Cartas al director

Rosa Díez, mujer valerosa

La "Carta abierta al Rey" de la eurodiputada Rosa Díez, publicada el pasado 13 de noviembre en el diario EL PAÍS, ha tenido gran eco en la opinión pública. A Rosa Díez le parecieron excesivos los abrazos y las sonrisas prodigadas por el monarca al presidente Ibarretxe. Al contemplar la escena del supuesto "achuchón" real a Ibarretxe, tuvo un pensamiento lleno de inquietud. ¿Estaremos ante el preludio de la rendición de los demócratas frente al nacionalismo? De ser así, convendría saberlo, "más que nada para saber por qué nos jugamos la vida".

La "Carta abierta" de Rosa Díez, estoy segur...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

La "Carta abierta al Rey" de la eurodiputada Rosa Díez, publicada el pasado 13 de noviembre en el diario EL PAÍS, ha tenido gran eco en la opinión pública. A Rosa Díez le parecieron excesivos los abrazos y las sonrisas prodigadas por el monarca al presidente Ibarretxe. Al contemplar la escena del supuesto "achuchón" real a Ibarretxe, tuvo un pensamiento lleno de inquietud. ¿Estaremos ante el preludio de la rendición de los demócratas frente al nacionalismo? De ser así, convendría saberlo, "más que nada para saber por qué nos jugamos la vida".

La "Carta abierta" de Rosa Díez, estoy seguro, habrá dolido al Rey. No sé si sobraba alguna palmada en la espalda o, si tal vez, a pesar de estar en la era del buen talante, se excedió en su proverbial amabilidad con todo el mundo. Pero la firmeza de la Corona en defensa de España, de la Constitución y de las libertades está fuera de discusión. Por eso, lo confieso, me pareció injusta la carta abierta de nuestra eurodiputada porque tenía otros motivos realmente graves para estar inquieta mirando en sus propias filas. Porque el Rey reina, pero no gobierna, mientras que su secretario general, Rodríguez Zapatero, sí lo hace.

En el Parlamento de Cataluña, la coalición de socialistas y separatistas presidida por Maragall, envalentonada por la promesa de Rodríguez Zapatero de apoyar cualquier reforma estatutaria remitida a las Cortes Generales con el aval de una mayoría cualificada de la Cámara catalana, se dispone a aprobar un Estatuto que dinamita la Constitución de 1978. De ser aprobado, España como nación dejará de existir. Ya no habrá lugar para un pueblo español dotado de soberanía. El Estado residual será una mera confederación donde nada se hará sin acuerdo con Cataluña. El modelo de Maragall se da la mano en cuanto a sus efectos con el plan Ibarretxe. Y eso es trágico. Como lo es que ahora, los socialistas vascos, se apunten a ese nuevo y destructivo invento de la "comunidad nacional".

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Si Rosa Díez ha sido capaz de cantar las cuarenta al Rey por un abrazo y una sonrisa, pronto -estoy seguro- la veremos denunciando la deriva de su partido para hacer frente a los dinamiteros del pacto constitucional de 1978. Se arriesgará, sin duda, a que su propio secretario general le tilde de fundamentalista al igual que ha hecho con quienes defendemos la Constitución de 1978, la unidad de la nación española, la soberanía única e indivisible del pueblo español y el derecho a la autonomía de los pueblos que la integran, valores de convivencia pacífica, libre y democrática por los que hasta vale la pena jugarse la vida. Pero Rosa Díez es, sin duda, una mujer valerosa.

Archivado En