Bush designa al embajador en Irak para que coordine las 15 agencias del espionaje

Negroponte tiene un pasado oscuro en las guerras centroamericanas de los años ochenta

John Negroponte, actual embajador de EE UU en Irak, se convertirá en el primer director nacional de Inteligencia, el puesto creado con la esperanza de que pueda coordinar las diferentes organizaciones del Gobierno. Negroponte, fiel trabajador en los Gobiernos republicanos, estuvo salpicado por el escándalo del apoyo a la Contra nicaragüense cuando era embajador en Honduras. Desde su nuevo cargo será el enlace del presidente con los servicios de espionaje y el responsable máximo de la organización, el reparto y la financiación de cada una de las agencias.

El cargo del Director Nacional d...

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John Negroponte, actual embajador de EE UU en Irak, se convertirá en el primer director nacional de Inteligencia, el puesto creado con la esperanza de que pueda coordinar las diferentes organizaciones del Gobierno. Negroponte, fiel trabajador en los Gobiernos republicanos, estuvo salpicado por el escándalo del apoyo a la Contra nicaragüense cuando era embajador en Honduras. Desde su nuevo cargo será el enlace del presidente con los servicios de espionaje y el responsable máximo de la organización, el reparto y la financiación de cada una de las agencias.

El cargo del Director Nacional de Inteligencia se creó tras conocer las recomendaciones de la comisión que investigó los atentados del 11-S, y que puso al descubierto la enorme descoordinación entre las 15 agencias que componen los servicios de inteligencia de EE UU. Algunas son conocidas, (CIA, FBI o la Agencia Nacional de Seguridad), pero otras trabajan en un segundo plano, como la Agencia Nacional de Inteligencia Geoespacial.

La ley que creó el puesto establecía en realidad un nuevo organigrama entre los servicios de espionaje y concretaba, por encima de todo, el reparto de poder. Las agencias más poderosas son las que tienen más dinero, pero otras disfrutan de un acceso más directo al Despacho Oval. El Pentágono lideraba la primera categoría y la CIA la segunda.

Ahora, Negroponte se sitúa por encima del director de la CIA con dos capacidades tan reales como simbólicas. Por un lado, será Negroponte el que se reúna con el presidente George W. Bush cada mañana para valorar las amenazas a la seguridad del país y las informaciones más confidenciales; por otro, el nombramiento de Negroponte obliga al actual director de la CIA, Porter Goss, a abandonar su despacho para cedérselo al nuevo zar de la inteligencia de EE UU.

Cuando se tramitó la ley de reforma de los servicios de inteligencia, el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, presionó para lograr que su propia agencia de investigación, la Oficina de Inteligencia del Pentágono, mantuviera una relativa independencia. La mayoría republicana logró introducir modificaciones que permitirán a ese Departamento retener el control sobre los datos que proporcionan los satélites-espía sobre las zonas en conflicto. Esa información no deberá pasar primero por la mesa del Director Nacional de la Inteligencia sino que estará inmediatamente en manos de los mandos militares.Ayer hubo un gesto claro de pacificación ante posibles luchas de poder: Bush nombró como Subdirector Nacional de Inteligencia al responsable militar de una de las agencias del Pentágono.

La mayor demostración de fuerza del nuevo cargo reside en su autoridad sobre el reparto de los 40.000 millones de dólares anuales de presupuesto que reciben los 200.000 empleados de las 15 agencias. El 80% de esa cantidad se destinaba a las agencias de inteligencia del Pentágono.

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Negroponte, de 65 años, habla correctamente cinco idiomas, entre ellos castellano, y lleva cuatro décadas en primera fila de la diplomacia. Sus dos últimos cargos han demostrado su fidelidad al presidente. Fue el embajador de Estados Unidos ante la ONU en los meses previos a la invasión de Irak en contra de la opinión mayoritaria del Consejo de Seguridad. También fue el hombre elegido por Bush para convertirse en el primer representante de su Gobierno en Irak al frente de una embajada que es una fortaleza militar y un centro de poder (cerca de 4.000 empleados).

No era la primera opción

Bush ha tenido grandes dificultades para encontrar a alguien capaz de aceptar el cargo que asumirá Negroponte cuando reciba la confirmación en el Capitolio. Fuentes de la Casa Blanca aseguraron que Bush ofreció el puesto al ex director de la CIA Robert Gates y a "varias otras personas" antes de ofrecérselo a Negroponte. Los anteriores lo declinaron por su poca esperanza de poder unificar el trabajo de los servicios de inteligencia.

Negroponte, que ha intercalado esporádicamente su carrera de empresario con la de diplomático, tiene un periodo oscuro. Cuando era embajador en Honduras en la primera mitad de los años ochenta, participó activamente en el apoyo a la Contra nicaragüense en su guerra contra el Gobierno sandinista de izquierda. Llegó a ser interrogado en un comité del Senado estadounidense por su supuesto consentimiento a los abusos de derechos humanos por parte de grupos paramilitares hondureños financiados y entrenados por la CIA.

Su presunta implicación en esos hechos retrasó durante seis meses su confirmación como embajador ante la ONU; fue finalmente confirmado una semana después del 11-S. En ese tiempo, Negroponte se defendió de las acusaciones sobre su colaboración en la desaparición de informes sobre violaciones de derechos humanos: "Hasta el día de hoy, creo que en Honduras no actuaron los escuadrones de la muerte. Nadie que me conozca personalmente me puede asociar con ninguna de esas críticas", aseguró entonces.

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