AGENDA GLOBAL | ECONOMÍA

Europa: canción triste de Lisboa

INMERSOS EN las elecciones americanas, preocupados por la crisis de la primera Comisión de Durão Barroso, emocionados por la firma del Tratado de la Unión (Constitución europea), anfitriones del primer ministro iraquí, Alaui, que venía a pedir ayudas económicas para la reconstrucción, los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea (UE), reunidos en Bruselas hace poco más de una semana, pasaron de puntillas sobre otros problemas internos muy significativos. De nuevo, la dañina dialéctica de lo urgente y lo importante.

El antiguo primer ministro holandés Wim Kok y otros 11 sabios (...

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INMERSOS EN las elecciones americanas, preocupados por la crisis de la primera Comisión de Durão Barroso, emocionados por la firma del Tratado de la Unión (Constitución europea), anfitriones del primer ministro iraquí, Alaui, que venía a pedir ayudas económicas para la reconstrucción, los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea (UE), reunidos en Bruselas hace poco más de una semana, pasaron de puntillas sobre otros problemas internos muy significativos. De nuevo, la dañina dialéctica de lo urgente y lo importante.

El antiguo primer ministro holandés Wim Kok y otros 11 sabios (entre ellos, Antonio Gutiérrez, hoy diputado socialista y ayer secretario general de CC OO) entregaron un informe sobre la competitividad europea, encargado por la presidencia holandesa de turno de la UE. Y lo hicieron en una coyuntura oportuna: a punto de cumplirse la primera mitad (los primeros años) de la fecha puesta por los europeos en la cumbre de Lisboa para convertir su economía regional en la zona más próspera del planeta y la más avanzada en la sociedad del conocimiento: el año 2010.

Por primera vez en varios decenios, la productividad de la mano de obra de la UE tiende a progresar menos que la de EE UU. Mal momento para que aumenten las diferencias entre ambas partes del mundo occidental

La lectura del informe es deprimente, y del mismo se deduce que esa meta de prosperidad y liderazgo está hoy más alejada que el año 2000, cuando se firmaron los objetivos de Lisboa. No porque Europa no avance, que lo hace, sino porque los demás (EE UU, pero también economías emergentes enormes como la china y la india) lo hacen más deprisa que el Viejo Continente. El informe Kok evalúa cinco indicadores: mercado laboral, entorno empresarial, sociedad del conocimiento, mercado interior y sostenibilidad medioambiental. Fijémonos en un par de ellos: la inversión en I+D (sociedad del conocimiento) y el mercado laboral. Dos años después de Lisboa, en la cumbre de Barcelona (año 2002), la UE se comprometió a dedicar el 3% de su PIB (como EE UU) a investigación y desarrollo (I+D); pues bien, los datos indican que en 2004 Europa está todavía en el 1,9% de media y que sólo dos países, Finlandia y Suecia, superan el 3%. Se genera así una doble desigualdad: la de la UE respecto a EE UU; y en el propio seno de la UE, entre el norte y el sur (España, por ejemplo, sólo tiene por debajo a Grecia y Portugal en este capítulo, y varios países de la ampliación, como Chequia y Eslovenia, están por encima de sus porcentajes de inversión en I+D). La tasa de empleo europeo, que tendría que llegar en 2010 al 70% del total, sólo está en el 62,9% (hoy, EE UU dispone de una tasa de empleo del 71,2%). "Por primera vez en varios decenios", dice el informe Kok, la productividad de la mano de obra de la UE tiende a progresar menos que la de EE UU".

El texto de Kok identifica dos obstáculos que complican a la vieja Europa aumentar su competitividad y llegar al pleno empleo: el envejecimiento de la población y la ampliación a 25 miembros: se estima que en 2050 la población en edad de trabajar será un 18% inferior a la actual, mientras los mayores de 65 años aumentarán más de un 60%, lo que frena la tasa de crecimiento y multiplica el interrogante de cómo se pagarán las pensiones. La ampliación comunitaria, con las excepciones de muy pocos países, rebaja los porcentajes medios de la UE respecto a otras partes del mundo.

El informe presentado en Bruselas pone el foco de las responsabilidades en los Gobiernos nacionales. Las reformas estructurales necesarias para superar esta situación de obsolescencia económica -que tiene sus contrapesos en las empresas europeas altamente competitivas en sectores como la telefonía móvil, aerospacial o de ingeniería- han de salir de las políticas económicas nacionales y no de Bruselas. Pero los Gobiernos europeos están inmersos en otros problemas sociopolíticos más urgentes y preocupados por su crecimiento económico en el corto y no en el medio o largo plazo. Sin embargo, el modelo de crecimiento basado en menores costes laborales se agota y se multiplican las deslocalizaciones de cerebros y empresas.

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