Crítica:COMER

Un pasta-bar con aires de bistrot

RECO, cocina mediterránea en un restaurante renovado en Madrid

De vez en cuando, basta un cambio liviano en la decoración de un restaurante y un replanteamiento somero de su carta de platos para que el entorno deje de ser vulgar y se convierta en una pista recomendable. Bajo la batuta de Phillipe Bloch, ex director de grandes hoteles y profesional experimentado en lanzamientos originales, el nuevo restaurante Reco (anteriormente, Recomiendo) se ha convertido en un lugar diferente. A pesar de que se autodefine como el primer pasta-bar de Madrid, se trata de un restaurante informal con aires de bistrot contemporáneo, en el que Michel Rinkert, jefe de cocina...

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De vez en cuando, basta un cambio liviano en la decoración de un restaurante y un replanteamiento somero de su carta de platos para que el entorno deje de ser vulgar y se convierta en una pista recomendable. Bajo la batuta de Phillipe Bloch, ex director de grandes hoteles y profesional experimentado en lanzamientos originales, el nuevo restaurante Reco (anteriormente, Recomiendo) se ha convertido en un lugar diferente. A pesar de que se autodefine como el primer pasta-bar de Madrid, se trata de un restaurante informal con aires de bistrot contemporáneo, en el que Michel Rinkert, jefe de cocina alsaciano, pone en pie una cocina urbana de carácter mediterráneo presidida por los platos de pasta.

RECO

Recoletos, 10. Madrid.

Teléfono 914 35 43 00.

Cierra: sábados por la mañana y domingos.

Precio medio: entre 30 y 40 euros.

Menú mediodía, 12 euros.

Menú 'tutti pasta', 14,50 euros.

'Spaghettoni' con salsa 'al pesto', 8 euros.

Tarro de tomate, aguacate y gambas, 9.

Atún rojo con verduras, 14,50.

Vaso de tiramisú, 4,50 euros.

Pan ... 5

Café ... 7,5

Bodega ... 4

Ambiente... 6,5

Servicio... 6

Aseos ... 7

Sugerencias en las que se aprecia el academicismo de este joven chef obsesionado con las armonías sencillas y el respeto a los productos de temporada. Como la buena cocina está determinada, además, por la sensibilidad y el punto que cada profesional es capaz de darle a las recetas, con productos baratos consigue resultados más que aceptables. Reco presume con razón de sus pastas frescas, que se elaboran a diario en la casa. El cliente puede optar por spaghettoni, tagliarini, pappardelle o farfalle, servidos en medias raciones o en raciones completas, siempre y cuando la variedad elegida no se haya agotado, cosa incomprensible pero habitual en este restaurante. Para acompañar las pastas, ocho salsas de libre elección que permiten disfrutar hasta de 32 combinaciones, algunas tan sabrosas como los spaghettoni con pesto o los tagliarini con salsa de tomate casera.

Otro apartado que no desmerece son los entrantes. Resultan aceptables el tarro de tomate y aguacate y el tarro de verduras con queso de cabra, sugerencias concebidas para el centro de mesa. También incita a compartirse la tarrina de foie-gras de pato, que pasa sin pena ni gloria. O las bruschettas (tostadas de pan con verduras), que serían suculentas si no estuvieran arrasadas por el ajo.

Sólo por el hecho de encontrarse en un periodo de rodaje se puede justificar que en el breve listado de segundos haya alguno agotado, como el bacalao a la plancha. Decepción que atenúan otras dos propuestas, el pollito de grano al horno y el atún rojo con verduras confitadas, bastante conseguidas.

El comedor del Reco, en Madrid.CLAUDIO ÁLVAREZ

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REPOSTERÍA 'PRÊT-À-PORTER'

EL NUEVO RECO ocupa el espacio de una antigua panadería fundada en 1907. Se trata de un lugar desenfadado y funcional con amplios espacios entre las mesas, que, aún así, no está bien insonorizado. A la entrada se encuentra una barra de bar con algunas mesitas que se suelen llenar al mediodía.Al margen de la carta, la casa ofrece dos menús. El del día (12 euros más IVA) permite elegir entre tres primeros, dos segundos y tres postres e incluye una copa de vino o cerveza. El denominado tutti pasta (14,50 más IVA) es un monográfico montado en torno a la pasta, desde el primer plato hasta el postre. Se empieza con pasta y frutos del mar; sigue una pallarda de ternera con tagliatelle bien sabrosa, y se concluye con spaghettoni dulces con helado de stracciatella y salsa de chocolate. Sin ser nada particular, el capítulo dulce cuenta con sugerencias que dejan en evidencia la pasión golosa de Rinkert, buen repostero. Se trata de un listado prêt-à-porter que componen dulces ya preparados en tarros, muy en la línea de funcionalidad de todo el entorno. Están bien el cuenco de chocolate con habas tonka y el de vainilla con canela. Tampoco se queda atrás su peculiar versión del tiramisú en vaso. En cambio, no es de recibo la pera pochada con chocolate. No da la talla la bodega, absolutamente pobre, a pesar de que las marcas seleccionadas tengan cierto renombre.

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