Entrevista:OMER OKE | Director de Inmigración del Gobierno vasco

"Al Gobierno le ha faltado atrevimiento con el proceso de regularización"

El director de Inmigración, Omer Oke (Benin, África occidental, 39 años), cree que el Gobierno central ha desaprovechado una gran oportunidad para poner en orden la situación de los inmigrantes. En su opinión, el Ejecutivo ha estado demasiado pendiente de las críticas del PP y no ha sacado a relucir "el espíritu de izquierdas".

Pregunta
. ¿Se han implicado los empresarios vascos en la regularización de inmigrantes?

Respuesta. En general, sí ha existido una implicación de los empresarios, entendiendo que quien contrata para el servicio doméstico [donde más regulariza...

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El director de Inmigración, Omer Oke (Benin, África occidental, 39 años), cree que el Gobierno central ha desaprovechado una gran oportunidad para poner en orden la situación de los inmigrantes. En su opinión, el Ejecutivo ha estado demasiado pendiente de las críticas del PP y no ha sacado a relucir "el espíritu de izquierdas".

Pregunta. ¿Se han implicado los empresarios vascos en la regularización de inmigrantes?

Respuesta. En general, sí ha existido una implicación de los empresarios, entendiendo que quien contrata para el servicio doméstico [donde más regularizaciones se han producido] son empresarios.

P. ¿Cuál es su opinión sobre el proceso de regularización que se ha llevado a cabo?

"Para que las vascas logren la igualdad, las mujeres suramericanas tienen que hacer el trabajo doméstico en condiciones pésimas"
"El PSOE no debía dejarse arrastrar por pequeños cálculos electorales y el miedo a que se erosione una parte de su electorado"
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R. En su planteamiento original, el Gobierno central parecía decidido a tomar decisiones atrevidas, en el sentido de facilitar la documentación a todos para erradicar la irregularidad. Pero a lo largo del proceso se han producido restricciones y no se ha implicado a las comunidades autónomas ni a los ayuntamientos para acordar la documentación.

P. ¿Le ha faltado más atrevimiento al Gobierno central?

R. Sí, le ha faltado atrevimiento y el proceso se ha quedado corto. Entiendo que hay que tener prudencia y que el Gobierno central tenga que mirar hacia el PP, que está en contra radicalmente de cualquier ampliación de derechos. Pero creo que siendo el PSOE un partido de izquierdas debe tener firmes sus principios y no debía dejarse arrastrar por pequeños cálculos electorales y el miedo a que se le erosione parte de su electorado. Hay una cosa clara: la parte más conservadora del PP, que está en contra de la integración de los ciudadanos de origen extranjero, nunca le va a votar al PSOE. Temiendo esas críticas, el Gobierno socialista ha puesto en marcha un proceso de regularización tímido, sin espíritu de izquierdas.

P. ¿Eso significa que le da un suspenso?

R. Si se tiene en cuenta el objetivo que se había planteado de regularizar a todas las personas, se puede comprobar que no se ha cumplido. La regularización era una necesidad, pero había que hacerla bien, con atrevimiento. Nos hemos quedado lejos de cumplir ese objetivo. Pero en comparación con lo que existía, el proceso de regularización sí ha supuesto un avance. El hecho de normalizar la situación de 700.000 personas no es algo baladí. Desde esta perspectiva, se ha dado un paso positivo, pero se ha quedado corto. Se ha perdido una oportunidad porque regularizando a 700.000 personas las críticas de los que están en contra van a ser las mismas que si la regularización abarca a un millón.

P. Las ONG de apoyo a extranjeros hablan de que al menos 20.000 siguen sin papeles en Euskadi una vez concluida la regularización. ¿Es un cálculo acertado?

R. Es un cálculo razonable porque actualmente los datos de empadronamiento hablan de que hay en torno a 72.000 inmigrantes. Los datos de los que se encuentran en situación regular apuntan a 35.000 personas. Si les sumas los que se han regularizado ahora, aún quedan más de 20.000 sin papeles.

P. Y las vías del arraigo social y laboral o el reagrupamiento familiar. ¿No pueden paliar la situación?

R. Son vías que ya existían antes de la regularización, pero no se han podido acompañar ni simultanear con el proceso. Supongo que habrá sido por falta de personal y de capacidad de la administración de atender a todo a la vez. Para poder acceder a estas vías hay que cumplir una serie de requisitos bastante rígidos. Es necesario que se flexibilicen para que más personas inmigrantes puedan beneficiarse de ellas.

P. ¿Con qué criterios hay que abordar la regularización: económicos o sociales?

R. Hay que abordarlo siempre desde un planteamiento flexible y global. La cuestión laboral es importante, pero no la que más. Si se plantean sólo criterios laborales, no se puede desarrollar una política real de inmigración, teniendo en cuenta el resto de las dimensiones humanas. Y hasta ahora se ha equiparado a los inmigrantes con fuerza laboral, sin desarrollar políticas de integración. Lo único que se han hecho han sido normativas de extranjería, limitando derechos y dificultando la capacidad para que los inmigrantes accedan a la condición de ciudadanos. Los inmigrantes vienen para quedarse y desarrollar su proyecto de vida.

P. Mujer, suramericana y con contrato para trabajar como empleada del hogar. Este es el perfil de gran parte de los inmigrantes regularizados. ¿Se ajusta a la realidad de Euskadi?

R. El sector donde hay más facilidad de encontrar trabajo es el doméstico. Muchas veces incluso es el único donde buscar un hueco. Se está ubicando la mujer inmigrante en un sector que no está regulado, sin convenios, sin protección normativa. Pero se trata de un sector muy importante para el desarrollo de este país porque si no hubiese estas mujeres en el servicio doméstico, ¿dónde iban a cuidar de los ancianos? ¿La administración puede garantizar una plaza en una residencia a los ancianos que ahora son atendidos en sus casas? ¿Cuántos pueden pagar el coste de una residencia privada? Nunca hay que olvidar que para que las mujeres vascas y españolas puedan lograr la igualdad, la mujer suramericana tiene que desempeñar el trabajo doméstico en unas condiciones económicas, horarias y de protección laboral pésimas.

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