Columna

Ojo, maletines

El trasiego de maletines entre promotores inmobiliarios, fabricantes de productos fitosanitarios y otros productos, y cargos públicos es una práctica tan frecuente que pocos ciudadanos la ignoran, aunque, en su mayoría, permanezcan indiferentes, salvo los más audaces, que se resuelven en un cuchicheo con el vecino o el compañero de trabajo. Como dicen que la costumbre hace ley, piensan, no vaya a ser que tal práctica, ya bien entrada en años, se muestre sin decoro, por la lindería de la legalidad. Los maletines, eso sí, han adquirido el formato de un signo externo de recompensa y prosperidad, ...

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El trasiego de maletines entre promotores inmobiliarios, fabricantes de productos fitosanitarios y otros productos, y cargos públicos es una práctica tan frecuente que pocos ciudadanos la ignoran, aunque, en su mayoría, permanezcan indiferentes, salvo los más audaces, que se resuelven en un cuchicheo con el vecino o el compañero de trabajo. Como dicen que la costumbre hace ley, piensan, no vaya a ser que tal práctica, ya bien entrada en años, se muestre sin decoro, por la lindería de la legalidad. Los maletines, eso sí, han adquirido el formato de un signo externo de recompensa y prosperidad, aunque en su interior esté el misterio. Un misterio relativo, porque, primero, el rumor, luego, algunos indicios, las revelaciones periodísticas y ciertas declaraciones, ante la justicia, permiten asegurar que ese trasiego de maletines envuelve un trasiego de dinero negro, en concepto de pago por las influencias derramadas sobre el beneficiario. En una sociedad que presume de instituciones democráticas y transparentes, un trasiego así, tan ostensible y lucrativo, debería levantar rubores, protestas y denuncias. La ciudadanía debe asumir su propio protagonismo, antes de precipitarse en claudicaciones, conformismos y chistes de consuelo. Y los partidos políticos no veas: deben extremar la vigilancia, si suena la alarma de la corrupción, que está sonando a todo meter, y arbitrar medidas disciplinarias de inmediato, ya llegarán las judiciales, porque se supone que sirven a la sociedad, y no a los intereses de algunos de sus militantes. ¿Hacen examen de conciencia los partidos políticos, ante tanta desfachatez y rapacidad, o prefieren apelar al recurso de la hipocresía? El cronista que se confiesa lector del Manual de Epicteto, introduce, sin embargo, una sustantiva modificación en la máxima de los filósofos estoicos. Y así en lugar de aquélla, "observa y abstente", propone la de "observa, investiga y actúa". De modo que nombres de diversos cargos públicos vinculados a consejerías y corporaciones municipales, generalmente motejados con el tanto por ciento de su comisión habitual, por mediar bajo cuerda en ciertas operaciones de suelo, y que se embolsan tan panchos, serán expuestos en la picota de esta misma columna, tan pronto disponga del suficiente abasto indiciario. En nuestra comunidad, sin trasladarnos a Majadahonda y otras geografías de presuntas corrupciones que abundan, tenemos un clamoroso caso Fabra, aderezado recientemente con las declaraciones, ante un juez, de cierto empresario de productos fitosanitarios, que involucra aún más, al presidente de la Diputación de Castellón y dirigente provincial del PP, por presuntos delitos contra la Administración pública, donde se ha involucrado también "como imputados, a seis altos cargos de José María Aznar y Eduardo Zaplana", según escribía el domingo pasado, mi vecino de página y amigo J.J. Pérez Benlloch. ¿Ha hecho el PP examen de conciencia sobre estas circunstancias o ha apelado al recurso de la hipocresía? Si prevalece el segundo término de la disyuntiva, feo asunto: el silencio, la complicidad y la connivencia hacen, como han enunciado la socialista Isabel Escudero y Ramón Cardona, de EU, que el caso Fabra, en su proceso de pudrición, sea el "caso PP". Qué augurios.

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