Columna

Occidente contra Occidente

Hace algunos meses el filósofo francés André Glucksman sembró la polémica con un libro sobre las relaciones entre Europa y EE UU (Occidente contra Occidente. Editorial Taurus). En él mantenía su consideración de que era más importante oponerse a Sadam Hussein que a Bush, lo que abría un interesante debate trasatlántico. Abundaba esta polémica en otra anterior, mucho más clásica, sobre el nivel de antiamericanismo en las sociedades europeas.

En los últimos años, a la ya tradicional industria del antiamericanismo (que tenía en Francia, España y América Latina sus representantes más...

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Hace algunos meses el filósofo francés André Glucksman sembró la polémica con un libro sobre las relaciones entre Europa y EE UU (Occidente contra Occidente. Editorial Taurus). En él mantenía su consideración de que era más importante oponerse a Sadam Hussein que a Bush, lo que abría un interesante debate trasatlántico. Abundaba esta polémica en otra anterior, mucho más clásica, sobre el nivel de antiamericanismo en las sociedades europeas.

En los últimos años, a la ya tradicional industria del antiamericanismo (que tenía en Francia, España y América Latina sus representantes más excelsos), se le añadió otra más moderna, pero igualmente potente: la del anti-antiamericanismo: aquellos que sostienen que cualquier crítica a los gobiernos norteamericanos hunde sus raíces en el yankee go home. La oposición ciudadana a la guerra de Irak sería la última manifestación de la misma.

En la opinión pública española no hay antiamericanismo sino 'antibushismo'

El desiderátum de esta última posición, muy familiar a los neoliberales, lo constituyó el también pensador francés Jean-François Revel, que escribió un panfleto titulado La obsesión antiamericana (Editorial Urano), un texto que compendia todos los tópicos acerca del antiamericanismo europeo. Revel, que hace muchos años constituyó un referente en el pensamiento (se pudiera estar o no de acuerdo con él) como sucesor privilegiado de Raymond Aron, devenía en este libro en un debelador de la nada que exageraba tópico tras tópico (todo ello salpicado con un inmenso ego) para construir un maniqueo que apenas existe y luego atizarle con todo.

Pues bien, el estudio Trasatlantic Trend 2004, elaborado en junio de este mismo año en 10 países europeos y en EE UU por la German Marshall Fund, la Compagnia di San Paolo, la Fundación BBVA, la Fundaçao Luso-Americana y el Institute for Public Affairs, sirve para proporcionar base empírica al debate sobre el antiamericanismo. Con una muestra de 11.000 encuestados, el estudio llega a la siguiente conclusión: las relaciones entre EE UU y Europa se han deteriorado a raíz de la guerra de Irak y la política unilateralista de los neocons americanos (el 76% de los europeos desaprueba la actual política internacional de EE UU, un incremento de 20 puntos respecto a 2002), pero ambas zonas del planeta coinciden en compartir valores suficientes para cooperar. La crítica se orienta especialmente a la política exterior de EE UU, mientras que hay un reconocimiento favorable de muchos otros aspectos de la sociedad americana.

Por su parte, en EE UU, el estudio manifiesta la conocida división de la sociedad americana: el 61% de los republicanos está "muy a favor" de las políticas internacionales de Bush, y el 62% de los demócratas está "muy en contra". Entre los independientes, el 20% está muy a favor y el 36% muy en contra. Respecto a Irak, el 80% de los republicanos cree que la guerra de Irak ha valido la pena teniendo en cuenta la pérdida de vidas humanas y los otros costes, y el 84% de los demócratas cree que no ha valido la pena. De la lectura del estudio se desprende con nitidez que, en su conjunto, no hay antiamericanismo sino antibushismo en la opinión pública europea, en relación con su política exterior: la encuesta demuestra que los europeos y los demócratas americanos piensan de manera similar. Lo que lleva a concluir que si John Kerry alcanzase la presidencia en noviembre, y su política fuese un reflejo de la opinión de sus seguidores, la grieta abierta entre EE UU y Europa en los últimos años podría cerrarse nuevamente.

En cuanto a los españoles, las tendencias son las mismas, aunque más acentuadas. Nuestro país destaca por ser uno de los europeos que en mayor medida rechaza el fuerte liderazgo de EE UU (el 76% lo considera indeseable), al tiempo que sostiene una opinión relativamente más crítica de la política internacional de Bush (desaprobada por el 86%). Sin embargo, la mayoría de los encuestados de nacionalidad española identifica a la americana como una sociedad que valora y apoya la ciencia y la innovación, o las oportunidades de progresar que genera, o su alto nivel de vida, o que es una de las más libres del mundo.

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