Reportaje:ESCAPADAS | Sotos de Villamanrique

Luces y sombras del viejo Tajo

Una senda ecológica invita a pasear por uno de los bosques de ribera mejor conservados del sur de la Comunidad

España está llena de parajes naturales donde no se puede ni estornudar y, un milímetro más allá, vale todo: invernaderos de plástico, fábricas humeantes, hileras de rascacielos... Incluso los ríos, que son nuestra vida, los dividimos con ese cuchillo, y así sucede que el Tajo, protegido como parque natural en sus tramos altos del sureste de Guadalajara -90 kilómetros de aguas bravas entre acantilados, pinares y buitres leonados-, se tropieza, nada más pisar La Alcarria, con las centrales nucleares de Trillo y Zorita, las presas de Entrepeñas y Bolarque, y el trasvase al Segura.

Bien pen...

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España está llena de parajes naturales donde no se puede ni estornudar y, un milímetro más allá, vale todo: invernaderos de plástico, fábricas humeantes, hileras de rascacielos... Incluso los ríos, que son nuestra vida, los dividimos con ese cuchillo, y así sucede que el Tajo, protegido como parque natural en sus tramos altos del sureste de Guadalajara -90 kilómetros de aguas bravas entre acantilados, pinares y buitres leonados-, se tropieza, nada más pisar La Alcarria, con las centrales nucleares de Trillo y Zorita, las presas de Entrepeñas y Bolarque, y el trasvase al Segura.

Bien pensado, para un río guillotinado, Tajo es un nombre muy apropiado. Con estos antecedentes, sería de esperar que en los mil kilómetros restantes del Tajo no hubiese sino peces de ojos fosforescentes arrastrándose por el fango. Que al pasar por Madrid, en Villamanrique de Tajo, sus meandros abracen un soberbio bosque de ribera, es un prodigio inexplicable.

Los paneles de la senda señalan tarayes, sauces y olmos, los árboles más característicos del soto

Lo que no es extraño es que la Consejería de Medio Ambiente señalice una senda ecológica y, simultáneamente, el Ayuntamiento de Villamanrique anime a Iberdrola a instalar una central térmica a cuatro kilómetros río abajo, como si la lluvia ácida fuese a respetar las señales: "¡Huy, no, aquí no caigo, que hay un soto precioso!".

Puede que, al final, la proyectada central se quede en agua de borrajas -mejor que en las del Tajo, seguro-, pero, por si acaso, haremos bien en acercarnos a Villamanrique cuanto antes.

Sólo el panorama que se goza desde la plaza-balconada de la iglesia, justifica el viaje: las infinitas aradas, la kilométrica alameda y, emboscado en ella, el Tajo exhalando bajo el primer sol una neblina dorada y sutil como una ninfa de Garcilaso, cosa que nadie podría decir, sin provocar pitorreo, de los vapores que suelta una térmica. Justo enfrente, al otro lado de la vega, veremos el muñón del castillo de Alboer, recordatorio de que este valle fue frontera entre sarracenos y cristianos, y encomienda de la orden de Santiago. Y, a nuestras espaldas, abriéndose en abanico, las calles de casas blancas en las que algunas pancartas repiten el nombre, o más bien grito, de la asociación que se opone a la central: Necesito Respirar. Desde la iglesia, por las calles Sur e Isla, bajaremos en dos zancadas a una pista de tierra que, hacia la derecha, bordea el área recreativa Las Cuevas.

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Enseguida descubriremos un panel informativo de la senda ecológica, la cual continúa por la misma pista, señalizada con marcas de pintura azul y amarilla. Y, acto seguido, el propio Tajo, que hasta ahora había permanecido oculto tras el boscaje y del que ya no nos separaremos más que para cruzar por un puente de madera el arroyo de la Vega: un regato mudo y asombrado -como nos quedaremos nosotros- por varios chopos monumentales.

Con la ayuda de los paneles que jalonan la senda, iremos reconociendo los árboles más característicos del soto: los tarayes, los sauces y los muchos olmos que, en este rincón olvidado de todos, incluso de las plagas, han sobrevido a la grafiosis, formando espesuras que nada tienen que envidiar a las selvas ribereñas del Lozoya o del alto Jarama.

Para apreciar la riqueza de este enclave sureño nos ayudarán también el silencio, la paciencia y el observatorio levantado junto a un carrizal que es de buena querencia de los patos cucharas, los ánades, las fochas, las pollas de agua y las garzas. A unos tres cuartos de hora del inicio, veremos cómo la senda se aleja en ángulo recto del río, obligándonos a seguir un canal de riego. Así alcanzaremos una moderna depuradora y, por su pista de acceso, volveremos al pueblo atravesando campos donde cultivarse suele maíz, cebada, espárragos y melones.

Un sauce llorón, solo junto al camino, nos dejará un poso de melancolía, un sentimiento muy adecuado para despedirse de unos sotos que, si nadie lo remedia, pueden perderse sin dejar rastro, como agua en el agua.

Breve, fácil y bien señalizada

- Cómo ir. Villamanrique de Tajo dista 60 kilómetros de Madrid yendo por la carretera de Valencia (A-3) y desviándose por la M-321 a la altura de Villarejo de Salvanés. Hay autobuses de la empresa Ruiz (teléfono 91 468 08 58), que salen de la Ronda de Atocha, 12.

- Datos de la ruta. Duración: una hora y media. Longitud: cuatro kilómetros. Desnivel: nulo. Dificultad: muy baja. Tipo de camino: senda señalizada con paneles, estacas y marcas de pintura azul y amarilla. Cartografía: hoja 606-IV del Instituto Geográfico Nacional.

- Alrededores. Pinar de la Encomienda Mayor de Castilla: el mejor bosque de pino carrasco de la región; aunque es de propiedad privada, puede admirarse yendo en coche de Villamanrique hacia Belmonte (carretera M-319) o hacia Colmenar de Oreja (M-325).

- Comer. Salvi (tel.: 91-872 70 01): el único comedor del pueblo ofrece platos caseros; 8 euros. La Casa Alta (Belmonte; tel.: 91-874 74 33): cocina regional modernizada; 15 euros. Casa Rico (Colmenar de Oreja; tel.: 91-894 30 27): merluza, churrasco, solomillo y cordero asado; 20 euros. La Atalaya (Fuentidueña; tel.: 91-872 83 83): cochinillo y cordero asados en horno de leña; 25 euros.

- Dormir. La Atalaya (Fuentidueña; tel.: 91-872 83 83): hotel moderno, cómodo, sin mucho carácter; doble, 46 euros. La Casa Alta (Belmonte; tel.: 91-874 74 33): casona de labradores del siglo XVIII, con decoración vanguardista; 75 euros. Parador de Chinchón (Chinchón; tel.: 91-894 08 36): convento de agustinos del siglo XVII, con mobiliario clásico; 142 euros.

- Compras. José Ayuso (Sur, 3): esteras, espuertas y serijas de esparto.

- Más información. Ayuntamiento de Villamanrique de Tajo (Plaza de la Constitución, 1; tel.: 91-872 71 86): sólo en días laborables. Una descripción pormenorizada de la senda ecológica se hallará en la sección de ocio y turismo de www.madrid.org/inforjoven

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