Reportaje:

La revolución nunca llega a Zimbabue

La oposición denuncia que el Gobierno de Mugabe prepara un fraude en las elecciones legislativas del jueves

En los mítines de la oposición del Movimiento para el Cambio Democrático (MDC) de Morgan Tsvangigai

-fuerte en ciudades como Harare y Bulawayo-, se leen carteles de esperanza: "Un nuevo comienzo. Un nuevo Zimbabue. El 31 de marzo, día de la libertad". Pero sólo es ilusión de un cambio que nunca llega. La realidad de la campaña de las legislativas del jueves (se eligen 120 diputados) es la misma que se vivió en las presidenciales de 2000: Robert Mugabe (de 81 años, 25 de ellos en el poder) se dispone a dar otro golpe electoral, esta vez sin la presencia de periodistas y observadores occi...

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En los mítines de la oposición del Movimiento para el Cambio Democrático (MDC) de Morgan Tsvangigai

-fuerte en ciudades como Harare y Bulawayo-, se leen carteles de esperanza: "Un nuevo comienzo. Un nuevo Zimbabue. El 31 de marzo, día de la libertad". Pero sólo es ilusión de un cambio que nunca llega. La realidad de la campaña de las legislativas del jueves (se eligen 120 diputados) es la misma que se vivió en las presidenciales de 2000: Robert Mugabe (de 81 años, 25 de ellos en el poder) se dispone a dar otro golpe electoral, esta vez sin la presencia de periodistas y observadores occidentales.

El llamamiento a "una revuelta popular no violenta", realizado el domingo por el arzobispo católico de Bulawayo, Pius Ncube, es la prueba de que una cierta desesperación cunde en las filas opositoras. Nadie, ni siquiera el MCD, espera un levantamiento por un fraude. David Coltart, portavoz de esa formación, dijo ayer al diario británico The Guardian: "No estoy seguro de que el pueblo esté preparado para salir a la calle. Esto no es Kiev o Belgrado. (...) No tenemos medios de comunicación independientes ni vecinos que simpaticen con la causa". Es una referencia al presidente de Suráfrica, Thabo Mbeki, que apoya a Mugabe y considera que en estos comicios se dan las condiciones para que sean justos y democráticos.

El Gobierno, sometido desde hace tres años a un embargo y considerado un paria por la comunidad internacional, no cede en su enroque. Mugabe -que ha empobrecido al país con su política de confiscación de granjas y posterior entrega a la nomenclatura local-, prometió el domingo, sin ofrecer detalles, cambiar los inversores británicos y norteamericanos por los chinos. Ayer, el Gobierno arremetió contra el arzobispo de Bulawayo, al que calificó de "mentiroso", y negó la existencia de una política de hambre (reparto interesado de alimentos) en las zonas de la tribu matabele, en el suroeste, una de las cunas de la oposición, informa la agencia Reuters desde Harare.

El MDC es consciente de que su victoria es imposible; incluso tiene difícil conservar los 57 escaños logrados en 2001. El MDC afirma que habrá, con suerte, 200 o 300 observadores africanos tolerados por el Gobierno. Su trabajo será monumental: controlar la limpieza del proceso y el escrutinio en 8.200 colegios repartidos por el país.

Irregularidades en el censo

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Las últimas normas de la Comisión Electoral, que dirige un ex coronel, tampoco ayudan: sólo podrá haber un interventor por partido en cada colegio. Margaret Dongo, candidata independiente y veterana opositora al régimen, denuncia la limitación: una sola persona no podrá controlar varias urnas en un mismo centro.

El Registro Central, pese a que se cerró oficialmente el 4 de febrero, sigue inscribiendo votantes. Su responsable, Tobaiwa Mudede, aseguró ayer en la prensa local que los nuevos inscritos no podrá votar el jueves, pero en los recibos expedidos la fecha es anterior al 4 de febrero. En zonas progubernamentales, como Mashonaland Este, el número de votantes ha crecido en 14.000 desde 2002. En cambio, en Bulawayo Sur, distrito de la oposición, el crecimiento demográfico es muy modesto: 3.600.

La cuestión de la tierra

Durante los años dorados, en los que Robert Mugabe era mimado por Occidente, nadie parecía interesado en escarbar en su implicación en las matanzas matabeles de 1983 y 1985. Los británicos estiman que en ellas perecieron más de 30.000 personas. La represión de la etnia minoritaria (Mugabe es shona, la mayoritaria) forzó a Joshua Nkono, líder de la guerrilla rival de la Unión Africana del Pueblo de Zimbabue y matabele, a pactar un acuerdo de Gobierno y aceptar un puesto (vicepresidente) sin poder real.

La muerte de Nkono en 1999 y la sorprendente derrota en el referéndum de febrero de 2000 para modificar la Constitución heredada de los acuerdos de independencia cambió a Mugabe. El nacimiento de una oposición organizada (MDC) y el coste económico de la aventura de Congo (en apoyo a Laurent Kabila) fueron las claves. Mugabe temió por su poder y lanzó una popular campaña de confiscación de tierras (el 30%, las más productivas, en manos de blancos). Fue una cortina de humo: nunca hubo reforma agrícola; Mugabe entregó las haciendas a ministros y generales y terminó por hundir la economía. De exportador agrícola, Zimbabue ha pasado en cinco años a tener hambre.

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