Reportaje:

Vencidas y violadas

Las mujeres de Colombia sufren ataques sexuales por parte de todos los grupos armados del país, según Amnistía Internacional

La bacterióloga colombiana Rina Bolaño Mendoza, de 34 años, ha sido la primera mujer de su país en acusar a cara descubierta, sin distorsionar la voz, y con nombre y apellidos, a un comandante de la guerrilla colombiana de haberla violado en repetidas ocasiones. Lo hizo en septiembre de 2003. Desde entonces no ha habido un segundo de respiro ni para ella ni para su marido ni sus dos hijas.

Amnistía Internacional posee datos de 250 mujeres agredidas sexualmente en Colombia por paramilitares, guerrilleros y miembros del Ejército colombiano.

"Los grupos armados violan de forma siste...

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La bacterióloga colombiana Rina Bolaño Mendoza, de 34 años, ha sido la primera mujer de su país en acusar a cara descubierta, sin distorsionar la voz, y con nombre y apellidos, a un comandante de la guerrilla colombiana de haberla violado en repetidas ocasiones. Lo hizo en septiembre de 2003. Desde entonces no ha habido un segundo de respiro ni para ella ni para su marido ni sus dos hijas.

Amnistía Internacional posee datos de 250 mujeres agredidas sexualmente en Colombia por paramilitares, guerrilleros y miembros del Ejército colombiano.

"Los grupos armados violan de forma sistemática a las mujeres que pertenecen al bando contrario. Pretenden demostrar así que los hombres del otro bando no saben protegerlas. Utilizan el cuerpo de la mujer como campo de batalla", añade.

Rina Bolaño se encuentra exiliada en Madrid gracias a las gestiones de Amnistía Internacional. Ayer explicó su odisea durante unas jornadas sobre los derechos humanos de las mujeres en Colombia organizada por el sindicado Comisiones Obreras. "Yo trabajaba como sanitaria con los indígenas Arhuawakos, en la sierra Nevada de Santa Marta, al norte del país", recuerda. "Un día llegó al poblado un mando medio del frente 19 de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y ordenó secuestrarme. Se hacía llamar Beltrán. Pero su nombre es Omar López", concreta Rina.

"Los guerrilleros me llevaron a una finca rodeada de montañas. Me dijeron que tenía que dormir en la misma habitación del comandante Omar y de otro joven. Cuando pasaron unos días el otro joven se fue a una misión y Omar López cerró la puerta y empezó a acosarme sexualmente. Días después me violó".

"Presa del miedo y llorando le comenté la situación a una guerrillera que se había hecho amiga, y me dijo que lo denunciara ante su tropa porque a ella también le había hecho lo mismo. Pero ella no podía denunciarlo", añade.

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La tropa organizó un careo entre Rina y el jefe del grupo. "Y delante de todos sus hombres le recordé los atropellos que cometió conmigo. Él los negó y dijo que yo lo hacía para dañar su imagen".

Los indígenas intercedieron por ella y Rina fue liberada. Salió en todos los medios nacionales denunciando la violación. El vicepresidente de la República, Francisco Santos, se reunió con ella y le ofreció trabajo y ayuda para protegerla de la guerrilla. Pero a los tres días, los agentes del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), quienes según Rina Bolaño, actúan al margen de todo, van "como una rueda suelta", llegaron a su casa para protegerla. Y a los tres días la habían detenido acusada de pertenecer a las FARC. Ahora tenía que combatir en dos frentes: contra los guerrilleros y contra los policías del DAS.

"En menos de tres días pasé de ser una mujer valiente a ser una delincuente. Mientras yo estaba en los calabozos salió Omar López en televisión, reinsertado, y dijo que él no me violó sino que tuvimos un romance. El estado lo acogió y le proporcionó un abogado para defenderse de mi acusación. La fiscalía dijo que no había pruebas contundentes de violación".

En julio de 2004 Rina quedó en libertad. Y Amnistía Internacional le tramitó su salida del país.

Su compatriota, Luz Elena Kerguelén, abogada colombiana de 50 años, asesora jurídica de la Asociación Nacional de Ayuda Solidaria sostiene que, la violencia contra las mujeres vinculadas a organizaciones sindicales y de ayuda social aumentó en más del 600% de 2002 a 2003. "En el año 2002 mataron en Colombia a 31 mujeres previamente amenazadas a causa de sus actividades sindicales. Al año siguiente asesinaron a 194".

"Pero las asesinadas que no pertenecen a asociaciones sindicales no aparecen en ninguna lista, es decir, las mujeres indígenas, las afro descendientes, las desplazadas, no aparecen. Y son las más vulnerables", recuerda Kerguelén.

La abogada colombiana (a la derecha), ayer en Madrid.MANUEL ESCALERA

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