52º FESTIVAL DE CINE DE SAN SEBASTIÁN

'Perseguidos' retrata el calvario cotidiano de los amenazados

Querejeta y Ortega dan voz a los que viven bajo el peligro de ETA

En ningún momento de la película se dice quiénes son sus protagonistas ni a qué se dedican. No se trata de un olvido: sencillamente, podrían ser cualquiera. Uno de los que más aparece es un jardinero, un jardinero de un pueblo vasco, un hombre de mediana edad, casado y padre de un hijo pequeño. Se le ve trabajar, jugar con su hijo en la playa, almorzar con los amigos, caminar por su pueblo. Lo extraño de su vida es que siempre va acompañado, como mínimo, por dos personas más. A esos acompañantes, su hijo Pablo les llama "los hombres". Se trata de la forma más inocente de aplazar la certeza de ...

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En ningún momento de la película se dice quiénes son sus protagonistas ni a qué se dedican. No se trata de un olvido: sencillamente, podrían ser cualquiera. Uno de los que más aparece es un jardinero, un jardinero de un pueblo vasco, un hombre de mediana edad, casado y padre de un hijo pequeño. Se le ve trabajar, jugar con su hijo en la playa, almorzar con los amigos, caminar por su pueblo. Lo extraño de su vida es que siempre va acompañado, como mínimo, por dos personas más. A esos acompañantes, su hijo Pablo les llama "los hombres". Se trata de la forma más inocente de aplazar la certeza de lo inevitable: su padre lleva escolta porque ETA lo quiere matar.

Dicho sea de paso, tampoco la palabra ETA sale en la película Perseguidos, dirigida por Eterio Ortega y escrita por Elías Querejeta. No es necesario. De la misma forma que el papel del perseguido -el jardinero se llama Patxi Elola y es concejal socialista en Zarautz- podía ser representado por cualquiera de las 3.000 personas que viven escoltadas en el País Vasco y Navarra, el papel de perseguidor es exclusivo de la banda terrorista. La película de Ortega y Querejeta enseña de qué forma ETA está cambiando la vida no sólo de los amenazados, sino también -o sobre todo- de sus familias. Lo dice la esposa de otro de los amenazados, el concejal de Andoain José Luis Vela: "Lo que más pena me da es que la gente te evita por la calle. Más que la situación que vives, lo que te puede más es el abandono de la gente". Y lo subraya con un escalofrío Patxi Elola: "Quizás un día me maten. Mientras tanto, el mal me lo hacen a través de mi hijo".

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Cuenta Eterio Ortega que uno de sus afanes cuando él y Querejeta se plantearon Perseguidos fue que no se pareciera a Asesinato en febrero, su anterior producción, una historia sobre la muerte del diputado vasco Fernando Buesa y de su escolta, Jorge Díez. En aquella ocasión, el equipo de Querejeta viajó al País Vasco para indagar sobre la vida de dos víctimas recientes de ETA a través del testimonio de sus familiares más cercanos. Ahora, la emoción es mayor. Tanto Patxi Elola como José Luis Vela admiten ante la cámara que ellos pueden ser los próximos. Tanto uno como otro asistieron no hace tanto al entierro de amigos íntimos asesinados por ETA -José Luis López de Lacalle o Joseba Pagazaurtundua-; tanto uno como otro han recibido ya avisos preocupantes. A Patxi le quemaron la furgoneta y todas sus herramientas. A José Luis le dejaron en el buzón un sobre con una carta y una llave. "Toma la llave de tu portal", decía el escrito, "pero no te tranquilices, pues tenemos 47 copias más y 47 personas dispuestas a darlo todo por eliminarte".

Dice Eterio Ortega que, a pesar de todo, los perseguidos transmiten un hilo de esperanza. Será por eso que ayer, al final de la proyección de la sección Zabaltegi del Festival de San Sebastián, un aplauso cerrado se sobrepuso al nudo en la garganta que, inevitablemente, provoca la película.

De izquierda a derecha, Eterio Ortega, Patxi Elola, José Luis Vela y Elías Querejeta.JESÚS URIARTE

Annette Bening y los concejales

Cinco minutos para el mediodía. El hotel María Cristina de San Sebastián es un desbarajuste de periodistas que buscan, estrellas que brillan y directores noveles que mendigan un primer piropo. En un rincón, José Luis Vela y Patxi Elola posan ante los fotógrafos con cierto pudor. No debe de ser cómodo el papel de protagonista cuando uno representa su propia vida, y ésta es la de alguien amenazado de muerte que ve cómo sus hijos sufren ese calvario en silencio sin sospechar qué factura les tiene preparada el futuro. Una periodista de televisión les pide que salgan a la calle para hacerles una entrevista y ellos, tras intercambiar una mirada fugaz con sus guardaespaldas, obedecen. Es entonces cuando se produce un cruce de caminos. A la vez que ellos, sale del María Cristina Annette Bening, con su golpe de melena rubia, gafas negras y Mercedes de última generación en la puerta. Se va del festival y un coro de adolescentes le pide un autógrafo. Sus pasos de estrella se cruzan con los de los concejales, que observan el espectáculo con cierta sorpresa. No es la ola precisamente lo que a ellos les hacen en los pueblos donde viven. Si algo refleja a la perfección la película de Eterio Ortega y Elías Querejeta es la frialdad de las miradas. Patxi Elola esperando a su hijo en la parada del autobús. Solo. Patxi Elola jugando con su hijo en la playa. Solo. José Luis Vela huyendo cada fin de semana de Andoain para poder compartir unas horas de intimidad con su mujer y uno de sus dos hijos. Los concejales han notado, y lo cuentan en el documental, que la amenaza de ETA también se ha dejado sentir en el entorno de sus amistades. Ellos se saben de memoria los teléfonos que han dejado de sonar.

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