Crítica:

Nuestros orígenes

Desde hace tiempo es frecuente la aparición de libros de divulgación científica que tienen como tema central los orígenes de la humanidad, esto es, el estudio del largo camino que condujo a la aparición de nuestra especie, homo sapiens. Paleontólogos, antropólogos, paleoantropólogos, prehistoriadores y arqueólogos, sobre todo, aunque no únicamente, han producido una imagen de nuestro pasado que no por obviamente incompleta es menos coherente y esclarecedora. Sucede, además, que al contrario de lo que pasa en otras especialidades científicas, en España existen en el ámbito paleontológico...

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Desde hace tiempo es frecuente la aparición de libros de divulgación científica que tienen como tema central los orígenes de la humanidad, esto es, el estudio del largo camino que condujo a la aparición de nuestra especie, homo sapiens. Paleontólogos, antropólogos, paleoantropólogos, prehistoriadores y arqueólogos, sobre todo, aunque no únicamente, han producido una imagen de nuestro pasado que no por obviamente incompleta es menos coherente y esclarecedora. Sucede, además, que al contrario de lo que pasa en otras especialidades científicas, en España existen en el ámbito paleontológico buenos profesionales que no desdeñan dedicar algo de su tiempo a la tarea de acercar sus conocimientos al público, y que han cumplido con semejante tarea demostrando magníficas dotes narrativas. Me estoy refiriendo, por supuesto, a los científicos que trabajan en el yacimiento de Atapuerca, y en especial a sus tres codirectores, que ya suman en su haber un número importante de libros de divulgación, que han recibido una más que merecida atención.

Nunca podremos agradecer lo suficiente la labor que han llevado a cabo en la difusión del conocimiento de la evolución de los homínidos, en un país como el nuestro en el que la ciencia tiene mucho de asignatura pendiente. Ahora bien, inevitablemente estos libros están centrados en los resultados, problemática y posibilidades del yacimiento de Atapuerca, mencionando, con no demasiadas excepciones, poco de la larga y plural historia, pasada y presente, de la paleontología que se ha hecho y hace fuera de Burgos. No es ninguna crítica. Repito que lo que nos han dado y continuarán dando -aunque no deberían repetirse demasiado- sólo merece respeto y agradecimiento, y que no tiene por qué ser su responsabilidad la de cubrir otros escenarios de las ciencias que se ocupan del estudio de los homínidos y del mundo en el que vivieron y evolucionaron.

Afortunadamente, acaba de aparecer la versión al español de una obra francesa colectiva dirigida por Yves Coppens y Pascal Picq, profesor titular el primero y maestro de conferencias el segundo, ambos del selecto Collège de France (París), Los orígenes de la humanidad, de la que se puede afirmar que asume la responsabilidad de la que antes hablaba. Los dos volúmenes que componen esta obra, De la aparición de la vida al hombre moderno el primero y Lo propio del hombre el segundo, permitirán a todos aquellos interesados adquirir una visión amplia y detallada de las ciencias y técnicas paleontológicas. Se trata, desde mi punto de vista, de una obra excepcional, no sólo por la variedad de cuestiones que explica y analiza, sino también por la iconografía (fotografía, dibujos, cuadros y gráficos) que incluye. Coherentemente con sus pretensiones de ofrecer una visión lo más general y completa posible, Los orígenes de la humanidad no se limita a narrar la historia de los homínidos (que comenzó hace alrededor de diez millones de años), deteniéndose asimismo en los últimos cincuenta millones de años de la historia de los primates (grupo zoológico que agrupa actualmente a los simios, los humanos, los lemúridos y otras especies menos conocidas), y todo en el marco de la historia del Universo, de la Tierra, de la vida, de los vertebrados y de los mamíferos.

