consumo de estupefacientes. Uno de ellos es el aguador. Se trata de un hombre de confianza de los narcos, que se dedica a dar el agua, es decir, a avisar en caso de que llegue la policía. Están apostados en las puertas de las chabolas o en las calles principales, como si estuvieran viendo pasar el tiempo. "Las casas están tan blindadas que algunas veces hemos tenido que descolgarnos desde un helicóptero. Tienen hasta cuatro puertas ac...

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Si algo caracteriza al poblado marginal de venta de drogas de Las Barranquillas, es la profusión de oficios vinculados con la venta y consumo de estupefacientes. Uno de ellos es el aguador. Se trata de un hombre de confianza de los narcos, que se dedica a dar el agua, es decir, a avisar en caso de que llegue la policía. Están apostados en las puertas de las chabolas o en las calles principales, como si estuvieran viendo pasar el tiempo. "Las casas están tan blindadas que algunas veces hemos tenido que descolgarnos desde un helicóptero. Tienen hasta cuatro puertas acorazadas, por lo que los delincuentes tienen tiempo de quemar la droga", señalan fuentes de la comisaría de Villa de Vallecas.

Otra de las profesiones de Las Barranquillas es el machaca. Éste se encarga de mantener limpia la chabola, de llevar algunas dosis de un punto de venta a otro, y de estar siempre al servicio de su jefe. Al igual que los aguadores, su salario suele consistir en una o dos dosis de droga. Todos son toxicómanos, por lo que con este oficio no se ven obligados a delinquir para conseguir dinero. "De este modo, el narco no se pringa en caso de que pueda haber detenciones", añaden fuentes policiales.

Una de las ocupaciones más curiosa y desconocida es la de los boteros. Algunos drogodependientes no saben pincharse o, dado su mal estado físico o por el síndrome de abstinencia, no logran encontrarse las venas. Los boteros se encargan de inyectar la droga a sus clientes a cambio de parte de la dosis. Estos trabajadores se mueven por la parte trasera de Las Barranquillas, donde los consumidores aparcan sus coches en batería. "No se meten con nadie ni hacen nada malo. Casi son como un servicio a los yonquis", comenta un policía.

Precisamente en esa zona sur del poblado marginal también se concentran vendedores de papel de aluminio, imprescindible para preparar un chino (quemar heroína para inhalar sus vapores).

En el poblado también trabajan organizaciones no gubernamentales, cuyos voluntarios cambian a los toxicómanos las jeringuillas usadas por otras nuevas.

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