Reportaje:

Una fonda con seis siglos de leyendas

Una exposición recorre la historia de la Posada del Potro de Córdoba, que ya aparece documentada en 1381

Cuenta una leyenda que, durante el reinado de Pedro I El Cruel (1334-1369), un militar paró en la Posada del Potro de Córdoba. Iba de camino a Sevilla, pero decidió hacer noche allí. El soldado se quedó prendado de una de las muchachas que atendían el mesón y, al parecer, ella también de él. Cuando llegó la noche, el mesonero, taimado, le propuso alojarse en una de las estancias del primer piso. Él accedió sin saber que el mesonero quería asesinarlo y quedarse con su dinero. Pero el ardid no dio resultado. La joven alertó al militar de la treta.

El soldado decidió seguir su camino hasta...

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Cuenta una leyenda que, durante el reinado de Pedro I El Cruel (1334-1369), un militar paró en la Posada del Potro de Córdoba. Iba de camino a Sevilla, pero decidió hacer noche allí. El soldado se quedó prendado de una de las muchachas que atendían el mesón y, al parecer, ella también de él. Cuando llegó la noche, el mesonero, taimado, le propuso alojarse en una de las estancias del primer piso. Él accedió sin saber que el mesonero quería asesinarlo y quedarse con su dinero. Pero el ardid no dio resultado. La joven alertó al militar de la treta.

El soldado decidió seguir su camino hasta Sevilla, donde se entrevistó con Pedro I El Cruel, también conocido como El Justiciero. El monarca, escandalizado por los hechos que le relató el militar, decidió ir a Córdoba. En la posada encontró varios cadáveres de viajeros y joyas. Pedro I castigó al mesonero, haciendo gala de su fama justiciera. Y la pena fue digna de alguien a quien llamaban El Cruel: El dueño de la fonda fue atado por las manos de las rejas de la posada y de los pies engancharon unos caballos. Los corceles tiraron con fuerza y se acabó la historia del posadero.

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Más de seis siglos dan para que nazcan muchas leyendas. Ayer se inauguró en Córdoba una exposición, que será permanente, sobre la historia de la Posada del Potro, uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad.

A finales del siglo XIII, el rey Sancho IV decidió impulsar una serie de ferias en la ciudad de Córdoba. Entre ellas, una de ganado donde se compraban y vendían caballos. Las ferias atraían a gentes de los pueblos cercanos y de las provincias limítrofes. Para alojar a estos comerciantes, surgió una red de posadas y fondas. La del Potro -que también se llamó de la Pastora, la Catalana y Doña Teresa- no era la más importante, pero sí es la única que ha perdurado hasta nuestros días.

Las primeras referencias documentales de esta posada, que está ubicada en la Plaza del Potro frente al museo Julio Romero de Torres, datan del año 1.381. Pero el mayor esplendor y renombre lo alcanzó en los siglos XVI y XVII, cuando la picaresca y el hampa campaban a sus anchas por las villas españolas.

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La Posada del Potro aparece, con ese mismo nombre, mencionada en la obra literaria de Miguel de Cervantes y Saavedra. Rinconete y Cortadillo, pícaros del Siglo de Oro, hicieron de las suyas en la fonda cordobesa. En el Quijote, también aparece mencionada la posada. No en vano, Cervantes estudió en Córdoba durante algún tiempo y cuentan que, cada vez que volvía a la ciudad, se alojaba en este edificio. En la obra de Luis de Góngora y Argote también aparece.

Los siglos fueron pasando y la ciudad cambiaba, pero ahí continuaba la posada. A principios del XX, un grupo de cordobeses, organizados en torno a Enrique Romero de Torres, batalló para que el edificio fuera considerado Monumento Histórico, algo que lograron y que ha permitido que perdure hasta la actualidad, aunque ya no como fonda sino como sala de exposiciones y monumento.

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