No es frecuente tener en las

manos una obra en la que al mismo tiempo que con detalle, claridad y rigor, se estudian los mundos fisico-químicos, genéticos, biológicos y geológicos en los que se desarrollaron bacterias, mamíferos, primates, simios, homínidos (australopitecos, homo ergaster, homo erectus, neandertales, homo sapiens

...), se analizan también temas como pueden ser las primeras artes sobre la Tierra, regímenes alimentarios y sistemas sociales de diferentes especies, estrategias sociosexuales, desarrollo de la inteligencia y el lenguaje, la búsqueda del reconocimiento de uno mismo en los primates, si la risa es un producto exclusivo de la evolución humana, la moral en los monos, o la biología de la conciencia y de la espiritualidad.

Como si la casualidad quisiese hacernos un guiño, alertándonos acerca de lo mucho que la paleontología francesa, o al menos uno de su representantes, puede ofrecer, muy poco después de que Espasa publicase Los orígenes de la humanidad, Tusquets ha hecho lo propio con un libro escrito por uno de los directores de la obra anterior: Yves Coppens, uno de los más prestigiosos y celebrados paleontólogos del mundo, que participó en algunos de los más importantes descubrimientos de fósiles asiáticos y africanos, como la célebre Lucy, y que conoció, como él mismo escribe, "muy bien a los primeros descubridores de ciertos homínidos prehistóricos (australopitecos), o bien a los que habían conocido a los primeros inventores de otros (pitecántropos, sinántropos), o bien a los que habían conocido a los primeros descubridores de otros (neandertales)", investigadores como Camille Arambourg o Louis Leakey, a los que destaca entre sus maestros. Su libro, La rodilla de Lucy, es un delicado y refinado, pleno de fina ironía, altamente idiosincrásico escrito en el que además de recordar el pasado de la paleontología como disciplina, sus momentos y personajes más destacados, nos ofrece su visión de las etapas fundamentales de nuestro pasado, algo así como una mirada personal a nuestro árbol genealógico. Entre esas "etapas fundamentales" que han conformado nuestra historia en las que Coppens se detiene, no podía faltar Lucy, es decir, los restos del esqueleto de una mujer perteneciente (o muy próxima) a la especie de los australopitecos que vivió hace unos 3.180.000 años, descubiertos en 1974 en Etiopía por un grupo de investigadores franceses, estadounidenses y etíopes dirigido por el propio Coppens, Donald Johanson y Maurice Taieb. Al mismo tiempo que describe circunstancias del descubrimiento, Coppens destaca la importancia que tienen las características de la rodilla de Lucy, en la que coexisten la articulación guiada y estable propia de un bípedo exclusivo, con la inestable, con gran amplitud de rotación, de un arborícola.

Este aparentemente humil

de dato de la rodilla de Lucy significa muchas cosas; por ejemplo, utilizando las palabras de Coppens, que "no había surgido, de una vez por todas, un buen día, un único bipedismo del que nosotros somos los herederos, sino que este tipo de locomoción se había presentado varias veces, de forma paralela, convergente o independiente, y que cada uno de estos bipedismos había vivido su propia historia, una evolución". Sin duda más torpemente, yo diría simplemente que la rodilla de aquella mujer joven (debía tener unos veinte años) que vivió en Etiopía nos dice, nos recuerda, que la historia que condujo a unos tipos bípedos y estilizados como los que escriben y leen el periódico en el que se publica esta reseña no tuvo nada de unívoca, direccional o predeterminada (en el sentido que se le quiera dar -fuerte o débil- a este término). Como en la sentencia de Demócrito ("todo lo que existe en el Universo es fruto del azar y de la necesidad"), que Jacques Monod convirtió en el título de un famoso libro (El azar y la necesidad), somos hijos de una mezcla entre las cambiantes circunstancias del medio terrestre en el que la vida se desarrolló y las rigurosas pero dúctiles y amplias al mismo tiempo (por las muchas combinaciones que permiten) leyes que rigen la naturaleza.

Yves Coppens, con la reproducción de la australopiteca 'Lucy'.

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