Marruecos alerta de que el terrorismo islamista puede golpear de nuevo

Un edicto religioso autorizó el tráfico de drogas para financiar el 11-M

La matanza del 11-M fue costeada mediante el tráfico de drogas y un edicto religioso de carácter extremista otorgó legitimidad a estas operaciones porque con ellas se financiaba la yihad (guerra santa). Ésta y otras revelaciones figuran en un informe conjunto de la Dirección de Vigilancia del Territorio (DST) y de la policía judicial marroquí presentado el mes pasado en la reunión antiterrorista de Riad (Arabia Saudí). El documento advierte de que los terroristas mantienen "estrechas relaciones con los movimientos islamistas, consiguen infiltrarse fácilmente en cualquier lugar y pueden...

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La matanza del 11-M fue costeada mediante el tráfico de drogas y un edicto religioso de carácter extremista otorgó legitimidad a estas operaciones porque con ellas se financiaba la yihad (guerra santa). Ésta y otras revelaciones figuran en un informe conjunto de la Dirección de Vigilancia del Territorio (DST) y de la policía judicial marroquí presentado el mes pasado en la reunión antiterrorista de Riad (Arabia Saudí). El documento advierte de que los terroristas mantienen "estrechas relaciones con los movimientos islamistas, consiguen infiltrarse fácilmente en cualquier lugar y pueden golpear en cualquier momento".

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Ahmed Harrari, director de la DST, mezcla de contraespionaje y de policía política, y Abdelhak Khiam, jefe de la Brigada Nacional de la Policía Judicial marroquí, dieron a conocer en la Conferencia Internacional de Lucha contra el Terrorismo, celebrada Riad del 5 al 8 de febrero, un farragoso informe de 110 páginas.

Pese a la confusión que caracteriza su redacción, el documento presentado allí a los servicios secretos árabes y europeos contiene elementos inéditos sobre los peligros que acechan a Marruecos y, de paso, a sus vecinos europeos.

"Los actos salvajes y sanguinarios [del 11-M] fueron financiados mediante el tráfico de droga avalado por una fatua [edicto religioso, en este caso extremista] surgida en el seno del grupo terrorista responsable de ese atentado", señala el texto, sin precisar quién promulgó ese edicto islámico. "La fatua", añade, "otorgó una legalidad religiosa a la utilización de medios criminales, como el tráfico de droga, para financiar la puesta en práctica de cualquier acción cuyo objetivo sea derrotar al enemigo infiel".

Al margen de este apunte sobre la creciente relación entre terrorismo y droga -"hay grupos terroristas en 30 países que financian su actividad mediante ese tráfico"-, el informe aporta datos desconocidos sobre la virulencia de los islamistas radicales en Marruecos.

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Su mayor golpe fueron los atentados de Casablanca, en mayo de 2003, en los que murieron 45 personas. Pero el terrorismo marroquí tiene otros hitos en su historia reciente. Cinco funcionarios, un puñado de ciudadanos "depravados" [borrachos o drogadictos], cinco marroquíes de origen judío y dos turistas han sido asesinados por extremistas.

300 robos y atracos

A éstos se les pueden imputar también más de 300 robos y atracos con armas blancas, múltiples agresiones contra funcionarios y ciudadanos "depravados" y dos ataques contra convoyes de transporte de caudales de Redal, una empresa de distribución de agua.

"La capacidad de autofinanciación de los grupos terroristas", recalcó Harrari, "se explica por la multiplicidad de sus crímenes (robos, asaltos, tráficos y estafas), a los que se añaden fondos porporcionados por los bienhechores".

El informe no precisa desde cuándo se ha desatado esta ola de violencia, pero del contexto se deduce que fue a partir de mayo de 2002, cuando la DST abortó la primera gran operación terrorista, atribuida a Al Qaeda, consistente en atacar en el Estrecho de Gibraltar a embarcaciones de la OTAN.

Desde entonces ha frustrado otras muchas. La lista que recoge el informe es larga. Incluye 13 asaltos a bancos, seis ataques contra lugares públicos (hoteles, bares, casinos), cinco contra intereses extranjeros (embajadas y restaurantes de cómida rápida), siete contra templos cristianos y judíos y diez contra cuarteles y comisarías.

En este último caso el propósito era apoderarse de armas y explosivos. El gran problema de los aspirantes a terroristas en Marruecos es que gozan de una buena formación, sobre todo si han transitado por Afganistán, y de recursos, pero carecen de armas con las que perpetrar los atentados. No en balde el explosivo utilizado en Casablanca era de fabricación casera.

La documentación incautada a los terroristas pone también de relieve que proyectaban asesinar a 21 personalidades (mandos del Ejército, políticos y magistrados), así como a otros nueve marroquíes de origen judío. La comunidad israelita en Marruecos asciende a unas 3.500 personas.

Después del 16 de mayo de 2003, "la investigación ha permitido el desmantelamiento de las más importantes redes terroristas", asegura el texto. Desde entonces, más de 2.000 marroquíes han sido procesados por terrorismo.

Aun así, reconoce el informe, "la amenaza terrorista sigue presente a causa del auge del antisemitismo por parte de jóvenes convencidos de que los musulmanes son víctimas de un trato injusto" y ponen como ejemplo lo que sucede en Irak y Palestina.

Además, prosigue el documento de Riad, "un grupo de terroristas vinculados a las diferentes células desarticuladas ha pasado a la más absoluta clandestinidad (...)". "Su metodología de trabajo y las relaciones estrechas que mantienen con movimientos islamistas les permiten infiltrarse en cualquier lugar y pueden golpear en cualquier momento".

Curiosamente, el informe apenas alude a uno de los mayores retos a los que hace frente la DST: la masiva falsificación de documentos marroquíes, desde permisos de conducir hasta pasaportes, que no son detectados en frontera. "Existe un problema de falsificación de documentos", subrayó la semana pasada, en Rabat, Javier Rupérez, director del Comité contra el terrorismo de la ONU.

Aspecto del edificio de Leganés después del suicidio colectivo de siete presuntos terroristas autores del 11-M.MANUEL ESCALERA

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