Columna

Calma

En su mensaje de fin de año el presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, instó a hacer "entre todos" la reforma del Estatuto para que sea "un ejemplo a seguir". Casi al mismo tiempo en Euskadi, Ibarretxe lograba sacar adelante su plan soberanista con los votos de tres diputados de Batasuna. Cuando Ibarretxe presentó su plan empezó a andar un camino que nos ha traído a este momento en el que la realidad política ha quedado situada en una circunstancia seria, muy seria, tanto que como cree el presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, debe afrontarse con frialdad, con calma, aunque, ...

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En su mensaje de fin de año el presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, instó a hacer "entre todos" la reforma del Estatuto para que sea "un ejemplo a seguir". Casi al mismo tiempo en Euskadi, Ibarretxe lograba sacar adelante su plan soberanista con los votos de tres diputados de Batasuna. Cuando Ibarretxe presentó su plan empezó a andar un camino que nos ha traído a este momento en el que la realidad política ha quedado situada en una circunstancia seria, muy seria, tanto que como cree el presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, debe afrontarse con frialdad, con calma, aunque, como ha dicho el presidente Chaves el plan Ibarretxe atente de veras contra la convivencia democrática. Atenta porque es insolidario con todos y no solo con los que vivimos fuera de Euskadi, sino con los vascos, al menos la mitad, a los que excluye la propuesta. Por cierto que es propuesta y es posible que justamente ahí haya que apoyar todo el trabajo en este momento, en el sentido exacto de la palabra propuesta como algo no cerrado. Es cierto que estamos ante un asunto serio, pero que precisamente por serlo vale más enfriarlo, porque a pesar de los excesos verbales y sorprendentes del lehendakari preguntándose si lo que prefieren algunos es solucionar esto a tortas, es cierto que en ese mismo exceso verbal hay sin embargo una más o menos encubierta llamada a la negociación y por lo demás, este es un país que no acaba de nacer y en el que más que escuchar cualquier voz excesiva de cualquier lado que surja, convendrá tener en cuenta el más recientísimo pasado, en el que los radicalismo españolistas frente a los radicalismos nacionalistas no sirvieron más que para ahondar en un enfrentamiento del que han nacido muchas difucultades, entre otras, seguro, la que plantea ahora el plan de Juan José Ibarretxe, maximalista y excluyente. Por eso conviene enfriar, conviene ir con pies de plomo y no cometer errores y conviene también seguir serenamente con el proceso de reformas estatutarias como la que afronta Andalucía, cuyo presidente ha marcado su discurso rechazando el plan Ibarretxe e instando a que aquí se haga la reforma con el más amplio consenso y en el bien entendido supuesto de la resistencia a cualquier intento de desequilibrio insolidario entre comunidades.

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