EN BUSCA DE UN PAPA | Los electores

Los móviles, sin cobertura en la Capilla Sixtina

Los cardenales presentes en Roma, de los que sólo 115 podrían votar en cónclave por no haber alcanzado los 80 años, celebraron ayer la duodécima y última congregación general del periodo de sede vacante. El portavoz del Vaticano, Joaquín Navarro-Valls, señaló que todas las reuniones cardenalicias se habían desarrollado en un clima de "gran familiaridad" y habían alcanzado "un consenso muy amplio sobre los temas generales discutidos". En ningún momento, subrayó el portavoz, se había hablado en las congregaciones de papables, los aspirantes a la sucesión.

En la reunión de ayer pr...

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Los cardenales presentes en Roma, de los que sólo 115 podrían votar en cónclave por no haber alcanzado los 80 años, celebraron ayer la duodécima y última congregación general del periodo de sede vacante. El portavoz del Vaticano, Joaquín Navarro-Valls, señaló que todas las reuniones cardenalicias se habían desarrollado en un clima de "gran familiaridad" y habían alcanzado "un consenso muy amplio sobre los temas generales discutidos". En ningún momento, subrayó el portavoz, se había hablado en las congregaciones de papables, los aspirantes a la sucesión.

En la reunión de ayer prestó juramento de mantener secretas las deliberaciones el cardenal australiano Edward Cassidy, el último en llegar a Roma, y el camarlengo Eduardo Martínez Somalo felicitó en nombre de todos a Joseph Ratzinger, que celebraba su cumpleaños. Martínez Somalo leyó también telegramas enviados por cardenales que, por motivos de salud, se habían visto forzados a permanecer en su país.

Navarro-Valls anunció que la entrada de los cardenales en cónclave, en la tarde de mañana, sería retransmitida en directo por numerosas televisiones, y que los príncipes de la Iglesia con derecho a voto se instalarían hoy mismo en la residencia vaticana Santa Marta, donde permanecerían hasta el anuncio urbi et orbi del nombre del nuevo Papa.

El portavoz explicó que la gendarmería vaticana se había encargado en exclusiva de la revisión de la residencia Santa Marta y de la Capilla Sixtina, escenario de las votaciones, para asegurarse de que no existieran micrófonos ocultos o cualquier tipo de instalación destinada a romper el secreto de los debates y del voto. Las dos áreas fueron aisladas ante cualquier señal de telefonía: aunque un cardenal o alguno de los empleados vaticanos, desafiando la excomunión automática, lograra introducir su teléfono móvil en el ámbito del cónclave, el aparato carecería de cobertura.

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