Juan Carlos Meana analiza la tiranía de las identidades colectivas en una exposición

Juan Carlos Meana (Vitoria, 1964) continúa con sus indagaciones en el ámbito de las identidades individual y colectiva contemporáneas y la presencia que el sujeto tiene en ambos estadios. Así se refleja en la exposición Sin yo que presenta hasta el próximo 12 de noviembre en la galería Trayecto de Vitoria, en la que se conjugan los recuerdos al mito de Narciso con las referencias al imaginario colectivo que son las guerras, las fronteras o las banderas.

En las distintas instalaciones, fotografías y esculturas que conforman la muestra se mantiene ese diálogo entre lo que puede ser...

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Juan Carlos Meana (Vitoria, 1964) continúa con sus indagaciones en el ámbito de las identidades individual y colectiva contemporáneas y la presencia que el sujeto tiene en ambos estadios. Así se refleja en la exposición Sin yo que presenta hasta el próximo 12 de noviembre en la galería Trayecto de Vitoria, en la que se conjugan los recuerdos al mito de Narciso con las referencias al imaginario colectivo que son las guerras, las fronteras o las banderas.

En las distintas instalaciones, fotografías y esculturas que conforman la muestra se mantiene ese diálogo entre lo que puede ser la voluntad de ser y la vida real. Como en Noche oscura, serie de espejos cubiertos de serigrafías que ofrecen en negativo imágenes de algunos de los últimos acontecimientos que se han vivido en el mundo, en los que la colectividad y sus imaginarios absorben cualquier referencia individual, como el conflicto palestino-israelí o la guerra de Irak.

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Los conflictos bélicos son, en efecto, un excelente recurso para esta argumentación sobre la disolución de las identidades. En otras obras, como Los convictos, El peso de los ideales o Loas pesos de la victoria se juega con mástiles, soldados, caballos en posición marcial para criticar la uniformidad de pensamiento único que se convierte en fortaleza inexpugnable hasta llegar a considerar extranjero o traidor a cualquiera que discrepa. La exposición trata así de reivindicar la figura del disidente tanto hacia las creencias colectivas totalitarias como a su versión individual.

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